Hasta no hace mucho, una de las estampas más comunes y pintorescas que se vivían en el centro de la ciudad consistía en el cuerpo a cuerpo entre los turistas y las mujeres que los abordaban constantemente para que les compraran romero, claveles o biznagas. Sin embargo, en algunos casos, esta actividad sólamente era una tapadera de estas habilísimas mujeres para conseguir birlar las carteras y monederos de sus abrumadas presas.

La situación llegó a degenerar tanto que hace un par de años la Policía Local de Málaga se propuso acabar con una actividad que provocaba un importante perjuicio a la imagen de la ciudad inversamente proporcional al que sufrían legalmente estas mujeres cuando eran detenidas y castigadas con pequeñas faltas. A día de hoy, la estrategia policial ha triunfado sobre una situación que llegó a acumular a casi 70 claveleras en activo, algunas de ellas con más de 60 antecedentes de este tipo a sus espaldas sin que eso supusiera un problema para volver a las andadas.

Aunque algunas de estas mujeres continúan recorriendo de arriba a abajo las principales calles del centro histórico, ahora lo hacen con billetes de lotería que venden mayoritariamente al ciudadano español y con intenciones más nobles. La razón es que el acoso y derribo al que sometían sus víctimas se les volvió en contra cuando la Policía Local decidió aplicar una estrategia que militarmente se conoce como el movimiento de pinza.

Código Penal y ordenanza

Por un lado, la reforma del Código Penal, que ya considera delito de hurto la suma de cuatro faltas, supuso un gran respaldo al trabajo diario de los agentes, que antes de la reforma se traducía en impotencia cuando se encontraban con las mujeres en la calle horas después de haber pasado por el juzgado. A ese respaldo legal se suma la ordenanza municipal para la Garantía de la Convivencia y la Protección del Espacio Urbano, una normativa que prohibe este tipo de venta en la calle y que el cuerpo municipal ha aplicado al pie de la letra con sanciones de hasta 167 euros. En este caso, los agentes advertían a las mujeres que sorprendían ejerciendo esta actividad de que la reincidencia podría suponer su denuncia ante la autoridad judicial por la presunta comisión de una falta de desobediencia prevista en el artículo 634 del Código Penal. Esto supuso que muchas de estas mujeres fueran condenadas como autoras de faltas contra el orden público con penas de multa que van desde los 180 euros a los 900, así como al pago de las costas procesales.

Sin embargo, la lucha no fue fácil. Durante todo este proceso, la estrategia de estas mujeres, que solían actuar de forma organizada también se adaptaba a las circunstancias. En su etapa más álgida, incluso se hicieron con el Paseo de España, la zona del parque que da al Paseo de los Curas, para acechar a los turistas que llegaban en los cruceros. Tal y como publicó en su día este periódico, tanto claveleras como descuideros controlaban los horarios de llegadas y partidas de los cruceros. Sobre todo las salidas, ya que los cruceristas suelen con prisas para no perder el barco y en el caso de ser víctima de un hurto no pierden el tiempo en denunciar.