Vicente tiene una finca de aguacates y mangos en la margen derecha del río Vélez. Hace dos años de la última gran oleada de robos en el subtropical axárquico. Desde entonces tiene la que considera como «mejor receta» para luchar contra los hurtos de fruta: el establecer su domicilio en la propia parcela que cultiva. «Entre los perros, que ladran en cuanto pasa alguien, y los vehículos en la puerta, que alertan de que estamos noche y día aquí, está uno tranquilo». No es plan, como explica, de jugarse el trabajo de todo un año «a cara o cruz». Bastante penurias pasa para sacar adelante el campo, como para encima «regalarle todo a cualquier delincuente».

Él sabe perfectamente que este año habrá mucha menos vigilancia en el campo. «Si Asaja, el sindicato al que pertenezco, dice que no hay apenas denuncias, yo puedo asegurarles el motivo: el agricultor se ha cansado de ir al cuartel. Porque no sirve de nada. Los ladrones saben que hasta los 300 euros no cometen delito. Pero es que encima no hay dinero para reforzar las patrullas ni en las ciudades», argumenta.

En otro pago de Vélez Málaga, denominado La Crujía, José Calderón conversa con Eduardo Vela. Al primero se le acerca la primera cosecha de mangos. Es novato en cuanto al cultivo de esta variedad. «Aquí tenemos cerca una de las fincas más grandes de la zona, la de Eduardo Brau, que tuvo que poner vigilancia privada para que no se llevasen más fruta. Esperemos que no nos toque hacer este año lo mismo».

No volverán a denunciar Relatan que los ladrones conocen perfectamente cómo «dar los palos sin que te enteres». Llegan de día, observan las fincas con disimulo, anotan hasta el último detalle, y luego por la noche, ante el silencio que suele reinar en áreas como Triana -bien comunicadas por carretera con las grandes autovías costasoleñas-, «te dan sin ruido el golpe que acaba con tus ilusiones de un año». Lo más duro es que si son sorprendidos con los primeros rayos de luz, «como se conocen todos los trucos, puede que los pillen con una bolsa y digan que era para llevarse algo a la boca porque viven en la penuria».

Vicente señala al respecto que toman generalmente bolsas pequeñas y atacan a los árboles, sin poner cuidado en la fruta verde -de manera que a veces destrozan más por el daño que dejan en el camino que por la propia producción robada-, lentamente. El vehículo han podido dejarlo lejos de la finca, con la intención de disimular la carga total y de desentenderse del mismo si son interceptados por algún agente o sorprendidos por el propietario.

«En medio de la crisis, si no se puede demostrar que es un ladrón y te hace creer que en efecto lo que lleva es por hambre, difícilmente se les puede inculpar siquiera por el hurto cometido». Vela recuerda que su familia denunció un robo hace años «y pasó más tiempo en el juzgado, teniendo que justificar que los ladrones estaban llevándose la fruta, de lo que esperaban». De esa forma, como consecuencia de las molestias que les acarreó el procedimiento, ya no han vuelto a cursar denuncia alguna.

Es uno de los graves problemas que Asaja va a debatir justo en unos días con agentes de la Guardia Civil. La desidia de los agricultores a la hora de plantear las denuncias no puede ser considerada como argumento a la hora de mantener o no los dispositivos de vigilancia en el campo. El Ayuntamiento de Vélez, por ejemplo, ya puso la voz de alerta durante la campaña pasada, al registrarse más robos como consecuencia de la crisis y de los altos precios que habían alcanzado distintas variedades de aguacate y mango.

El reto, como explican los afectados, es implicar a unas administraciones «cada vez con menos recursos y más endeudadas» en un asunto «tan complejo» como es el de vigilar cientos de hectáreas en las que la «veda» sigue abierta.

Se avecina una de las peores campañas de estos últimos años Antonio Miguel López, productor de mango, considera que esta campaña va a ser bastante especial «en todos los sentidos». El agravamiento de la situación de muchas familias, que han agotado las compensaciones por desempleo, hará que puedan incrementarse los intentos de robo en el campo, en relación a otros años.

Pero al mismo tiempo, debido a lo húmeda que fue la pasada primavera, se espera una de las peores cosechas de los últimos años en cuanto a kilogramos por árbol en la mayoría de variedades del mango. «Esperemos que la poca fruta que vamos a poder vender no acabe en los bolsillos de otros. Estás un año entero pagando los cada vez más importantes gastos que tienen estas fincas y, encima de que hay poca fruta, no puedes arriesgarte a que se lleven lo tuyo sin ningún reparo», concluye. f. e. vélez málaga