La fachada principal de la Catedral se convirtió ayer en el centro de la fe de los malagueños. En la escalinata de la plaza del Obispo se instaló el altar que presidió el Santísimo Cristo Resucitado y desde el que se recorrió el camino de la fe de María, hilo conductor del Mater Dei.

A la hora prevista, las 19:40, comenzaba el acto con el canto de entrada, por el grupo instrumental Ministriles Hispalensis, que interpretó Janequin/Verdelot Batalla a 5, del Cancionero del Duque de Lerma, que data de 1606. El obispo de la Diócesis, Jesús Catalá, dirigió el rezo del Magnificat y recibió a todos el público presente con el rezo del Salve Madre.

El acto se desarrolló con la presidencia del obispo y desde dos ambones en los que se situaron el diácono, que realizó las lecturas bíblicas, y los lectores de las reflexiones acerca de los citados textos. Fueron siete cofrades quienes se encargaron de exhortar a los presentes a seguir el modelo de fe de la Virgen.

Camino de la fe

La Virgen de la Trinidad fue la primera en pasar por la plaza del Obispo. Tras la lectura del texto del libro del profeta Isaías, Inmaculada Rojas reflexionó: «La fe de María tiene su fundamento en el misterio de la Santísima Trinidad. El Dios Cristiano es el Dios Trinidad. Es comunión de vida y amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. María es la Madre de Dios».

Con el Ave María de Tomás Luis de Victoria, entraba la Virgen de la Concepción. La Anunciación como principal acto de fe, del Evangelio de Lucas invitó a la reflexión de María Victoria López: «El misterio de la Anunciación de María es el acontecimiento que desvela en germen toda la fe de la Virgen María».

La buena nueva de la Encarnación, felicidad de la fe fue reflexionada por María Lozano, de los Dolores del Puente: «Desde los primeros instantes de su maternidad divina, ella participa de la presencia encarnada del verbo de Dios». Con el Salve Regina interpretado por los Ministriles se despedía la Virgen de la Encarnación.

María Santísima de Gracia y Esperanza fue la cuarta imagen en invitar a la reflexión a su paso por la plaza del Obispo. Antonio Palomo leyó: «María es la llena de gracia. La gracia que Dios da a María es el mayor don que criatura alguna puede recibir. María experimenta esta gracia divina como fuerza y esperanza para su vida».

La caridad de la de María, fe en la misión del Hijo fue el centro de la reflexión que realizó el agustino Fray Justo Díaz: «María vive su caridad en un acto de constante entrega a la voluntad del Padre y a la misión de su Hijo; no conoce titubeos ni reservas, no pide nada para sí».

La Virgen de Fe y Consuelo, al pie de la Cruz como consuelo de la Humanidad sirvió de reflexión a Manuel Tello: «Jesús en la cruz salva a todos. Por eso, María es la perfectamente salvada.

Al paso de la Reina de los Cielos, bajo la iconografía de la Asunción de la Virgen como regalo del Padre a su fe, Gonzalo Otalecu reflexionó: «En la Madre de Jesús, la fe ha dado su mejor fruto, y cuando nuestra vida espiritual da fruto, nos llenamos de alegría, que es el signo más evidente de la grandeza de la fe».

El acto concluyó con la intervención del obispo y el rezo de la oración del Mater Dei y el Credo de los Apóstoles. En la procesión de salida el grupo Ministriles Hispalensis interpretó la obra Timor et Tremor, de Orlando di Lasso, una composición del siglo XVI, como canto de salida al acto litúrgico.

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