La Madre de Dios quiso salir, aunque lo hizo con 15 minutos de retraso. El tiempo supo comportarse ante tan magna realeza pastoril. La Divina Pastora de las Almas inauguraba el Mater Dei en la calle. Era temprano en Capuchinos y, aunque no llovía después de toda la noche haciéndolo, la congregación optó por posponer la salida del cortejo hasta las diez menos cuarto, debido al pronóstico meteorológico. Había margen para llegar a Santiago y presidir el Rosario de Estandartes.

La Virgen salió desde su sede canónica en su nuevo trono procesional, un cajillo realizado en madera tallada y dorada por lo talleres de Domingo García Chahuán, de Alicante. De gran apariencia. Refulgente. Apropiado para la imagen. Con espejos que asomaban entre las volutas de rocalla y santos y beatos de íntima vinculación con la congregación, franciscanos y capuchinos. Le faltan los arbotantes, que estrenará en la procesión de alabanza de mayo.

La Divina Pastora iba acompañada por los estandartes de las distintas cofradías y hermandades de Capuchinos. La música la ponía la coral de San Pedro Apóstol de Cártama.

Pastora Reina

La Virgen no lucía su tradicional pamela, atributo pastoril, sino que lleva sobre su cabeza una corona de plata del siglo XVIII cedida por una imagen mariana que recibe culto en la iglesia de San Sebastián de Antequera. Asimismo, llevaba terno bordado en oro sobre tisú de plata y manto celeste, ambas obras de Sebastian Marchante. En su mano izquierda, el báculo. El exorno floral estaba compuesto por cuatro grandes centros de nardos en las esquinas y risco con especies naturales en las que predominaba el color morado, unas grandes y pocos usuales flores de forma esférica denominadas alium gladiator y rosas de pitiminí. El Divino Pastorcillo iba a los pies de la Virgen, en la delantera del trono, que anduvo diligente por la Carrera de Capuchinos y la calle Refino, con portadores que vestían traje oscuro. Tampoco llevaba el tradicional granado que cobija a la Señora en su salida.

En Frailes, fue recibida por la hermandad de los Gitanos, que incorporó su estandarte a la comitiva después de una petalada y la actuación de la capilla musical del Carmen Doloroso, que interpretó una adaptación de Divina Pastora, de Francisco Javier Moreno, que estuvo acompañando a la Virgen desde su salida.

La llegada a Santiago fue puntual, aunque se hizo esperar, ya que había que retirar las patas del trono. Una estampa inédita de la Divina Pastora bajo las naves de este templo. Mientras, las representaciones de las cofradías iban llegando por la calle Granada con sus estandartes.

A las 12.00 horas comenzaba el rosario hasta la plaza del Obispo. Multitud de personas se congregaba en las calles para ver la primera procesión del Mater Dei. En San Agustín casi no se podía caminar.

Música antigua

El grupo Ministriles Hispalensis, formado por instrumentos antiguos como corneta, sacabuches, bajón, bajoncillo, chirimías y timbal, interpretaba piezas sacras entre misterio y misterio. El rezo fue seguido con respeto. Muy participativo, mientras que la comitiva, compuesta por todos los estandartes escoltados e iluminados por faroles, se dirigía hacia la plaza del Obispo, donde se iba a producir el encuentro con el Señor Resucitado, que ya presidía el altar en el atrio principal de la Catedral. La representación corporativa de la congregación, con su guión y bastones, iba detrás del trono de la Virgen.

Los estandartes ocuparon su lugar en la escalinata, mientras que la junta de gobierno de la Agrupación se situó en el centro, a los pies del Cristo de José Capuz. El trono de la Pastora hizo la maniobra y se puso en posición perpendicular a Molina Lario, conformando una estampa histórica, con el Palacio del Obispo como telón de fondo. Había terminado el rezo público del Santo Rosario. Ahora había que volver a Capuchinos. Para ello, la banda de música de la Esperanza ya esperaba a los pies de la torre mocha de la Catedral.

La primera marcha que atacó fue el estreno: Mater Dei, de José Franco Ribate, compuesta a principios del siglo XX y rescatada para la ocasión. El redoble marinero aportaba solemnidad y recordaba a la Armada y al Jueves y Viernes Santo malagueño. A continuación interpretó Reina y Madre de Capuchinos, de Sergio Bueno, cuando la imagen ya se había adentrado en Molina Lario, buscando las calles que la conducirían de nuevo a su barrio. Lleno. No sólo malagueños. Muchísimos cofrades foráneos que incluso ya habían participado el día anterior en la histórica jornada de besamanos.

Cuando la procesión discurría por Calderería comenzó a chispear. Era un aviso. Al instante se puso a llover con cierta intensidad, lo que obligó a acelerar el paso. Cambió también el redoble. Calderería, Casapalma y Cácer se hizo a un ritmo muy veloz. La Virgen tuvo que ser incluso protegida por un plástico. Sin embargo, al llegar a la calle Refino, todo volvió a la normalidad. La procesión recuperó los cánones. Ya no hacía falta protección. Había salido el sol. Hacía calor. Así que volvió la cruceta prevista, como Reina de los Ángeles, Reina del Carmelo o Divina Pastora, a la altura de la Alcubilla de la Carrera de Capuchinos.

El encierro sí que se produjo algo antes de lo previsto, pero a pesar del susto, la Pastora, la regia y soberbia escultura de José Montes de Oca, se pudo lucir y causó admiración en propios y extraños. El Mater Dei procesional había comenzado de forma inigualable. Maravillosa manifestación de piedad mariana vivida en las calles de Málaga. Quedaba la Magna.