La investigación en torno al robo de más de 120 kilos de cocaína en el depósito de Sanidad Exterior del puerto de Málaga suma ya casi una treintena de detenidos. A pesar del blindaje informativo al que oficialmente está sometida esta segunda fase de la denominada operación Gaviota, fuentes cercanas al caso confirmaron a este periódico al menos 20 nuevos arrestos que habría que sumar a los seis anunciados en el mes de abril como presuntos autores materiales del golpe.

Si entonces el perfil de los arrestados fue más alto con nombres como el de los famosos aluniceros y butroneros Niño Sáez, El libanés y varios de sus colaboradores, los investigadores tampoco restan méritos a sus capturas realizadas durante el pasado verano, ya que consideran que entre ellas se encuentran personas cuya labor resultó fundamental para asestar uno de los golpes más espectaculares que se han dado en la historia de Málaga.

En ese grupo destaca la presencia de los miembros de una banda especializada en asaltos por el método del butrón afincada en la Costa del Sol y compuesta por varios españoles a los que la policía ya seguía la pista antes del robo del puerto por otros delitos. Tal y como informó este diario cinco meses después del asalto al depósito, la Udyco puso sus ojos sobre este grupo tras encontrar en la fábrica de una multinacional asaltada en Algeciras una huella similar a la hallada por la Policía Científica en las dependencias de Sanidad Exterior tras el robo. Para apuntalar sus teoría, la policía comprobó que estos individuos compraron unos sopletes poco antes de que se produjera el robo. Si en un principio se habló de potentes lanzas térmicas, más tarde se comprobó que dichas herramientas no eran tan sofisticadas, aunque sí suficientes para atacar la cámara acorazada cortando los anclajes y las bisagras de la caja fuerte como si fueran mantequilla.

Otro de los pilares de la investigación es que Niño Sáez, El libanés y compañía supuestamente intentaron asaltar el depósito de drogas de Toledo antes que el de Málaga sin éxito. Sin embargo, aprovechando la infraestructura creada y sus contactos en la Costa del Sol presuntamente ejecutaron un plan calculado al milímetro. De la misma manera, la Udyco cree que el trabajo de estos viejos conocidos de la policía pudo ser por encargo de un grupo de narcotraficantes. Esto explicaría la rápida distribución de la cocaína en un mercado de la droga que los investigadores sitúan en Madrid. El razonamiento es que, tras el robo, allí se llegó a ofrecer el kilo de cocaína a unos 32.000 euros, 6.000 menos de lo habitual. Esto no quita que antes de llegar a la capital de España la droga pudo estar un tiempo oculta en una nave cercana al lugar en el que fue encontrada semicalcinada la furgoneta robada que utilizaron en el asalto.

El robo El asalto a la nave y a la cámara acorazada en la que almacena y analiza la droga intervenida por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, se produjo el sábado 12 de noviembre de 2011. El lunes siguiente, a las 7.00 horas, un empleado de la empresa de seguridad encargada de vigilar las instalaciones dio la voz de alarma al presentarse en su puesto de trabajo. Encontró el bombín de la cerradura de la nave reventado, el interior revuelto y los sistemas de seguridad inutilizados. Una inspección más detallada puso de manifiesto que se trataba de profesionales, ya que los autores desactivaron la alarma que estaba conectada 24 horas con el puesto de la Guardia Civil y la central de una empresa de seguridad privada, doce detectores sísmicos que sirven para registrar vibraciones y perforaciones y diez detectores de movimiento. Eso les permitió trabajar con calma el acceso a la cámara acorazada.

Poco después se supo que las 15 cámaras de seguridad de las dependencias de Sanidad Exterior dejaron de funcionar aquella noche de sábado. El circuito cerrado formado por cámaras exteriores e interiores dejó de enviar señales al puesto que la Guardia Civil posee a algo más de cien metros de distancia. Las pantallas «se ensombrecieron», como se suele decir en el argot de los agentes, y al parecer no era la primera vez que pasaba. Los guardias civiles comunicaron inmediatamente la anomalía a sus superiores de la compañía en el puerto y éstos enviaron a una patrulla para que se acercara a las instalaciones. Aunque los agentes inspeccionaron el exterior de la nave, no apreciaron nada extraño y se marcharon. Fuentes del instituto armado aseguraron entonces que el incidente fue catalogado como «una interrupción del suministro eléctrico».