Soliva es una avanzada del progreso, una isla urbana que se adentra en el campo, de momento con más inconvenientes que ventajas, pues faltan los equipamientos en un lugar casi de estreno.

A dos pasos del barrio, por un sendero junto a la moderna avenida del pintor Rodrigo Vivar, un pastor continúa paseando a su rebaño de cabras y ovejas, con el Puerto de la Torre al fondo.

La desecada laguna de Soliva se ha convertido en un símbolo de la lucha vecinal contra unos políticos más pendientes de agradar a las constructoras que de la calidad de vida en el barrio. Los argumentos de nuestro alcalde, amparado en informes municipales y de la Junta que niegan valor ambiental a una laguna recién nacida, resultan difíciles de comprender, pues con idéntico razonamiento la laguna de la Colonia de Santa Inés sería hoy una urbanización con casas y pasos de cebra.

Esta metedura de pata y falta de sensibilidad medioambiental (a juicio de un servidor y de muchos vecinos), no quita para que el barrio tenga una preciosa zona verde, aprovechando la vecindad del arroyo de las Cañas, que tras abandonar el campo serpentea entre los polígonos industriales hasta desembocar en el Polígono Guadalhorce, a pocos metros del puente de la avenida de Velázquez.

El parquecito se encuentra entre la calle que homenaje al teólogo José María González Ruiz y el colegio dedicado a la rectora Adelaida de la Calle. Barandillas de madera, junto a la explanada del centro, protegen del desnivel del terreno.

En octubre el arroyo corre con agua, abunda la sombra y se escucha el batir de los árboles. El parquecito, con algún pino y palmeras, parece continuar este paisaje de ribera. Hay bancos, pequeños paseos y un fastuoso parque infantil.

La abundancia de zona verde, las vecinas casas y el precioso y moderno colegio dan a este parquecito de Soliva, con los montes al fondo, una apariencia de verano escandinavo.

Paradójicamente, el parque nos da una idea de cómo podría quedar la zona verde de la laguna de Soliva si nuestro alcalde le pusiera un poco de cariño, visitara la zona con los vecinos y apartara la vista de tanto informe prematuro.

Las nuevas sedes

Entre las muchas expresiones que nos están dejando en herencia nuestros políticos, y que están calando en los medios de comunicación, resalta por su cursilería el sustituir, «lo dijo en el Parlamento» por «lo dijo en sede parlamentaria».

Como los juzgados tampoco resultan lo suficientemente prestigiosos para nuestros estirados próceres, también se está extendiendo la expresión, igual de cursi «en sede judicial».

Siguiendo la memez, si algún día usted se queja en las Urgencias del Carlos Haya porque algo le duele, sepa que lo hará «en sede sanitaria» y si se trata de gritar de miedo o júbilo subido a una atracción de la Feria de Málaga, debe ser consciente de que grita «en sede lúdico-recreativa». Camino vamos.