El pasado sábado el autor de estas líneas, que es un bien pensante por naturaleza, no se creía que la travesía del Pintor Nogales, la cuesta entre la Aduana y la Alcazaba, permanecería como se encuentra en la actualidad.

No cabía en cabeza humana que después de dos años de trabajo, esta calle, que tiene a un lado el Palacio de la Aduana y a otra la Alcazaba de Málaga, iba a terminar con un acabado tan cutre.

Más de una vez, vecinos de Málaga se han quejado del acabado apresurado de algunas promociones de viviendas sociales.

Lo que uno no se esperaba es que el mismo problema se presentaría en las obras del entorno del Palacio de la Aduana. La impresión general es que parece que se ha acabado el dinero y no ha habido suficiente para terminar el nuevo pavimento de esta famosa cuesta.

Pero no, uno de los arquitectos responsables, Fernando Pardo, confirmó ayer a este cronista que la obra ha concluido y defendió la terminación, resaltando que se ha colocado un producto «de primera calidad» habitual en muchos parques del mundo. El propósito: crear una transición entre el pavimento y el muro.

Y sin embargo, doctores tiene la Iglesia y técnicos la Junta y el Ayuntamiento, para haber descartado la colocación de este producto, que ha terminado por deslucir todo el trabajo previo.

Este mismo tipo de terrizo compacto -no daremos marcas- es el que, deshecho por las lluvias, dejó hace un año profundos surcos en los senderos del parque Virgen de Araceli en Teatinos, como denunció la asociación de vecinos a finales de 2011.

Y parece que el invento de Pintor Nogales va por el mismo camino. Las madres con carritos de bebés y ciclistas dejan surcos en el producto y como es lógico -salvo para quienes lo han escogido- la tierra además se desperdiga por el pavimento, ofreciendo una imagen profundamente cutre y de terminación precipitada. Ojalá no empeore cuando llueva.

Ayer por la mañana los bancos sin respaldo (otra sorprendente elección, pensada para una mayor comodidad de turistas y autóctonos) amanecían ensuciados por las pisadas de los niños, encantados de espurrear una suerte de gravilla blanca que hay en la superficie.

Ayer en el Ayuntamiento algunas mentes pensantes (que las hay) no salían de su asombro ante este desafortunado final. La paradoja es que las obras han sido realizadas por la Junta de Andalucía pero es Urbanismo el que les da el visto bueno.

Si recordamos las colaboraciones más sonadas entre estas dos administraciones, comprobaremos que a la coordinación de socialistas y populares Málaga le debe los recientes merenderos ciclópeos de La Malagueta y el futuro Málaga Palacio de Hoyo de Esparteros -junto con la posterior muralla de viviendas que ocultará la vista del Centro desde La Trinidad-. El panorama es desolador.

En el Consistorio duerme el sueño de los justos el precioso pavimento de los años 20 que ha sido sustituido por este terrizo tan poco digno con el entorno. Aún hay tiempo de arreglar el entuerto o, en último extremo, de disimularlo.