Brotes verdes. Reactivación. Vuelta. Sonrisa. El discurso de la recuperación se ha convertido esta semana en la auténtica salmodia del Gobierno. La salida de la recesión, que no de la crisis, ha infundado ánimo, aunque los únicos datos verdaderamente objetivos que hablan de revitalización se refugian todavía en el turismo. En el sector, y especialmente después de este verano, hay argumentos para oponer algo de fe a la cascada irrestañable del paro. Sin embargo, ni siquiera en la industria todo son síntomas de euforia. La Costa del Sol crece y eso es incontestable, pero, más allá de los números, aún falta para recobrar el tono y la piel que precedió al desastre.

La provincia, al igual que el conjunto de Andalucía, va camino de culminar un año de récord. Las pernoctaciones acumulan un subida de 5,81 puntos y aumentan ya a un ritmo parecido al de 2008, aunque, eso sí, con peor rentabilidad económica y unas cifras de empleo que difícilmente casan con el clima generalizado de euforia. Y lo que tampoco deja de ser importante: la mejor noticia turística del curso, la resurrección de la demanda nacional, que sigue aturullada en el resto de destinos de España, tiene letra pequeña. Sobre todo, en lo que respecta al consumo y al comportamiento de los turistas.

La persistencia de la crisis ha modificado sustancialmente las costumbres turísticas de las españoles. El cambio más evidente se refiere lógicamente a la inhibición; al descender los recursos han caído también los viajes, si bien con efectos más complejos, como los que se han detectado en los últimos meses. Es lo que los expertos denominan como teoría de la proximidad: una tendencia, en este caso, forzosa, de redirigir las vacaciones hacia lugares más cercanos. Entre ellos, Andalucía. Según el informe del Plan Director de la Consejería de Turismo y Deporte, solamente el 6,7 por ciento de los españoles se desplaza al extranjero. Y, además, de los que optan por el turismo doméstico una gran mayoría se decanta por la comunidad, si bien con un presupuesto que todavía anda bastante deprimido. Especialmente, si se compara con el que manejan los turistas de otras naciones.

Con un recuento de pernoctaciones que por primera vez en los últimos tiempos supera al de los extranjeros -entre enero y septiembre los españoles suman 18.235.157 estancias en la comunidad por 17.306.143 de los foráneos-, el mercado nacional recupera su sitio en la Costa del Sol, pero en un formato sensiblemente más morigerado que en la época de bonanza. Las diferencias, de nuevo, apuntan al Plan Director, que refleja, incluso, una estancia media que ya puntea por debajo de la rusos, británicos, alemanes, belgas u holandeses.

De acuerdo con el informe, los españoles permanecen en Andalucía alrededor de 8 días. El promedio, sin ser pobre, está lejos de la sacrosanta quincena de otras temporadas y al mismo tiempo de la estadía que protagonizan los anteriores mercados, que, en su mayoría, superan las 10 jornadas pese a proceder de puntos considerablemente más lejanos.

Los datos, en este sentido, son un reflejo de las variables macroeconómicas. Los españoles, todavía lastrados por el ritmo interno de las finanzas, no se atreven con grandes desembolsos y la distancia se percibe fundamentalmente en el gasto en destino. Los turistas nacionales se dejan por día en la Costa del Sol alrededor de 57 euros; una cantidad, que si bien resulta hasta esforzada teniendo en cuenta la depreciación de los salarios, no llena las arcas de los hoteles y de los restaurantes con tanta suficiencia como la que concierne a otros países. Sin ir más lejos, en el entorno europeo, franceses, holandeses y belgas rebasan los 90 euros de inversión diaria en sus visitas a Andalucía. Por no hablar, por supuesto, de los rusos, que se han colado por méritos propios en la lista de mercados prioritarios de la Junta de Andalucía. Y con una fuerza espectacular. Tanto en el régimen de crecimiento como en lo cualitativo.

A pesar de que su presencia en la Costa del Sol constituye todavía una novedad relativa, los turistas del antiguo gigante soviético van camino de reventar las cifras que normalmente descollan en el destino. De momento, son los que más gastan. Y con una gran diferencia: 163 euros por persona y jornada. O lo que es lo mismo, más del doble de la inversión de británicos y alemanes, quienes todavía ejercen de principales aliados turísticos de la provincia y de Andalucía.

La generosidad de la que hacen gala los rusos cobra más intensidad cuando se compara con la del resto de turistas. Gran Bretaña y Alemania no se acercan a la cifra ni siquiera sumando sus respectivos indicadores, aunque conservan intacto su prestigio en cuanto a cuota de mercado en la región. De hecho, representan conjuntamente más de un tercio de los turistas extranjeros y el 40 por ciento de las pernoctaciones -los británicos son líderes absolutos en la provincia-. Además, todos estas naciones, a las que secundan en el gesto los portugueses, tienen una valoración alta de la comunidad. Superior, incluso, a la de los españoles, a los que quizá les cueste más asumir que los precios no hayan descendido con tanta violencia como los salarios en muchos ámbitos de la economía.

Otro aspecto en el que se que manifiesta la debilidad de la demanda nacional estriba en la restauración. Los españoles, otrora magnánimos en la barra de bar y en el chiringuito, se han vuelto imperiosamente frugales. Tanto que ya ni siquiera son los que más porcentaje de su presupuesto se dejan en la hostelería. Los británicos, mucho más propensos en otro tiempo a viajar con todos los servicios contratados, invierten el 45,6 por ciento de su bolsa de viaje en este tipo de servicios.

Fórmulas hacia el futuro

Sin duda, todos estos movimientos, anotados en el Plan Director, indican que la recuperación del turista español todavía está pendiente de nuevos impulsos, seguramente indefectibles del rumbo general que tome en los próximos meses la economía. En cualquier caso, se ha conseguido en pocos meses lo más difícil: invertir la tendencia que había desinflado en los últimos años los datos estadísticos. La demanda doméstica ya no es un óbice a la hora de contabilizar pernoctaciones y turistas, sino una virtud. Y, además, muy seria. Y en contradicción con la tendencia del resto de zonas turísticas.

Precisamente, el plan director de la Junta, que se compromete a mantener el presupuesto en promoción del pasado año, alrededor de 25 millones de euros, coloca a España entre los objetivos fundamentales de trabajo. El documento, presentado recientemente, se impone, en palabras del consejero de Turismo y Deporte, Rafael Rodríguez, como «una hoja de ruta» para aproximar a la industria a los objetivos que se le resisten: fundamentalmente, la rentabilidad, que descendió en los primeros años de crisis más de un 2 por ciento, y el empleo.

Buena parte de la capacidad del sector para crear puestos de trabajo dependerá de la capacidad de inversión de los turistas. En este sentido, la estrategia de la administración pasa por profundizar en los mercados tradicionales y explotar los emergentes. Entre estos últimos, los que cuentan con mejores números, como es el caso de los rusos. En total, tres líneas de acción y 83 tácticas para aprovechar un momento que se presume histórico para el sector; la oportunidad de dar el estirón y dejar finalmente atrás la estela de la crisis.

Líder en tiempos de depresión profunda

La debilidad que muestra el mercado español en el consumo no empaña, sin embargo, la inmensa alegría reportada al sector por la vuelta del mercado a las cifras positivas. La evolución de la demanda ha sorprendido, incluso, a los propios gestores turísticos, que, en principio, vaticinaban un freno en la caída. Andalucía, con la Costa del Sol como estandarte, ha sido la única comunidad que este año ha registrado una subida de turistas nacionales. Y, para colmo, a lo grande, superando, incluso, los excelentes resultados de los internacionales. El verano ha afianzado la tendencia, hasta el punto de cosechar para la región más de 11, 4 millones de pernoctaciones protagonizadas por españoles. En el cómputo del año, la segunda zona del país más frecuentada por la clientela doméstica, Comunidad Valenciana, se sitúa 4 millones por debajo.