­José García es el cura de Sedella, pero también lo es de Canillas de Aceituno. De una a otra parroquia hay apenas ocho kilómetros, pero el trazado es uno de los más complicados de toda la provincia: «No caben dos camiones o autobuses en sentido contrario y no se producen accidentes porque los conductores suelen conocer la carretera y saben dónde parar».

El Obispado de Málaga es consciente, según indican sus máximos responsables, de que le asignaron «uno de los emplazamientos más complicados». Pero de lo que no ha recibido hasta ahora notificación alguna es de que José podría pintar casi con los ojos cerrados «las 86 curvas que hay en esos kilómetros». ¡Se las sabe de memoria y las tiene contadas!

El Apostolado del siglo XXI esconde aún multitud de historias de «evangelistas» a toda velocidad, a los que les va la vida poder cumplir con puntualidad ante cada una de las comunidades religiosas que dependen de ellos. A Francisco Sánchez, párroco de Benamargosa o Comares, numerosos vecinos le confundieron con un delincuente al ver que una patrulla de la Guardia Civil le perseguía con señales luminosas y acústicas. Bajó del coche y tuvo que explicarle a los agentes que se trababa de una «emergencia religiosa en otra de sus parroquias».

Porque más de un cura debería ir provisto de sirena en su utilitario. O si no que se lo pregunten al párroco Luis Miguel Aguilar, que hasta hace unos días permanecía al frente de hasta seis parroquias de la Axarquía más oriental: Cómpeta, Canillas de Albaida, Árchez, Sayalonga, Corumbela y Algarrobo. Rezando ha pasado los días, y nunca mejor dicho, para que no se acumulasen diferentes defunciones casi simultáneas.

Francisco Sánchez subraya una metodología que puede escapar al más beato de sus feligreses: «Yo lo estoy llevando lo mejor que puedo. Sin agobiarme. Por ejemplo, como paso gran parte del día en el coche, tengo instalados en él los medios apropiados para poder dedicar los trayectos entre parroquia y parroquia a la oración de las horas. Es lo que me ha tocado ahora mismo», argumenta.

Explica por otra parte que la comarca de la Axarquía alberga, precisamente en localidades rurales, como es el caso de Benagalbón o Macharaviaya, a dos párrocos de origen rumano que en ambos casos responden al nombre de Sergi. «Son dos ejemplos más de curas que tienen que recorrer muchos kilómetros a la semana. Pero es lo que tenemos encomendado y somos muy vocacionales».

Acerca de la tarea de coordinador o dinamizador que como arcipreste tiene encomendada, Francisco recuerda que sus 100 kilómetros semanales para cubrir las parroquias que tiene asignadas se multiplican por cinco: «Jesús, el obispo de Málaga, me encomendó hace cuatro años la labor de ser arcipreste de la Axarquía interior y por este motivo tengo periódicamente multitud de reuniones y el desplazamiento fijo hasta Málaga. Además debo visitar a todos los párrocos. Supero la cifra de 500 kilómetros semanales, que suelen ser al menos 2.000 mensuales».

Otras gratificaciones

José García manifiesta que aunque tiene que desarrollar su vocación sacerdotal en vías locales cuyo firme en ocasiones no presenta las mejores condiciones e incluso recorrer cerca de medio centenar de kilómetros diarios para impartir clases en Segundaria, «la vocación tiene sus gratificaciones».

En este sentido reconoce que la entrega a Dios está por encima de las circunstancias adversas que puedan presentarse en la carretera. «Que la gente responda y se entregue en su parroquia a lo que estás haciendo compensa mucho todo el esfuerzo y trabajo que tienes que hacer», concluye.

Y algunos de estos curas añaden que, por mucho que puedan parecer elevadas estas distancias, a otros sacerdotes malagueños se les ha encomendado, por «voluntad de Dios», espacios muchísimo más amplio. Es el caso de tres párrocos de la provincia que atienden en Caicara del Orinoco, en Venezuela, una extensión de más de 45.000 kilómetros cuadrados.

En efecto, Juan Manuel Barreiro, con más de una década como misionero, Juan Jesús Báez y Manuel Lozano están al frente de la labor diocesana que comprende el extenso municipio de Cedeño del Estado Bolívar, en el centro-sur de Venezuela. Argumentan los que están aquí, en la provincia malagueña, que ni las peores vías españolas pueden equipararse a las rutas rurales de las coordenadas cercanas al Ecuador.

«Lo importante es sentirte en todo momento arropado por Dios. Él nos guía para llevar el mensaje del Evangelio a todos los pueblos. Ni todas las curvas del mundo son suficientes para detener el camino», señala otro de los párrocos que desempeña su labor en la Serranía rondeña y que ha tenido que acudir en estos días al Obispado para transmitir documentación sobre sus feligreses.

De esa misma demarcación geográfica, un mismo sacerdote está al frente de los municipios de Gaucín, Estación de Gaucín, Benarrabá y Benadalid: Rafael Navarro. «Muchas veces el miedo no lo vives en primera persona, sino que corresponde a quienes te rodean y saben de las carreteras por las que pasamos todos los días», manifiesta.

Una de las dificultades que demuestra esta situación es la progresiva disminución de las ordenaciones en la provincia. Lo reconoce José García, «que se vuelve loco cada vez que se incorporan nuevos nombres a la lista de sacerdotes de la Diócesis de Málaga». En localidades de la Axarquía situadas a las faldas de la cima provincial, La Maroma, incluso alguna vez se han suspendido ceremonias porque la carretera ha quedado bloqueada por la nieve. Antes había un cura por parroquia y no se daban estas situaciones, per ahora, cada vez, es más común.

Francisco Sánchez«Un día me tuve que saltar un stop y la Guardia Civil me persiguió hasta con las luces»

Francisco Sánchez, a sus 43 años de edad, es el actual arcipreste de la Axarquía interior. Se encarga de coordinar la labor sacerdotal de un total de 14 curas, en su mayoría encargados de desempeñar el ministerio eclesiástico en más de una parroquia. En su caso, sólo para cubrir los horarios de cultos en Benamargosa, Comares, Salto del Negro o Triana debe hacerse más de 100 kilómetros semanales.

«Se producen situaciones de lo más extraño porque a veces vas con el tiempo justo, ante cualquier retraso o imprevisto, y pasa lo que pasa. Un día me tuve que saltar un stop porque no llegaba a un culto y de repente la Guardia Civil, que venía detrás y me había visto, me empezó a perseguir hasta con las luces». Francisco tuvo que explicar que le estaban «esperando desde hacía rato» y así logró evitar la sanción. Otra complicación añadida es la de «hacer entender en cada pueblo que llevas más de una parroquia y que tu tiempo es limitado, por lo que no queda más remedio que seguir una agenda».

José García«Sólo para ir a dar clases a un instituto tengo que recorrer a diario más de 40 kilómetros»

José García tiene 40 años. Su labor como párroco no concluye cuando ha cerrado su cuadrante para oficiar misas y ceremonias en Sedella, Canillas de Aceituno y Salares, además de otras pequeñas localidades del entorno. A diario tiene que recorrer 44 kilómetros adicionales, hasta Periana, donde imparte clases en Secundaria.

«Más de una vez me han llamado en horario de mañana, mientras estaba con los alumnos, y me han comunicado que tenía una emergencia. Porque, en ocasiones, fallece una persona y si el difunto por ejemplo tomaba una determinada medicación puede que sea necesario enterrarlo de inmediato, por el deterioro que puede sufrir. Es cuando peor lo pasas. En estos casos intentas recurrir a otro sacerdote, pero incluso hay ocasiones en las que no puedes porque ellos también tienen organizado su tiempo», manifiesta. Pero destaca que por lo general «la gente es comprensiva, sabiendo que haces unos 500 kilómetros semanales».

Alfredo Salazar«La de veces que te llaman por un entierro y tienes que romper todo lo programado»

A sus 66 años de edad y más de 20 en la Axarquía, el párroco burgalés Alfredo Salazar es el encargado de coordinar las comunidades parroquiales de Almáchar, El Borge o Cútar. Reconoce que cada semana supera el medio millar de kilómetros por la distancia existente entre estos tres municipios y los imprevistos que le pueden alterar significativamente lo programado al minuto durante semanas. «La de veces que te llaman por teléfono porque hay un entierro y tienes que romper toda la agenda. Es aún peor a partir de estas fechas, en invierno, por las pocas horas de luz. En verano hay más margen y puedes coordinarte mejor», indica.

Una de las anécdotas más curiosas de este año la ha vivido en Almáchar, donde en pocos días se ocuparon los dos últimos nichos vacíos sin que estuviera inaugurado el nuevo camposanto. «Ocurrió después que ninguna familia quería que su difunto fuese el primero enterrado en el nuevo y una hasta se lo llevó a otro pueblo».