Adiós a las aceiteras rellenables de toda la vida. Ayer entró en vigor el Real Decreto que las prohíbe. Se establece que los envases de aceite deben tener un etiquetaje obligatorio en hostelería, restauración y catering que indique su procedencia y denominación y evite fraudes y mezclas. La iniciativa partió del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente y, ya aprobada por el Consejo de Ministros, convierte a España en pionera en este tipo de norma, que en un principio iban a aprobar a la vez países como Italia o Grecia. Algunos hosteleros de Málaga ni siquiera saben la existencia de esta modificación. Otros conocen esta medida, pero no las causas que la han motivado ni su naturaleza con exactitud. Entre los que están al corriente, las opiniones son diversas.

Ramón Ponce, responsable del Café Madrid, indica que la medida supone una oportunidad para establecer un sistema más higiénico aunque con el rellenado «no ha pasado nada, pero puede pasar siempre que alguien tenga la cabeza desequilibrada». Además, alude que es más cómodo, dado que las aceiteras exigen una limpieza porque si se descuidan «crean bichos».

Por otro lado, afirma que la monodosis saldrá mas cara que el rellenado tradicional pero que, a pesar de todo, el aumento no se verá reflejado en los precios. «Si tuviera que subir los precios de todo lo que sube nos quedaríamos sin clientes frente a la competencia aunque la calidad no puede ser barata».

Del mismo lado se encuentra Daniel Frutos, empleado de El Mentidero, que defiende que la medida está bien siempre y cuando no ocasione mayores gastos. Sin embargo, afirma que «es mucho el aceite que se va a desperdiciar». Además, añade que hay cosas más importantes que arreglar, como los costes de las terrazas de los locales del Centro. Igualmente, Antonio Gómez, responsable de la Bodega Quitapenas, que (a favor) considera que en éste y otros planos muchas cosas tienen que cambiar en Málaga.

En contra

José María, encargado de Puerta Oscura, pese a trabajar desde hace tiempo con aceite envasado individualmente, considera la medida «ridícula». Así, «si no nos fiamos del aceite, por qué fiarnos de las bebidas que se comparten, como el vino. Si queremos engañar, engañaremos».

Igual opina Francisco Criado, trabajador de la Cafetería Framil, para quien «si se quiere adulterar el producto, se adultera». Además defiende que se va a duplicar el precio en los comercios y el cliente pagará la diferencia.

Por otro lado, cree que las industrias de aceite natural pararán su actividad porque dejarán de ser rentables. En este plano coincide Agustín, camarero del restaurante Mombasa, que «no ve claro» que sólo salgan a la venta los aceites que el Gobierno quiera considerar de origen. «Los pequeños productores quedarán aislados porque no podrán competir, ya que el envasado en pequeñas cantidades no siempre es rentable». Además, se cuestiona, «¿por qué no se aplica al vinagre o la sal? También los rellenas como quieras, ahí está la trampa».

Viviana, responsable del restaurante 7 Leguas, opina que «la gente se da cuenta de si el aceite está mezclado» e indica que en el caso de su establecimiento se verá obligada a subir los precios, por lo que espera quejas importantes de sus clientes.

En palabras de José María, «La calidad se mejora teniendo mejor aceite, envasarlo es para nada», asevera rotundo.