Alrededor del 80% de los malagueños está protegido frente al virus de la hepatitis A, según datos extrapolados de la última encuesta seroepidemiológica del Ministerio de Sanidad, que data de 1996. Estos datos, que fueron regionalizados entonces, demuestran que sólo un 20% de la población de la comunidad autónoma -y por ende, de la provincia- no está inmunizado frente a este virus.

Estas cifras corresponden a los menores de 45 años en la actualidad, puesto que los que superan esta franja de edad están inmunizados frente a la hepatitis A, dadas las características medioambientales que había con anterioridad a los años 70.

Salud Pública ha detectado desde el pasado noviembre 29 casos de hepatitis A, trece de ellos en niños, en la zona de El Palo y la Cala del Moral como ayer publicó La Opinión. Desde entonces se ha valorado a más de 600 personas entre contactos familiares y escolares, y vacunado a más de 400 para evitar y controlar la transmisión del virus. La Delegación de Salud ha reiterado a este periódico que no se trata de un brote comunitario ni escolar e insistió en que la situación está controlada. A pesar de ello, no descarta que surjan nuevos casos, puesto que el periodo de incubación del virus es de entre 15 y 45 días.

Los primeros casos se diagnosticaron en adultos. A partir de ese momento, el servicio de Salud Pública activó el protocolo de vigilancia epidemiológica de la Junta de Andalucía para estudiar a esos primeros afectados y sus círculos más próximos para determinar si había más contagios. El Distrito Sanitario empezó a realizar analíticas de sangre para determinar si había más afectados, procediéndose a actuar cuando se diagnosticaron los primeros casos de hepatitis A entre menores.

Hasta el momento, Salud ha confirmado que hay trece niños afectados y que han actuado en dos guarderías, una en La Cala y otra en la barriada de El Palo, y en cuatro colegios, dos en cada una de estas zonas.

Así, la epidemióloga del Distrito Málaga-Valle del Guadalhorce María Ángeles Fernández asegura que el calendario vacunal no incluye la vacuna frente a este virus. Sí está reservada para aquellas personas que viajan a países en riesgo, para aquellos que tienen patologías graves, como pacientes en hemodiálisis, o para quienes tienen contacto con personas con hepatitis aguda.

Fernández insiste: «No hay que confundirla con la hepatitis B, porque la A se cura y no tiene complicaciones. Son virus diferentes y las vías de transmisión son distintas», recuerda. Y es que mientras la B y la C se transmiten por la sangre y pueden tener consecuencias graves, la A es de fácil resolución y sus síntomas son más leves. Estos son similares a los de una gastroenteritis, pues engloba vómitos y diarrea, a veces puede presentar fiebre, color amarillento por la bilirrubina y una posible coloración de las heces y la orina.

La levedad de la sintomatología es tal que numerosas personas descubren haber pasado por esta dolencia una vez superada.

La experta asegura que la transmisión puede darse de dos modos. O bien de persona a persona o a través de alimentos u objetos contaminados. «Hace años como los servicios de saneamiento no eran los de ahora el virus estaba más en el medio, ahora el agua no tiene riesgo y los alimentos tampoco, por eso la vía más frecuente de transmisión es de persona a persona». Pero el contacto ha de ser estrecho, pues no se contagia por vía respiratoria, sino de manera oral o fecal.

A pesar de ello, no reviste gravedad. Los síntomas tienen a durar una semana e incluso hay quien no los manifiesta, como los niños, en quienes este virus puede pasar inadvertido. «Sí hay padres que observan que las heces son blancas o la orina oscura, pero poco más». Y es que los niños son los más susceptibles del contagio, pero los que menos sufren sus molestias.

El protocolo que ha establecido la Delegación de Salud ha variado según el grupo de edad. A los menores de 45 años se les ha administrado la vacuna e inmunoglobulina, que los ha protegido hasta que la vacuna ha hecho efecto. A los nacidos antes de 1970 sólo se les ha aplicado la inmunoglobulina, que los ha protegido durante el periodo de riesgo e incubación.