El tiempo parece detenido en su interior. Congelado. Como el fotograma de una película del neorealismo italiano, casi en blanco y negro aunque el color penetre por la estancia. Está bien ventilada. Aquí no huele a humedad pese al cierre obligado. Inexpugnable. Hasta ahora. El antiguo hospital de Santo Tomás cesó su actividad en 1972 y desde entonces se ha imbuido de un gran misterio, casi místico, y en los últimos meses inquietante y lleno de rumores. Muy pocos han logrado traspasar su portada abocinada y ojival. La Opinión de Málaga ha conseguido fotografías de su interior y que muestran un edificio que, pese al deterioro lógico propiciado por el tiempo y la falta de cuidados, y aun con algunas zonas apuntaladas, no está en ruinas y hacen presagiar un esplendoroso resurgir con otro uso, quizás cultural, si se hacen bien las cosas.

Hace ahora un año, el Obispado anunciaba que asumía el extinto patronato que venía regentando el edificio y que, sin embargo, lo mantenía clausurado cuando dejó de prestar servicio sanitario, especializado en oftalmología, muy lejos ya de sus orígines benéficos en el siglo XVI. Desde entonces, nada ha quedado claro: sólo que el Obispado es ya el único propietario del inmueble y que éste sigue cerrado a cal y canto. Aunque la maquinaria se ha puesto en marcha para su rehabilitación, aseguran fuentes de la diócesis.

El portavoz del Obispado, Rafael Pérez Pallarés, remite a la nota enviada el pasado mes de octubre y hace hincapié en que desde la extinción de la fundación, «se han efectuado varias intervenciones de consolidación y limpieza del inmueble así como diversos estudios técnicos sobre las posibilidades de uso que pueda ofrecer para el futuro». Según el Obispado, el nuevo uso y la restauración van a depender mucho de la normativa de Urbanismo y de Patrimonio de la Junta de Andalucía.

En efecto, en todo este tiempo no han estado de brazos cruzados. El proyecto de rehabilitación del antiguo hospital se ha integrado en el Plan Director de la Catedral. En este plan, aún pendiente de aprobación definitiva, se incluye la rehabilitación de este edificio que podría albergar los Archivos Históricos de la Catedral, de la Diócesis y del mismo Hospital Santo Tomás. «Junto con el archivo podría exponerse también el Museo Catedralicio y habilitar un amplio Salón de Actos para usos múltiples», sostiene Pérez Pallarés, que insiste en el uso del condicional.

Según ha podido saber este periódico, el hospital presenta importantes daños en los forjados, en todo caso puntuales. Tiene la ITE (Inspección Técnica de Edificios) desfavorable, de ahí que Urbanismo haya ordenado a la propiedad que lleve a cabo las obras necesarias para evitar el avance del deterioro. Sin embargo, debido a la entidad de las patologías que presenta, y al tratarse de un bien protegido, es necesario presentar un proyecto de rehabilitación previo, que ya estarían redactando los arquitectos del Obispado.

Del mismo modo, se están gestionando las licencias pertinentes para propiciar el cambio de uso pretendido de las instalaciones, aunque en diciembre aún no habían sido solicitadas ante el Ayuntamiento. No obstante, el Obispado sí que ha presentado ya un proyecto de medidas cautelares y urgentes, al que Urbanismo ha dado el visto bueno. Obras que ya están llevando a cabo mientras concluye la redacción del proyecto de rehabilitación.

Críticas en las redes sociales

La opacidad de estas actuaciones y el hecho de que Santo Tomás siga cerrado ha encendido la luz de alarma y algunos colectivos y particulares han denunciado en redes sociales la existencia de hipotéticos intereses especulativos escondidos´ y el expolio de sus bienes. Algo que el Obispado niega tajantemente. «Si han salido enseres del inmueble ha sido, precisamente, para evitar que se estropeen y permitir su conservación», garantiza el portavoz del Obispado, quien asegura que en breve el edificio podrá ser visitado, al menos por los medios de comunicación.

Pese a los daños que presenta, Santo Tomás sigue siendo una joya. Oculta, eso sí. El hospital fue fundado en 1505 por el caballero adjunto a los Reyes Católicos Diego García de Hinestrosa -cuyos restos mortales reposan en la capilla- para atender a enfermos sin recursos. El terremoto de 1884 obligó a demoler el inmueble, que fue levantado de nuevo, según los planos del arquitecto Juan Nepouceno Ávila, de estilo neogótico-mudéjar, a partir de 1888, y desde 1891 el edificio permanece como está en la actualidad.

El Obispado pudo hacerse con la propiedad gracias a las laboriosas gestiones y tramitaciones jurídicas realizadas por el despacho de Vergara Agobados, cuyo fundador, Mariano Vergara, es un enamorado del hospital y estuvo a punto de alcanzar un acuerdo en 2008 para convertirlo en sede de la Obra Social de Unicaja. Hasta ese momento, había estado regentado por una fundación benéfica compuesta por cuatro patronos: el Cabildo de la Catedral de Málaga, un dominico, un franciscano y por el patrón de sangre, Manuel Domínguez-Casero, descendiente de la familia que ha estado al cargo de la gestión del edificio.

Disolución del patronato

La diócesis adquiría el edificio con la disolución de este patronato que prácticamente ya no existía. Y también asumía la deuda millonaría que había acumulado. Los abogados hicieron un arduo trabajo. Entre las tareas que acometieron, tuvieron que rehacer la contabilidad de cinco años de la institución, inscribir el edificio en el Registro de la Propiedad, ya que hasta entonces ni siquiera constaba, o litigar para resolver dos embargos que el Ayuntamiento tenía pendiente por impago del IBI, que, aunque prescritos, reclamaba con anterioridad a solicitar la excensión, que fue concedida.

El interior del hospital, sin embargo, parece ajeno a todos estos abatares. La capilla logró sobrevivir al seísmo que se llevó por delante al resto del edificio. Es la misma que se construyó en el siglo XVI y se encuentra a la izquierda del edificio, de ahí que su fachada presente esa asimetría de diseño. Posee en doble coro superpuesto, al que no puede subirse, porque es peligroso. También se convervan los balcones donde los enfermos podían asistir a la misas. Se mantienen el retablo barroco y las pinturas de Niño de Guevara, la principal, con una escena del apóstol Tomás metiendo los dedos en las llagas de Cristo. El artesonado mudéjar es el primitivo y tiene un gran valor histórico y artístico.

Existen dos grandes patios interiores con zócalos de azulejería vidriada-uno de los cuales podría ser techado- y otros cinco lucernarios. Uno de ellos, de planta irregular, está completamente rodeado de cristaleras y está apuntalado, debido a su mal estado.

También hay dos galerías donde eran tratados los enfermos y donde aún están las camas de hierro forjado y pintadas de color blanco, alineadas y enfrentadas a lo largo de la sala, revestidas con colchas. Un crucifijo preside. Y todavía está el quirófano, la mesa de operaciones y el instrumental perfectamente dispuesto, como si estuviera a la espera de ser utilizado para una intervención. Ni siquiera han sido retirados los medicamentos, todos ya caducados, en una estancia de olor impreciso.

Orinales de porcelana, periódicos de la década de los años 40 apilados, jarras y palanganas... Incluso las batas blancas de los médicos colgadas de percheros... Como si hubieran salido corriendo y todo hubiera quedado tal cual lo dejaron. Las cocinas están intactas y recuerdan a donde cocinaban las abuelas. El despacho del director posee vistosas pinturas murales, de tonos ocres y rojizos. Siguen también la vivienda del administrador y la de la portera.