Silencio. Ésa es la característica que imprime la cofradía del Sepulcro cada Viernes Santo a su desfile procesional. La penitencia de la contención, el rigor, la devoción. Y ayer, un frío sábado de finales de enero, por un momento fue Viernes Santo. Cientos de personas quisieron acompañar al Señor del Sepulcro y a la Virgen de la Soledad en su traslado desde la parroquia de los Mártires, sede de la corporación desde 1967, hasta la antigua abadía de Santa Ana, que ahora será la morada de la hermandad tras un proyecto de remodelación diseñado por el propio hermano mayor, Emilio Betés, arquitecto de profesión. La iglesia abrirá todos los días y en ellas se podrán celebrar misas, comuniones y bodas.

A las 18.00 horas se inició una misa en los Mártires, una eucaristía muy emotiva porque era la última para el Sepulcro en la parroquia. El traslado guardó mucha similitud con el que se hace en Semana Santa, como no podía ser de otra forma. Los primeros metros del recorrido fueron claustrales, para despedirse de las cofradías hermanas que durante casi medio siglo han sido compañeras de templo. Al filo de las 19.30 horas, el cortejo se hizo a la calle: la cruz guía y cuatro tambores roncos conformaban un sobrio frente de procesión. Los hermanos de la corporación del Viernes Santo portaban velas precediendo al Cristo, que fue llevado en tres turnos por los miembros de la permanente, del consejo y un último grupo para los ex hermanos mayores: Luis de Haro, Francisco Mirando, Fernando Cabra, Manuel Mérida y José María Souvirón.

La Virgen de la Soledad, una vez más haciendo de la sencillez y la belleza sus mayores virtudes, iba en unas pequeñas andas. El recorrido fue corto pero intenso: Santa Lucía, Granada, plaza del Carbón, plaza del Siglo, Duque de la Victoria y Císter. Un itinerario que contó con la presencia de cientos de personas ávidas de Semana Santa.

La nueva iglesia, que llevaba un lustro sin uso, dependerá de la parroquia de Santiago. El propio Emilio Betés cree «un momento histórico» para la cofradía el traslado y la llegada a Santa Ana. El Señor del Sepulcro y la Virgen de la Soledad ocuparán el altar mayor, dando más intimidad, si cabe, a la oración de los fieles. La idea es hacer dos misas a la semana y abrir todos los días, pero dependerá del reguero de visitas y la demanda. En principio, el acuerdo pasa por estar dos décadas en la nueva iglesia.

Al traslado asistieron miembros de la Marina y más de veinte hermanos mayores de la Semana Santa, encabezados por el presidente de la Agrupación de Cofradías, Eduardo Pastor. También asistió el comandante Naval de Málaga, el capitán de navío José Luis García Vela, y autoridades civiles, militares y religiosas. Fue muy emotiva la llegada a Santa Ana, donde se descubrió una placa. El Señor del Sepulcro y la Virgen de la Soledad ya descansan en su sede, a la que llegaron al filo de las 21.30 horas.