A sus 71 años recién cumplidos, Miguel Ángel Revilla puede presumir de ser el expresidente autonómico más famoso de España. Con permiso, incluso, de Chaves, que se abrazó tanto al cargo que algunos madrileños, cuando viaja, todavía le confunden con la Torre del Oro. Parlanchín, directo, bendecido por un tono que atrae a la gente y repele a la mayoría de los políticos, se ha propuesto como objetivo volver al gobierno de Cantabria. Pero, sobre todo, no callarse. Tildado de populista por sus detractores y de héroe del pueblo por sus simpatizantes, Revilla, quijotesco a su modo, anduvo ayer en Málaga. Con la lanza bien dispuesta y sin Sancho. Como en su último libro, La jungla de los listos (Espasa).

¿Cómo anda de fe? ¿Se traga usted, que fue pastor, lo de los brotes verdes?

Una cosa es que se haya llegado al fin de la recesión y otra muy distinta la realidad del país, que es la de una nación devastada. El tsunami financiero ha hecho a España retroceder veinte años. Hemos perdido derechos, se ha empobrecido la clase media y la gente que está por debajo del umbral de la pobreza ha pasado del 12 al 30 por ciento. Eso sí, los ricos son infinitamente más ricos. Nos vamos a tirar en esta situación todavía un par de años.

¿No hay manera de acelerar los plazos?

No. Al menos este año y el próximo, porque no parece que vaya a cambiar la política de un país, Alemania, al que le va muy bien con este sistema. Rajoy es un pelota de Merkel, se siente obnubilado por ella, y sigue esa política, que es válida para los alemanes, pero que a nosotros nos lleva al suicidio. El euro, sin ir más lejos, no es una moneda europea, sino una moneda para Alemania. Y eso lo sabían los ingleses, que se mantuvieron al margen. Este año va a ser durísimo para los españoles. Pero las multinacionales van a tocar la corneta de que todo va bien.

En su libro carga usted , sin embargo, contra el poder financiero...

Es que Merkel es una funcionaria, una empleada de esa jungla formada por los que manejan el 30 por ciento de los recursos del mundo y que no pagan impuestos y que, además, se permiten el lujo de tener 37 paraísos fiscales. Eso hunde países, que es precisamente lo que ha ocurrido. Esta gente se ha montado una cacería, porque, en realidad, pese a la crisis, aquí no ha pasado nada. No hubo una guerra, no escasearon el trigo ni los tornillos, sino un colapso financiero creado por señores que operan sin controles y con la aquiescencia de los gobernantes.

¿Pronostica más descontento social? ¿Hasta qué punto se sucederán episodios como los de El Gamonal o el 15M?

El Gobierno se está pertrechando poco a poco de una política de control, hecha clarísimamente para amedrentar. Pero que tengan cuidado, porque la gente está muy cabreada. Los gobernantes no lo saben porque no hablan con ellos, pero yo, que siempre me ha gustado hablar con el personal, puedo decirle que el cabreo es enorme. Y la prueba está en que un tío como yo es noticia. Sin otro mérito que ser honrado y normal. Cuidado, además, porque ese cabreo se va a trasladar a las urnas. Quizá, incluso, a las próximas elecciones europeas, en las que mucha gente optará por quedarse en casa. Y eso para un sistema democrático es demoledor.

La indignación ya toca hasta a las vacas sagradas. Pienso, por ejemplo, en la monarquía.

La monarquía debe andarse con pies de plomo. La percepción social sobre la corona ha caído más de treinta puntos en cinco años. Y eso es, insisto, para tener cuidado. La gente ya no va detrás de nadie con banderitas y vítores. Ahora piden cabezas. Y en España, más allá de la crisis, se da un desapego hacia la política muy superior al del resto de Europa. La situación no cambiará hasta que no se modifiquen una serie de cosas que la gente no entiende: que los ricos no paguen impuestos, que los corruptos no vayan a la cárcel, que el sistema judicial sea controlado por el poder político o que no haya listas abiertas ni opción real de que los ciudadanos voten al presidente.

Y en esas estábamos cuando llegó la tensión con Cataluña. ¿Quién es el responsable de que las diferencias se hayan radicalizado?

Eso es un problema adicional. España se está desmembrando. Porque si se llega hasta el final hasta Cataluña luego vendrán Euskadi y quizás otras más. Tenemos un torero en La Moncloa que no sale del burladero. Y luego están los políticos locales, que han aprovechado la crisis para echar balones fuera recurriendo a sentimientos primarios. Que si la lengua, que si la historia, que si España está chupándonos la sangre... Está claro que si la economía siguiera creciendo al 4 por ciento los catalanes estarían como siempre en Madrid intentando ordeñar la vaca. Pero como han dejado la economía hecha unos zorros, porque la corrupción en Cataluña ha sido inmensa, el recurso ha sido echarle la culpa a Madrid. Y eso cala a corto plazo.

¿Confía en que se alcance una solución?

Difícilmente se alcanzará nada si no se habla. En un sector amplio de la población catalana se ha asimilado ese mensaje. Es posible que haya que modificar la balanza económica, pero lo que está claro es que el problema seguirá enquistado mientras no se quiera hablar, que es lo que tienen que hacer los gobernantes.

¿Augura una fuga de votos en los comicios europeos? Los sondeos apuntan a la ruptura del bipartidismo y la fragmentación de las preferencias.

Estoy convencido de que va a haber un montón de partidos que obtengan uno o dos eurodiputados. Es más, no creo que el PSOE ni el PP sumen ni siquiera conjuntamente la mitad de los miembros del Parlamento que corresponden a España. Surgirán todavía más partidos. Y habrá mucho voto para dar un toque de atención y obligar a los partidos tradicionales a reunirse y buscar soluciones. Porque el país no puede seguir así; no es de recibo, por ejemplo, lo que ocurre con la justicia. Que Núñez soborne a media judicatura y lo juzguen quince años después. Quizá con Bárcenas ocurra lo mismo. Y se enfrente al tribunal dentro de dos décadas, cuando la mitad del país estemos muertos.

Además de pastor y profesor de universidad, usted ha ejercido de economista y director de banca. ¿Lo de las preferentes fue realmente un fraude?

¿Que si fue una estafa? De libro, monumental. Y para colmo teniendo de víctimas a pobres ahorradores. Es increíble que todavía no se haya actuado de oficio por parte del fiscal general del Estado, que debería instar al Supremo a dictar una sentencia condenatoria que obligara a devolver el dinero a la gente. En mi libro repaso muchas de las cartas de los estafados. Y son historias tremendas. Resulta indignante que Europa apoye a la banca con 40.000 millones y deje tirados a españoles con ahorros ganados en la mina, en Australia, viejucos. Esto me hierve la sangre. No voy a parar hasta que cobren. Les voy a meter caña por todas partes.

Viene usted a Málaga el mismo día en el que Pedro J. Ramírez renuncia a la dirección de El Mundo. ¿Ve una mano negra detrás de su salida?

La larga mano del poder. Está más claro que el agua. Yo ahora mismo soy una gota pero en el momento en el que sea un charco a lo mejor os preguntaréis por qué dejo de salir en los medios. La prensa está controlada y este hombre había tocado en la última etapa puntos muy sensibles. Monarquía, ERE, Rajoy, todo un cóctel explosivo. Si hubiera dicho constantemente que el Rey es guapo y el elefante bonito y que los ERE en Andalucía benefician a todo el mundo se habría mantenido en el cargo durante toda la vida.

¿El descontento obligará a los políticos a un examen de conciencia? ¿Veremos a más presidentes en taxi?

Está claro que va haber cambios. Cuando yo era presidente a la gente le extrañaba que fuera sin guardaespaldas y me moviera en taxi cuando lo alucinante es la propensión al boato que existe en España. He visto a políticos a los que le han puesto un galón y le ha cambiado la personalidad completamente. Recuerdo el caso de un funcionario cántabro que el PP nombró consejero y pasó de tomar café con sus compañeros a exigirle que le hablaran de don. Imagínese el bochorno. A partir de ahí fue conocido como el consejero «condón». A mí me da vergüenza llevar guardaespaldas. En Suecia o Noruega los primeros ministros viajan en metro.

Lo que no parece inclinarse hacia muchas condescendencias es el perfil de la nueva generación de gobernantes. Pronto contar con experiencia laboral previa al cargo será casi exótico.

Eso es gravísimo. Personalmente prohibiría llegar a ningún cargo si no se ha demostrado antes nada. En Estados Unidos casi todos los nombramientos van acompañados de perfiles en los que se glosan los méritos laborales. Aquí basta con pertenecer a las juventudes del PSOE o el PP. ¿Qué han hecho personajes como Pepe Blanco o Carlos Floriano? La política no da mucho dinero, pero no se trabaja demasiado. Y, además, se pisa moqueta y te invitan a comer. En España se puede llegar a ministro. Incluso a presidente sin haber hecho otra cosa. Y quizá los que lo hacen no valgan para nada más.

El alcalde de Málaga, para justificar la subida de la tarifa del agua, ha asegurado que es capaz de ducharse con menos de 15 litros. ¿Dispuesto a reventarle la marca?

En mi libro dedico precisamente un capítulo a analizar el discurso de los políticos. Este tipo de cosas, igual que aquello de Fabra y el aeropuerto del abuelo o eufemismos como la desaceleración o la movilidad exterior, se emplean como inventos para justificar lo injustificable. Normalmente pensando que la gente no es espabilada y se cree cualquier cosa. Pero en estos tiempos ocurre todo lo contario. Fíjese con Cospedal cuando salió a decir las chorradas del finiquito.

¿Qué opina de la reforma de la ley del aborto?

Me pregunto que necesidad había de cambiar algo que en realidad nadie cuestionaba. Y lo que más me indigna de la historia es que el machismo sigue presente. Hace un tiempo no muy lejano la mujer no podía votar ni firmar. Y ahora hemos perdido de vista que nadie sufre más en este asunto que quien lleva una criatura dentro. No entiendo cómo nos metemos en la vida de los demás de esta manera. Este cambio obedece a que hay un grupo de la jerarquía católica extraordinariamente retrógrado, con opiniones como la del cardenal sobre la homosexualidad, y que por desgracia domina a un sector del PP muy ligado al Opus Dei.

¿Se presentará de nuevo a las elecciones?

En Cantabria, sí. Por la gente. Si no me presentara me tendría que ir a vivir a otro lado.