Todo comenzó en una larga mañana a pleno sol en el campo. Aurelio Baca no había querido estudiar, y su padre lo mandó a trabajar de agricultor a uno de sus terrenos. Pero se lo pensó mejor y solo un año después entraba en la Facultad de Medicina de Granada para estudiar la carrera que ha ejercido toda su vida.

Ahora, a los 100 años, le llega un merecido homenaje de manos de sus compañeros de profesión. Hoy se celebra Santa Apolonia, patrona de los dentistas,y un acto en el Señorío de Lepanto organizado por el Colegio de Dentistas de Málaga reunirá al colectivo en torno a la figura de Baca y otros premiados.

Nacido en Málaga el 1 de enero del año 1914, ha dedicado toda su vida a la odontología. Es nieto del primer cirujano dentista de Málaga y ahora él es abuelo de dentistas.

Una vez licenciado por la Universidad de Granada, comenzó una breve carrera militar en la Legión. «Cuando entré, casi enseguida me nombraron jefe de Botiquín, porque necesitaban un médico», cuenta. Pero quedó una vacante libre como odontólogo en el antiguo Instituto Nacional de la Seguridad Social en Málaga, y el doctor Baca la solicitó, volviendo así a su querida Málaga. A lo largo de su extensa carrera, el dentista asegura haber visto de todo, tanto de manera privada como en la pública, donde ejerció hasta los 70 años. «Para mí, la peor enfermedad que he visto, la que más me impactaba era el cáncer de lengua. Era horroroso el sufrimiento de los pacientes», señala.

Aurelio Baca compaginaba su trabajo en la Seguridad Social con su actividad en su consulta, en el número 9 de la calle Larios, donde desde los años 40 atendía a sus pacientes. «Las enfermedades más comunes eran las gingivitis, los dolores de muelas. Pero lo que realmente se me daba bien eran las extracciones de las muelas del juicio», cuenta.

Una profesión «latosa»

Además, trabajaba en el Ayuntamiento de Cártama y acudía a todas las urgencias en las que se le solicitaba: «Esta profesión es muy latosa, porque te llamaban a las dos o las tres de la mañana y te tenías que levantar para atender a tus pacientes».

No fue hasta los 80 años cuando decidió retirarse de su actividad. Junto a él, la que ha sido su enfermera de toda la vida, Concepción Navas, con la que se casó tras enviudar de su primera mujer.

Ahora, recién cumplidos los cien años, y siendo el gran homenajeado en Santa Apolonia por sus compañeros de profesión, hace balance de su vida y de su trabajo: «La profesión ha cambiado, pero lo más importante sigue siendo el trabajo duro y ser fiel a tus principios». Reconoce que ahora los odontólogos están sufriendo más intrusismo profesional, aunque recomienda que para ser un buen dentista lo más importante es «tener buenas manos y diagnosticar bien».

Se define como «odontólogo y Hermano Marista, por eso, cuando algún hermano me necesitaba, acudía en su ayuda, a pesar de saber que no me podía pagar». Pero sobre todo, se reconoce como un hombre con suerte, «es una suerte cumplir cien años».

El doctor Baca recibirá hoy el reconocimiento a toda una vida de profesión. Junto a él, el presidente del Colegio Oficial de Dentistas de Granada, Francisco Javier Fernández, que recibirá la medalla de Oro. También recibirán distinciones Antonio García Vargas, Manuel García Calderón, Eduardo Crooke, José Gálvez Benítez, Vidal López García y Frederic Treny.