Lourdes está volcada por completo en su proyecto, un «videojuego» a través del cual el cliente diseña por completo las prendas de ropa infantil. Se pasa las mañanas y tardes en su oficina, que no es otra cosa que un lugar donde comparte espacio con otras personas que nada tienen que ver con NutLu, su futura tienda. La suerte que ha tenido es que la chica que se sienta justo a su lado, Sonia, se dedica al mundo del patronaje y han llegado a un acuerdo verbal: Lourdes le ayuda con todo lo relacionado con el marketing y aspectos más empresariales en su proyecto y Sonia, a cambio, le echará una mano con el mundo del patronaje.

Emprendedores, autónomos, personas que buscan tener un lugar físico donde trabajar para no quedarse en casa y poder así crear nuevos vínculos. El coworking es compartir un espacio de trabajo para reducir gastos, pero el concepto va mucho más allá que ese concepto tan primitivo. «Surgen colaboraciones y sinergias de manera natural», comenta Antonio Torres, el propietario de El Centro, uno de los espacios de coworking ubicados en la ciudad. Lleva cerca de un año abierto y tiene espacio para ocho personas. Lourdes es una de las que está a jornada completa, Sonia en cambio solo va por las tardes. El Centro, ubicado en la calle Linaje, ofrece dos tipos de tarifas a jornada completa o mañanas o tardes.

Espacios diáfanos, un escritorio, conexión rápida a internet, una sala de reuniones y una pequeña cocina tipo office son las instalaciones mínimas que cuenta este tipo de establecimientos. A partir de ahí, y dependiendo del precio, algunos cuentan con impresora, escáner u otros servicios.

Separar su vida personal

A casi todo los coworkers, término acuñado para las personas que van a estos espacios, les motivan las mismas cuestiones a la hora de decantarse por trabajar en estos espacios. Crear una rutina y salir de casa es una de las razones que más pesan y es que casi todos han probado la fórmula de trabajar desde casa y las horas se hacen eternas y aburridas. Aunque el tener su propio espacio supone un gasto, por pequeño que sea, lo ven como una inversión en sí mismos. La jornada completa ronda entre los 120 y 180 euros, más o menos.

En febrero cumplió The Translation Factory su primer cumpleaños y desde entonces no han parado de crecer y crear eventos. Y es que, una de las señas de esta nueva fórmula de trabajo consiste en utilizar sus espacios para actividades. Potenciar las empresas que nacen entre sus paredes o todo lo que sea moverse a nivel cultural, emprendedor o educativo es bienvenido.

Jornadas con colaboraciones, microtalleres de inglés específico e incluso encuentros de emprendedores dentro y fuera de sus instalaciones son algunas de las cosas que se desarrollan en The Translation Factory, tal y como cuenta Lola Gamboa, una de las propietarias de este espacio.

Carmen Moya está desde los comienzos en The Translation Factory. Es traductora y cuando volvió a su ciudad natal tras su periplo por el mundo vio esta alternativa como una opción para comenzar a trabajar por su cuenta. Le gusta el ambiente que se ha creado y todos los días aprende cosas nuevas con sus compañeros. Si ella puede echar una mano a alguien, se une a la conversación sin dudarlo. Así funciona esto.

El buen rollo es tan visible que todos los meses hacen una «cogording», una cena a la que acuden todos los del espacio. Ya no hay excusas para pensar que los emprendedores no tienen con quién ir después de su jornada.

En este coworking en concreto, en la plaza del Teatro Cervantes, se puede tener espacio por un mes, once días o cinco.

Coworking Málaga es el más grande a nivel privado que hay en estos momentos en la ciudad y la idea de su creador, Michael Nold, es que se convierta en un lugar de sinergias para residentes y extranjeros. Una forma de potenciar nuevos lazos y traspasar las fronteras a la vez.

Con cuarenta puestos y divididos en dos alturas, Coworking Málaga realiza varias actividades para dinamizar el lugar, además de contar con ocho coworkers fijos, más los que están sujetos a otro tipo de tarifas; por días e incluso semanas. Este centro, en plena Alameda principal, ofrece amplia flexibilidad.

Nold suele ser la persona encargada de conocer al interesado en unirse a su espacio. No hay nada especial que preguntar, simplemente conocer a qué se dedica para ver si puede cuadrar con el resto de compañeros aunque, por regla general, no hay motivo aparente para pensar que no.

El perfil más habitual que se adentra en este mundo es aquella persona que trabaja por su cuenta y su ordenador es su principal herramienta de trabajo. Diseñadores, programadores, arquitectos... Casi cualquier profesión es válida, aunque también cabe la posibilidad de trabajar para alguna empresa y por motivos de expansión u otras cuestiones no merece la pena tener un sitio físico para un solo empleado y se decantan por esta opción. Otros combinan su proyecto personal con su trabajo remunerado para dar forma a esas ideas y hacerlas realidad. El coworking parece el lugar idóneo para verlas nacer y salir del nido.

Promálaga ofrece un servicio similar pero más económico

La empresa municipal Promálaga ofrece hasta 40 puestos en su espacio de coworking y 21 oficinas para los que prefieran un sistema más traidcional. Con el fin de crear start-ups tecnológicas e innovadoras, esta empresa, ubicada en el parque Tecnológico, ofrece a aquellos que quieran disfrutar de la incubadora y compartir el espacio con otros emprendedores servicios como salas de juntas, aulas de formación, sala de creatividad y de encuentro, cafetería, además de su propio puesto, por cien euros al mes. Los beneficiarios pueden estar un máximo de tres años aunque se puede prorrogar en algunos casos hasta el lustro. El Ayuntamiento de Málaga mira hacia el casco histórico y prevé rehabilitar un inmueble de la calle Álamos para crear la segunda incubadora empresarial. Entre el Consistorio y el Instituto Municipal de la VIivienda harán una inversión de 360.000 euros para remodelar el edificio.