­La racionalización horaria, ese vocablo que encierra interrogantes al ser leídos, no es otra cosa que adaptar nuestro horario al europeo para optimizar el tiempo para que este sea más eficiente a nivel familiar, económico y social. Esta noche hemos cambiado los relojes, un horario que se adapta al meridiano de Greenwich y que nos iguala al resto de Europa. Además, según diversas encuestas, nos gusta más. Según los datos, si nos adaptáramos al huso horario inglés, España sería un 19% más productiva, y si se aplicase la jornada intensiva, la productividad aumentaría un 6%.

Por este motivo, la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios reivindicará hoy en la Puerta del Sol de Madrid que España adopte este horario de manera permanente, es decir, que cuando llegue el otoño no haya que cambiar el reloj. Este debate, que ha comenzado a tomar fuerza hace escasos meses obedece a una decisión histórica de Francisco Franco, que aprobó una orden por la que dejábamos de regirnos por el horario que nos correspondía por localización. La simpatía que Franco sentía por Hitler hizo que cambiara el huso horario del país para acercarse más a Alemania e Italia.

Pero los tiempos han cambiado y el Congreso se ha planteado volver al huso horario que nos corresponde. El cambio no sólo se apreciaría en las manecillas de nuestros relojes, sino que afectaría al concepto social y cultural que tenemos en España. Entraríamos a trabajar antes, pararíamos a comer menos tiempo y saldríamos de trabajar no más tarde de las 18 horas. Según los expertos el horario de verano nos haría más eficientes y productivos a nivel profesional, porque nos permitiría disponer de más tiempo para la familia, la formación, la vida personal y el ocio.

Las interminables jornadas laborales desaparecerían y seríamos más eficientes, lo que nos ayudaría a ser más productivos. Otra de las recomendaciones de la comisión es que los escolares empiecen un poco más tarde las clases y tengan jornada partida, con el objetivo de adaptar tanto los horarios como las vacaciones y el resto del calendario escolar a las jornadas de trabajo.

53 minutos menos de sueño

Pero no sólo ocuparía a los horarios de nuestro trabajo, estudios o alimentación. La comisión está promoviendo que el prime time televisivo se adelante con el objeto de que ningún programa estrella de televisión concluya más tarde de las 23 horas, algo hoy por hoy inviable e impensable.

Esto ayudaría a que durmiéramos más, y es que según los estudiosos, dormimos 53 minutos menos al día que nuestros conciudadanos europeos, lo que provoca que estemos más cansados y, de nuevo, seamos menos eficientes.

En caso de que estas medidas prosperen viviríamos una revolución sociocultural. Nuestras comidas serían hacia las 13 horas y las cenas en torno a las 20 horas.

Nuestro horario de trabajo sería de 9 a 18 horas con una pausa para comer de sólo 40 minutos, lo que promovería la cultura del tupper en los trabajos y no nos acostaríamos más tarde de las 23 horas. Con estos horarios nos asemejaríamos más a nuestros vecinos europeos.

Pero adoptar este horario no va a ser tarea fácil en caso de que la medida prospere. Además de cambios a nivel social e incluso cultural, a los que con el tiempo nos terminaríamos por acostumbrar, adoptarlo conllevaría a cambios a nivel empresarial, quizás los más difíciles de aceptar

¿Utopía o un reto a conseguir?

Esta medida implica que las empresas que puedan ofrezcan a sus trabajadores no salir más tarde de las 18 horas, una utopía para la mayoría de trabajadores de este país. Esta medida ayudaría a conciliar la vida laboral y familiar pero, ¿están los empresarios y los directivos preparados? La respuesta es que de momento, no. Al menos en Málaga. Tras un sondeo por distintas entidades de empresas y firmas, las locales no conciben acabar de trabajar antes de las 20 horas. Y las tiendas no se plantean cerrar antes de las 21 o 22 horas, porque están abiertas, precisamente, para aquellos que concluyen su jornada laboral al caer la tarde.

Solo una pequeña parte de empresas, ubicadas en el parque Tecnológico de Andalucía (PTA), se ceñiría a este horario. De hecho, ya lo hace. Se trata en su mayoría de empresas multinacionales concienciadas con la conciliación o adaptadas a los horarios de sus países. Algunas de estas son AT4 Wireless o Agilent. En esta villa empresarial ubicada en el Valle del Guadalhorce también hay empresas malagueñas que ofrecen flexibilidad a sus trabajadores, pero son las menos. Empezando por los propios trabajadores del Centro Europeo de Empresas e Innovación de Málaga, BIC Euronova, y algunas de las empresas ubicadas en esta incubadora, como Blanca Real o ATyges.

Desde la Confederación de Empresarios de Málaga (CEM), su secretaria general, Natalia Sánchez, reconoce que adaptarse a este huso horario beneficiaría a la mayoría de la sociedad, aunque cree que aún queda mucho camino por recorrer. «La situación de crisis económica ha llevado a muchas empresas a hacer reajustes para mejorar en productividad.hay que desechar el presencismo», alerta la empresaria, que asegura que el secreto de la mejor de las productividades pasa por que el tiempo que pasa el trabajador en su puesto sea lo más útil y rentable posible.

La conciliación, la clave

Así, alerta de que cada vez más convenios colectivos recogen cláusulas que tienen que ver con la conciliación y la flexibilidad, aunque alerta de que aún queda mucho por hacer, sobre todo en la percepción de la responsabilidad en el hogar. «La conciliación es una cuestión familiar, muchas veces se dice de que la mujer tiene que conciliar, pero es toda la familia la que debe hacerlo, no solo ella», zanja.

Pero los expertos en recursos humanos y gestión administrativa lo tienen claro: se trata de una cuestión de confianza. La profesora de la Universidad de Málaga Fuensanta Galindo cree que el empresario debe creer en la implicación de su trabajador. Por eso, propone crear una dirección por objetivos en relación a una bolsa de horas que haga que todas las trabajadas sean productivas. «Habría que plantear una serie de resultados y el empleado se ceñiría», asegura la profesora de Recursos Humanos de la facultad de Económicas y Empresariales, que cree que el futuro es adoptar la flexibilidad, que se conseguirá gracias a las personas que poco a poco se incorporan al mundo laboral, con otra perspectiva, en muchas ocasiones, adquirida en el extranjero, donde se fomentan estas bolsas de trabajo o el teletrabajo. Aún así, reconoce que esto requiere de planificación y de sistemas de evaluación y control para que el empresario poco a poco confíe en el trabajador.

A nivel experto, la docente del departamento de Economía y Administración de empresas admite que la racionalización horaria que se debate estos días aún necesita su tiempo, pues implicaría un cambio de costumbres y cultural sin parangón. «Lo veo factible pero lento», señala Galindo.

Al margen de ese cambio en los usos y costumbres habría que concienciarse a nivel empático, pues como clientes deberíamos entender que el cese de actividad sería para todos. Por eso, Fuensanta Galindo reconoce que se trata de concienciación a nivel interno y externo.

De un modo u otro, lo que está claro es que a nuestros vecinos del norte de Europa les va, en términos económicos y de derechos sociales, mejor que a nosotros. Si a eso le sumamos nuestro clima y forma de ser tenemos la ecuación perfecta para ser los más productivos y felices del continente.