Los españoles somos de los que más horas trabajamos, pero estamos a la cola en productividad, ¿qué está fallando?

En realidad, nos estamos engañando con la «cultura del presencismo», porque nadie se va hasta que lo hace el jefe, y más en tiempos de crisis. Sin embargo, tenemos que cambiar esa cultura por la de la eficiencia basada en la excelencia. No por trabajar más horas somos más productivos. Si queremos ser competitivos, hay que optimizar el tiempo y priorizar. No podemos quedarnos en el trabajo sólo porque está el jefe, y no podemos tener almuerzos de dos o tres horas, y menos un jefe, porque mientras se va a comer tiene a su equipo infrautilizado. Para un almuerzo, es suficiente con 30 o 45 minutos. Además, hay que entender que el hombre más rico tiene el mismo tiempo que otro que duerme en la calle, 86.400 segundos, y, dependiendo de cómo los distribuyamos, las cosas funcionarán mejor.

El primer paso es adaptar el horario al meridiano de Greenwich. Sin embargo, ¿es suficiente?

El cambio horario no es suficiente, pero sí es importante. Un 2 de mayo de 1942 cambiamos al meridiano de Berlín, pero tenía su sentido en ese contexto para evitar equívocos en los bombardeos. Cuando acabó la guerra, todos los países volvieron a su horario, menos España, y lo hemos pedido una y otra vez, pero siempre se nos da la callada por respuesta. Si se racionalizara el horario, aumentaría la productividad, se rebajarían los gastos, sobre todo energéticos, y el capital humano estaría más motivado.

¿Y qué más se debe hacer?

Por ejemplo, habría que cambiar el horario del prime time de televisión, que no acaba tan tarde ni en los países tercermundistas. De hecho, un español duerme de media 53 minutos menos que el resto de europeos, y eso afecta a la productividad, y provoca que haya más estrés, siniestralidad y casos de fracaso escolar. Ya hemos pedido a las televisiones públicas y privadas que adelanten el prime time y que termine a las once de la noche, pero no valen las palabras, tiene que ser una realidad para dar ejemplo.

Tampoco tiene sentido que haya partidos de fútbol que empiecen a las diez o las once de la noche un día laborable.

¿Cómo hemos llegado a una situación como ésta?

Por intereses creados y creando malos hábitos. Todos los representantes del arco parlamentario con los que me he reunido, desde Cayo Lara hasta Mariano Rajoy, me dicen que es de sentido común lo que estamos pidiendo, pero nadie hace nada. Ahora vamos a crear una comisión de trabajo que analice los programas de cada partido para las elecciones europeas y así hacer un informe que permita a los ciudadanos saber quién es sensible con esta cuestión, que afecta a 46 millones de españoles.

Habla de intereses creados, ¿por parte de quién?

Por parte de muchos hombres, no tanto por maldad como por un tema de educación. Muchos se preguntan qué harían en casa a las cinco o las seis de la tarde si no estuvieran trabajando. «Mientras estoy en la empresa, estoy mandando, y en casa me controlaría mi mujer», piensan. No se dan cuenta de que, si acabaran antes, podrían ir al gimnasio, a pasear o al cine. De hecho, son las mujeres las que más concienciadas están, porque han salido mayoritariamente de casa, cuando los hombres aún no han entrado, y cuando los hombres no entienden que no ayudan en casa, que son corresponsables. Y lo peor es que nuestros horarios también están afectando a las tasas de natalidad en España.

Y con una crisis como ésta, ¿son factibles estos cambios?

Con más razón hay que aplicarlos. No se pueden organizar reuniones a partir de las tres de la tarde, y no es lógico que se convoquen sin indicar cuánto van a durar o que la gente sea impuntual. Es una falta de respeto.

¿Los españoles somos impuntuales por naturaleza?

Para nada, tenemos el AVE, y el fútbol y los toros siempre empiezan a su hora. Otra cosa es que la gente hable de los diez minutos de cortesía, que son de descortesía para los puntuales. La impuntualidad no deja de ser una falta de seriedad.