En los artísticos hierros de la portada blanca puede leerse: Año de 1838. Hacyenda de San Antonyo. Esta preciosa puerta de entrada, junto al arroyo Gálica, es la antepasada de la finca El Candado, que perteneció a la familia del poeta Alfonso Canales.

Precisamente en 1956 Canales publicó un libro de poemas titulado El candado, lleno de evocaciones de la infancia en plena naturaleza.

No andaba descaminado el poeta. Manuel Grund, uno de los primeros vecinos de la urbanización El Candado, recuerda que cuando se vino a vivir con su familia a uno de los tres chalés construidos en la zona «había liebres, jilgueros, erizos, conejos...». Todavía en el año 2000, Cosimo Culotta, actual presidente de la urbanización, recuerda la imagen de su hijo con un camaleón en la cabeza posando para una foto. Y en la actualidad, Macati Falcón, presidenta de la asociación de vecinos del Candado, cuenta que El Candado es paso obligado de aves migratorias rumbo a África.

«Seguimos siendo, a pesar del tiempo transcurrido, el pulmón verde de esta ciudad», plantea Manuel Grund. Un jardín inmenso, con 10 kilómetros de calles, puerto deportivo, club social y campo de golf, que mantienen más de 4.000 vecinos. Un pequeño paraíso de tranquilidad que este año cumple medio siglo gracias a la buena visión de un grupo de promotores: Rafael del Pino -futuro fundador de Ferrovial-, Carlos Fernández Caleya, Francisco Carrión y José Fernández Castany.

«Era un concepto nuevo en Málaga, tanto que muchos no apostaban un céntimo», cuenta Cosimo Culotta, que destaca que una de las principales pegas es que estaba en un sitio muy alejado (en la publicidad de la época se recalca que «a 5 kilómetros de Málaga», es decir, del Centro).

Pero llegaron los primeros vecinos: además de Manuel Grund, Enrique y Alfredo Queipo de Llano, Esteban Pérez Estrada y José Luis González de Gor.

Manuel Grund recuerda la «monumental masa arbórea de la finca», con pinos centenarios, muchos de los cuales fueron talados para que fuera creciendo la urbanización. Bajo uno de ellos, destaca el presidente de la comunidad, descansaba de niño Enrique Queipo de Llano, quien luego quiso comprarse un piso justo donde estaba ese pino de la niñez.

El Candado, por cierto, contaba en los primeros tiempos con una barrera de entrada, «y los primeros vigilantes iban vestidos de guarda jurado, con el traje de pana, la solapa, el sombrero y una carabina», destaca Manuel Grund.

Eso comienzos fueron complicados, con cortes de luz en las calles y cierta urgencia con el agua, como lo demuestra que en 1966 se constituya la comunidad de propietarios -presidida por el traumatólogo y fundador del Parque San Antonio Alfonso Queipo de Llano Buitrón- y en esa primera reunión se acuerde comprar una enorme bomba de agua.

De la segunda mitad de los 60 también es el primero de los bloques de viviendas, el San Carlos, que en esos comienzos funcionó de aparthotel, con restaurante y por supuesto, recepción.

Con 50 años a las espaldas, la urbanización y el club celebran unidos el aniversario con una larga lista de actos que se presentaron esta semana en el Salón de los Espejos del Ayuntamiento: regatas, festival de jazz, exposición de maquetas de barcos, muestra de fotos y objetos de la historia del club y la urbanización, un libro sobre la historia del Candado y en el horizonte, proyectos como la ampliación del puerto deportivo y el campo de golf así como la cubrición de la piscina olímpica.

Cosimo Culotta subraya que «lo importante es que estamos aquí, todos conscientes de vivir en un sitio privilegiado, algo que lo hace también la misma gente que vive aquí». Una urbanización que tiene «un compromiso con nuestro barrio, El Palo», formada por personas «de clase media», con muchos funcionarios y vecinos de profesiones liberales, recalca el presidente de la comunidad, quien por cierto desea «una larguísima vida al club». Como decía el lema de hace medio siglo, El Candado sigue siendo «un lugar para vivir».