­Nos han cuidado, han trabajado para sostener el sistema y ahora esperan que este los ayude a ellos. Las personas mayores, ese eslabón débil de la pirámide poblacional, cada vez más amplia, están necesitadas de una comprensión que vaya más allá de la atención en sanidad. Necesitan que la sociedad entienda que antes fueron jóvenes y que, entonces, ellos sostuvieron el sistema. En cierto modo, existe una deuda con ellos y los recortes y el varapalo a la ley de Dependencia no parece ponerles en el lugar que les corresponde. La Sociedad Andaluza de Geriatría y Gerontología demanda desde hace años que el Servicio Andaluz de Salud (SAS) incorpore a su cartera de profesionales al geriatra, un especialista fundamental para el tratamiento multidisciplinar de los ancianos.

Los avances en medicina, las mejoras de la calidad de vida y los trabajos menos castigados han dado lugar al retraso de la mortalidad y, en consecuencia, al envejecimiento de la población. Según el último informe del Instituto Nacional de Estadística (INE) en la provincia de Málaga hay más de 1,6 millones de mayores de 65 años. La cifra sorprende más aún al saber que más de 6.000 superan los 90 años. Cerca de 500 -490- son centenarios.

Pero, ¿está nuestro sistema preparado para atender a miles de personas que, antes o después, serán dependientes? Los expertos creen que no.

El presidente de los geriatras andaluces, José Manuel Marín, cree que el problema fundamental radica en que cada vez haya menos jóvenes, lo que hace que la población cada vez envejezca más. De hecho, un 17% de los españoles tiene más de 65 años. Alerta que, en 2050, España va a ser el país más envejecido, con un índice del 32%. «A nivel de estructura social es una verdadera crisis, porque eso genera una tasa de dependencia que no es la funcional. Significa que por cada español en edad de trabajar va a haber uno con menos de 15 años y uno con más de 65 años. Eso es insostenible desde todo punto de vista económico», señala, al tiempo que recuerda que el fenómeno de la inmigración ha supuesto, durante años, sangre joven para la Seguridad Social.

Por eso, al geriatra no le gusta hablar del envejecimiento de la población como un problema, sino como un fenómeno que evidencia el éxito de los avances médicos y sociales.

Hacer ejercicio y comer bien son claves para llegar con salud a los 90 años, pero también tener ilusiones, buenas relaciones sociales y ser emocionalmente positivo. Por eso, el médico aboga por el envejecimiento activo, pues ayuda a retrasar la dependencia.

Así, reconoce que el envejecimiento del envejecimiento -que comprende a nonagenarios y centenarios- es el gran lunar de este grupo social, pues muchos son grandes dependientes con varias patologías asociadas.

Pero muchos de estos mayores de 65 años se han erigido como cohesionadores y sostenedores de familias en crisis. Han cedido sus casas y sus pensiones para que sus hijos, nietos o sobrinos no sufran las consecuencias más directas de los recortes y el desempleo.

Aunque muchos quisieran irse a residencias no pueden porque sus ingresos soportan el peso económico de la familia, con lo que pierden parte de esa atención especializada que necesitan. El director de Inforesidencias, Josep de Martí, reconoce que hace unos años se vivió un boom de construcción de residencias cuyo modelo se quiso importar desde EEUU. Allí, ciudadanos del Norte rompían con su vida para envejecer al sol del Sur. «Pero en España nuestro sentimiento de apego a la patria chica es más grande, es más fácil que alguien de Oregón vaya a Nuevo México a que uno de Bilbao se traslade a Málaga pese a la diferencia de kilómetros», señala.

Por eso, muchos eligen otra provincia -Málaga, Valencia- como destino vacacional más que como residencial. Aún así, los que lo hacen -ya sean extranjeros o no- buscan clima, buenas infraestructuras y seguridad, pues tienen miedo a qué les podrá pasar en caso de empeorar.

Pero Martí, como Marín, afirma que los mayores de hoy no son los de antes, y que la mayoría se encuentra en circunstancias más que óptimas. «No sólo vivimos más años, sino que empezaremos a ser dependientes más tarde. Aún así, cree que uno de los principales problemas a los que se enfrenta nuestra sociedad es al pago de las pensiones. De hecho, cree que en unos años nos jubilaremos con 70 o más años, «porque la sociedad no se podrá permitir lo contrario».

Autor del libro Cómo nos engañaron con la Ley de Dependencia, Martí opina que, además de estar mal hecha, a lo poco que quedaba se le está dejando morir. Y he ahí el quid de la cuestión. El envejecimiento dependiente también será una realidad, y habrá un gran número de personas con demencia, problemas de movilidad y necesidad de atención 24 horas necesitada de unos servicios, ahora, al alcance de sólo unos pocos.

Y todo porque la Ley de Dependencia que cubría servicios de teleasistencia o ayuda a domicilio hace tiempo que no llega, con lo que muchas de estas personas no pueden afrontar el pago de cuidadores ni de residencias.

El problema radica, según Martí, en que la Junta de Andalucía -en el caso de esta comunidad- ha cortado el grifo de la dependencia y han cambiado las condiciones de los conciertos. «Quienes invirtieron en el sector con unas expectativas no las están viendo cumplidas. La Junta tiene que priorizar, hay que ampliar la concertación y que todas las residencias que existen tengan todas sus plazas cubiertas», señala.

De hecho, cree que este cambio en la normativa atraerá más inversión. «Si pacta conciertos y los paga a plazo la inversión llegará». Aún así, añade que en unos años habrá que cambiar el modelo, aunque, a su juicio, no debe preocuparnos en demasía. «La ciencia va tan deprisa que puede que no haya alzheimer, degeneración macular -responsable de la ceguera- o que, incluso, la insuficiencia cardiaca y el cáncer sean testimoniales». De este modo, cree que hay preocuparse sobre lo que pueda pasar de aquí a diez años y no de aquí a treinta, pues entonces la cifra de personas necesitadas de una plaza residencial será del 5%. «Es probable que cuando lleguemos a esa cifra los más dependientes tengan teleasistencia en casa, asistencia domiciliaria, los centros de día estén más extendidos y que, todo esto, haga que se retrase el ingreso en las residencias», dice.

Por eso, asegura que además de las instituciones, es la propia sociedad la que ha de implicarse en el envejecimiento pues, antes o después, llegará a todos. Afirma que hay que adaptar las viviendas con perspectivas de futuro y hacerlo con normalidad.