En la consulta de Coordinación de trasplantes hay esperanza e ilusión. También hay miedos, pero se disipan cuando se habla de un nuevo órgano, porque tras un trasplante hay una historia de superación y una familia luchadora que espera pacientemente el sonido del timbre del teléfono. Son personas ilusionadas que confían en recuperar su vida tras una enfermedad invalidante y que les priva de la normalidad.

Un poco más allá, seguramente en urgencias o en cuidados críticos, hay una familia rota por una tragedia que ha decidido donar los órganos de un ser querido en un gesto altruista y de generosidad con la sociedad. Hay quien es donante de órganos desde antes de fallecer al poseer la Tarjeta de Donante de Órganos y Tejidos o simplemente ha comunicado a sus familiares su voluntad. A otros no les da tiempo a hacerlo, pero sus familias aceptan la sugerencia de los profesionales, que les animan a salvar vidas. Gestos como estos han convertido a España en el país más solidario del mundo en lo que a trasplantes de órganos se refiere.

En los pasillos de ese mismo hospital hay profesionales sanitarios que dedican su día a día a regalar esperanza y a ayudar a superar al trance de una muerte. En Málaga, son cientos los médicos, enfermeros, auxiliares de enfermería y celadores los que se ocupan de que una máquina con decenas de resquicios funcione a la perfección cuando todas sus piezas encajan. Y esa máquina es la Unidad de Coordinación de Trasplantes del Sector Málaga, Nefrología y Urología, que desde el año 1978 ha situado al Hospital Carlos Haya como uno de los más relevantes de Europa por su actividad trasplantadora.

Un largo camino

Pero, ¿qué hay tras un trasplante? Optar a la posibilidad de un órgano ajeno requiere avanzar por un camino de espinos en el que los pacientes no se pierden gracias a los profesionales que los guían. Entrevistas, pruebas, largos tratamientos e incertidumbre. Los pacientes que esperan la donación de un órgano se saben en una lista que les avisa cuando tienen posibilidades, aunque un 10% de quienes están en ella fallece mientras espera la llamada.

El descenso de las muertes por accidente de tráfico ha reducido los números de trasplantes y la lista de espera se ha hecho mayor: cada vez más personas esperan un órgano y cada vez hay menos donaciones por fallecimiento. Se trata, sin duda, de una buena noticia para la sociedad, que no se ha quedado huérfana gracias al tesón de los sanitarios, que han dado una vuelta de tuerca más a esta actividad sanitaria. Aunque en España se trasplantan a diario pulmones, corazones, hígados o córneas, la mayor demanda reside en los riñones.

Dado que muchos pacientes son incompatibles con los riñones que sus familiares les ofrecen para continuar con sus vidas, los expertos han puesto en marcha los conocidos como trasplantes renales cruzados. La diferencia entre los trasplantes de vivo y los de cruzado es que, mientras en el primero es el paciente el que acude con alguien dispuesto a donarle un órgano, en el segundo caso la incompatibilidad de ambos lleva al paciente a optar al riñón de alguien de similares características que también es incompatible con su familiar. Pero el cruce de ambos casos sí da lugar a la donación al ser compatibles entre ellos.

Los profesionales médicos plantean la donación cruzada cuando existe esa incompatibilidad. «En caso de apreciar incompatibilidad donante-receptor por causas relacionadas con grupo sanguíneo o pruebas cruzadas positivas que impidan la donación directa, se puede considerar el intercambio de riñones entre parejas con problemas similares. De esta forma y al cruzar las donaciones se eliminan los obstáculos que impiden la donación». El Hospital Carlos Haya hizo el primer trasplante cruzado en 2012. Desde entonces ya ha hecho 8 y otros 25 esperan que los comités que evalúan los casos los incluyan en la lista.

El coordinador de trasplantes del hospital Carlos Haya, Miguel Ángel Frutos, admite que muchos de los pacientes que llegan a su consulta con un donante ya saben que son incompatibles, en concreto un 20% de ellos. Pero no todas las personas pueden donar un riñón. De hecho, un 50% de los que quieren donar este órgano no pueden hacerlo a causa de no tener un perfil 100% sano: la obesidad o la hipertensión, amén de otras patologías más gravosas, impiden que una persona pueda hacer este gesto tan generoso.

Pero el doctor Frutos se encuentra con una complicación añadida. En la primera entrevista con parejas incompatibles, al explicarles la opción de cruzar los órganos estos quieren que su riñón vaya a parar a su familiar y a no a otra persona. «Pero se les explica que es lo mismo, que uno está igual de sano que otro. Y lo comprenden», dice. «Las donaciones de cruzado solventan una de las barreras para tener donantes de 45-50 años, porque el programa de fallecidos está envejeciendo a los donantes», dice. El donante suele ser un cónyuge o pareja, además de donaciones de padres a hijos y hermanos.

Pero también existen las donaciones sin relación conyugal o familiar. Aunque son las menos, los amigos también donan, aunque aquí el departamento de Carlos Haya es más estricto. «Se investiga que no existe una relación espuria», explica el doctor, que reconoce que se han topado con varios casos en los que se habían acordado pagos, intercambios o amistades poco sólidas que podían dar lugar a arrepentimientos.

Una vez el donante pasa las pruebas médicas y toda la burocracia que supone donar un riñón, se envía una muestra del receptor que se mezcla con una del donante para ver si la compatibilidad es real. Si sale negativo, se continúa y tras todas las pruebas se comparece en el Registro Civil donde el nombre del receptor está codificado.

Pero no es oro todo lo que reluce y este tipo de trasplantes también puede sufrir complicaciones, aunque hasta la fecha no ha ocurrido. Para ello, Frutos dispone de un plan B. «Si al abrir al paciente se viera que no puede implantársele el riñón, este pasa a la lista global, no lo vamos a tirar», admite.

Los riñones disponen de un tiempo óptimo para sus implantes de unas 8 horas, y aunque en Málaga han viajado a Bilbao, Canarias o Barcelona, entre muchos otros destinos, desde la extracción hasta el implante suelen pasar seis horas. De este modo el paciente orina ya en quirófano lo que es más positivo para su recuperación y evita la diálisis. En el caso de los riñones de donante fallecido se dispone de un límite de 24 horas.

Aunque la posibilidad de rechazo existe, ha bajado de un 45% a un 15%, pues como recuerda Frutos, las donaciones en vivo pasan por más pruebas lo que hace más difícil que surjan complicaciones. De hecho, los hospitales públicos andaluces llevaron a cabo en 2013 un total de 686 trasplantes de órganos, de los que 61 fueron en vivo.