­En Málaga, y pese a su fuerza, representan un fenómeno relativamente reciente. Hace tan sólo dos veranos, no rebasaban la decena y su presencia en lugares de gran afluencia turística como el Centro apenas computaba como una extensión desterritorializada de la cultura de playa de Marbella o Torremolinos. Sin embargo, han empezado a crecer. A un ritmo, además, frenético e ininterrumpido. Según el último cómputo del Ayuntamiento, los apartamentos ya son la modalidad de alojamiento que más se incrementa en la ciudad, con una subida del 675 por ciento en el último lustro. Y con un interés cada vez más creciente y sólido entre los inversores nacionales y extranjeros.

A pesar de que su peso en la oferta local es todavía reducido -poco más del 5 por ciento de las plazas-, los apartamentos se han convertido en una de las grandes novedades del sector. Y, sobre todo, en uno de los principales animadores del mercado inmobiliario, que continúa sin alcanzar las cotas de movimiento anteriores a la crisis. Entidades especializadas en la compraventa como Del Río Bourman Abogados alertan, incluso, de la firma de decenas de operaciones en menos de un mes. Y con un perfil mayoritario de comprador que hace tiempo que no se veía con tanta determinación por la provincia: inversores, mayoritariamente extranjeros, que adquieren de una tacada varias viviendas en el Centro y las registran automáticamente para su explotación turística.

El interés por los apartamentos se justifica en unas expectativas de negocio que tienen en la evolución de Málaga su máxima garantía. En los últimos años, la ciudad, que hasta principios de siglo apenas contaba para la industria, se ha transformado hasta convertirse en uno de los destinos urbanos del país con mejor prensa y mejores números. Los especialistas coinciden en dibujar para los próximos años un horizonte sólido y, especialmente, optimista, al que también se suma la confianza incipiente y planetaria en fórmulas alternativas de hospedaje para cierto perfil de turista. Los datos generales avalan que la oferta extrahotelera no ha decaído. En la Costa del Sol, en los primeros cinco meses del año, ha sumado dos millones de pernoctaciones, un 20,1 por ciento más que en 2013, según el Patronato de Turismo.

En el caso de Málaga se incluye también otra variable que hace apetitosa la opción para la economía. José Luis Candau, administrador de Doña Elvira, una de las empresas más activas en el alquiler de apartamentos turísticos, pone la lupa en las necesidades del parque inmobiliario local, que acumulaba una notable cantidad de pisos sin vender a los que se quiere dar una salida. Muchos propietarios y compradores han visto en el turismo una oportunidad para rentabilizar el ladrillo.

La demanda aumenta, aunque de acuerdo con Violeta Aragón, gerente de la Asociación de Constructores y Promotores (ACP) no es, ni de lejos, la que podría ser si se superara definitivamente la actual indeterminación jurídica. «Es cierto que existe el interés, pero también que algunos se inhiben por los requisitos legales y urbanísticos», reseña.

Hasta ahora, la ley que regula el uso de las viviendas turísticas, que está siendo objeto de una profunda revisión por parte de la Junta de Andalucía, sólo permite gestionar el piso como apartamento a los propietarios que dispongan de varias referencias similares en un radio reducido o sean titulares de viviendas situadas en edificios mayoritariamente dedicados al turismo. Eso deja a la clásica casa de playa de los particulares en un limbo legal que está intentando ser subsanado por la administración. Una vez que el Gobierno andaluz apruebe su normativa, podrían darse de alta cientos de particulares, lo que engordaría aún más la oferta de la ciudad, que en determinados momentos del año, como la Feria, es ampliamente superada por las exigencias de los turistas. «En esos días si dispusiéramos de diez veces más seguro que se alquilarían», dice Candau.

El administrador distingue al cliente de los apartamentos, que califica como estacionario, con unos picos de demanda absolutamente diferenciados entre el invierno y el verano y una estancia media que en la mayoría de los casos excede los tres días. En el centro de Málaga, los más numerosos son los franceses y españoles, siempre con una cuota de satisfacción que explica el éxito reciente de la modalidad turística: «Los propietarios le sacan rendimiento y los clientes reducen costes», indica.