La familia de Paco Marín conserva todavía uno de sus primeros dibujos, un colorido faisán pintado cuando tenía 3 ó 4 años, gracias a la caja de acuarelas que le regaló su madre.

Y siguió perfeccionándose porque, ya en los Salesianos de Ronda, fue seleccionado para participar en un concurso nacional en Barcelona. «Pero luego la disciplina de los colegios de entonces y que si el niño perdía el tiempo, así que dejó de pintar hasta que lo retomó en la Facultad de Sevilla, en 1966 o 67 y ya no lo dejó. Estuvo pintando hasta 48 horas antes de su muerte», recuerda Maite Ríos, su pareja y exalumna.

La sala de exposiciones del jardín botánico de La Concepción es buena muestra estos días, y hasta el 29 de agosto, de la pasión por la pintura de Paco Marín, que sigue siendo la pasión por la Naturaleza, porque la muestra lleva por título Árboles. Se trata de una exposición de casi medio centenar de dibujos y acuarelas con paisajes de su mundo, la Serranía de Ronda y sus árboles. «Es siempre la Naturaleza la que prima», recuerda Maite Ríos, que señala dos entrañables detalles del artista: solía acompañar su firma con el dibujo de un pequeño búho y en ocasiones, al rabillo de la rúbrica le añadía, sin levantar el lápiz, un ratón.

«Son cuadros de la primera época, los años 70 y 80 y alguno de los 90», explica. Uno de ellos, Noche en el pantanillo, pintado en 1976, inmortaliza una finca en la que tuvo lugar una de las excursiones docentes más inolvidables de Paco Marín: «Al lado del Camino Viejo de Benaoján hay una finca que llaman el pantanillo porque dentro tenía un lago artificial. Esta finca era riquísima en fauna y flora y había muchísimas culebrillas de agua, tortugas y galápagos. A causa de la sequía, las culebrillas estaban aisladas en charcos, metidas en el lodo y se iban a morir. Así que Paco nos llevó a todos sus alumnos a sacar culebras de los charcos para echarlas en un pantano más grande que había cerca, para que no se murieran». El arte y la vida se funden en la obra de este completo artista de Arriate.