La familia de David Bueno sigue aferrándose a la esperanza. Tras cumplirse el pasado domingo diez años de la desaparición de este malagueño en Perú, su entorno más cercano sigue esperando que las autoridades andinas confirmen si los restos hallados a finales de octubre en una zona cercana a la que se le perdió la pista pertenecen o no al periodista nerjeño. El hallazgo se produjo en un paraje próximo al cerro Pinculluna, una cumbre localizada en el distrito de Ollantaytambo (Cusco) que también da nombre al poblado en el que David dejó su último rastro muy cerca del santuario de Machu Picchu. La policía de la provincia de Urubamba pensó inevitablemente en el español cuando entre las ropas y los huesos de un varón encontraron documentos con su nombre y primer apellido, aunque serán las pruebas de ADN las que den una respuesta definitiva.

Pero esa respuesta no llega. Fuentes cercanas a la familia hablan con resignación sobre la lentitud de la investigación, de la que no saben absolutamente nada desde que en noviembre remitieran las muestras biológicas solicitadas por las autoridades peruanas y así estudiar la vinculación genética. «El único contacto que mantenemos de forma puntual es con la embajada española donde sólo nos advierten de la extremada lentitud de la burocracia de este país», asegura un pariente.

Verano de 2004 La desaparición de David, que en marzo hubiese cumplido 40 años, está fechada el 10 de agosto de 2004, casi un año después de iniciar la aventura de recorrer Sudamérica desde Venezuela hasta el archipiélago argentino de Tierra del Fuego y ejercer como freelance durante el viaje. Se sabe que aquel día salió del hostal de Enriqueta de Ollantaytambo en el que se alojó para ir a la parada de autobús del poblado y preguntar por los horarios de viaje a Vilcabamba, su próximo destino. Nunca regresó al hostal en el que dejó buena parte de su equipaje ni volvió a contactar con su familia, algo que hacía con regularidad. Entonces tenía 30 años.

El caso no arrojó ni un hilo de luz hasta el pasado mes de noviembre, cuando la policía peruana halló los restos de un hombre junto unas ropas muy deterioradas por el paso del tiempo en un radio de dos metros. La mayoría de los huesos se encontraban en un pantalón vaquero azul marino y en una chaqueta acolchada verde, aunque los agentes también localizaron una zapatilla alta de cuero color café y un cinturón de piel marrón, según describieron las crónicas locales.

Sin embargo, y a la espera de los datos forenses que determinen la identidad y la causa del fallecimiento, los investigadores pusieron casi toda su atención en una billetera hermética de plástico transparente con tres tarjetas de crédito de bancos irlandeses y un recibo de Unibanca. Dos de esas tarjetas lucían en relieve la inscripción «Mr. D. Bueno», inicial y apellido de David, mientras que el recibo estaba fechado nueve años antes, justo el tiempo que llevaba desaparecido hasta ese momento.

El nombre de las entidades irlandesas también hicieron pensar en el malagueño, ya que antes de emprender su aventura americana vivió en Dublín, donde trabajó en un bufete de abogados y escribió para periódicos y revistas irlandesas. Ya en el nuevo continente, donde aterrizó en Caracas en el otoño de 2013, solicitó trabajo a la agencia Reuters en Colombia y fue entrevistado en sendos medios andinos para hablar de su extraordinario viaje.