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En Parcemasa, una de las instalaciones que vieron la luz de la mano de Pedro Aparicio, en 1987, se reunió ayer la Málaga mas variopinta para despedir al ex alcalde que un día antes había fallecido de manera repentina a los 71 años de edad dejando el golpe de la conmoción en todos los que le conocían, una conmoción que seguía asomándose ayer a los ojos de muchos de ellos.

Hasta allí acudieron a dar su último adiós, al amigo, al político, al compañero, centenares de personas. Muchos de ellos, conformaron con él la vieja guardia que trajo la democracia municipal a Málaga. Allí visiblemente emocionados, acudieron la mayoría de los concejales que compartieron con el la gestión municipal, en el gobierno o en la oposición. Hombres como José Asenjo, Francisco Oliva, Francisco Flores, José Luis Espejo Vinagre, Enrique Linde o Francisco Bóveda. También de los que estuvieron entonces en la oposición, como Andrés García Maldonado o Antonio Cordero, que recordó que, pese a las diferencias políticas, «el respeto personal estuvo por encima». «Hizo mucho por Málaga y yo como portavoz entonces de la oposición apoyé muchas de sus propuestas porque eran buenas y razonables».

Poco después de las 13 horas empezó la misa funeral con una iglesia abarrotada que guardó silencio total a la entrada de su mujer y sus hijos. Cuatro policías locales de gala escoltaron el ataúd durante la ceremonia que contó con varias intervenciones musicales, elegida por el propio Aparicio e interpretadas por miembros de la Filarmónica. La misa comenzó con Meditación, de Messenet; durante la misa sonó el Ave María, de Giulio Caccini; para la bendición del ataúd, Aparicio había escogido el aria de la suite en re de Johan Sebastian Bach, para cuerda y, para el final de la homilía sonó el Ave Verum Corpus, de Mozart, con miembros del coro de la ópera de Málaga y de la Orquesta Filarmónica que él creó. Su primer director, Octav Calleya, no pudo asistir, por encontrarse enfermo, pero allí estaba su esposa en representación de ambos.

En el Evangelio, se leyó a San Mateo recordando a Jesús que invitaba: «venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré».

Tampoco faltó la persona que le sucedió en el sillón de la Casona del Parque, Celia Villalobos, que acudió junto a la diputada Carolina España y Elías Bendodo. Villalobos recordó que Aparicio «fue un gran alcalde. Una persona muy culta, buena, entregada a su trabajo y capaz de buscar consensos», lo que le llevó a «transformar un ayuntamiento franquista en uno democrático», palabras que asumió el exconcejal Diego Maldonado.

«A despedir a un amigo» acudió el expresidente de la Junta de Andalucía y exministro Manuel Chávez para quien Aparicio fue «el primero que se dio cuenta de la gran potencialidad que tenía Málaga; tenía carisma y una buena relación de cercanía con la gente y también era un buen amigo».

Otras personalidades socialistas acudieron también a la despedida de Aparicio; de la vieja guardia como Germinal Soto o Carlos Sanjuán, como el consejero y exconcejal José Sánchez Maldonado o Trinidad Jiménez. La familia socialista estuvo bien representada por Miguel Ángel Heredia, Pilar Serrano, Marta Rueda, Rafael Granados, Paulino Plata, Enrique Benítez, o el delegado de la Junta, José Luis Ruiz Espejo. También la última hornada de concejales, de un lado los del PSOE, encabezados por María Gámez y Francisco Conejo; o los de IU, con Eduardo Zorrilla y Toni Morillas, al lado del coordinador provincial José Antonio Castro. Amplia representación de los concejales del PP con Mario Cortés, Francisco Pomares, Mariví Romero o Teresa Porras. Al frente de todos ellos el actual alcalde, Francisco de la Torre, junto a su esposa, Rosa Francia. De la Torre volvió a evocar la figura de Aparicio que «nos deja un vacío». «Aparicio recorrió esos primeros años de la democracia con bastantes más luces que sombras y sobre esos cimientos que dejó se sigue avanzando». «Un gran hombre, una gran persona y un gran alcalde, cuyo recuerdo debe servirnos a todos de estímulo para seguir avanzando en esta ciudad tan maravillosa que es Málaga» concluyó.

La representación del Gobierno la ostentó el subdelegado Jorge Hernández Mollar.

Poetas, escritores, arquitectos, vecinos, colaboradores

La amplia representación política que acudió a despedir a Pedro Aparicio se unió a otros muchos representantes de la cultura o el deporte con quienes el exalcade compartió aficiones e inquietudes. Su compañero de tertulia, el poeta Manuel Alcántara, Salvador Moreno Peralta, que recordaba el último mensaje que le mandó por teléfono horas antes de morir. Su amigo Eugenio Chicano, a quien trajo de Italia para dirigir la Casa Picasso, o el escritor Antonio Soler. Allí estaban también antiguos colaboradores suyos, hombres y mujeres que trabajaron codo con codo con él, como Margarita Mata, que compartió los años de esfuerzo de manera anónima, o Luciano González, su portavoz de prensa durante muchos años. Arquitectos también como José Seguí o Carlos Hernández Pezzi, que tanto trabajaron por poner orden en el urbanismo de ciudad y al lado de todos ellos el entrañable Ben Barek, que acudió para rendir homenaje al hombre que tanto se preocupó por aquel extinto CD Málaga. Miembros de la sociedad civil y de sus colectivos, como Antonio Fuentes, de Cívilis, o Carmela Fernández, la combativa presidenta de la asociación de vecinos de Campanillas o Luis Sánchez Vicioso, de Facua Málaga. No pudo estar la rectora, Adelaida de la Calle, ausente de Málaga por razones profesionales. Sí acudieron profesionales de la información como Domi del Postigo, Juan de Dios Mellado, o los directores de Sur, Manuel Castillo, y de Málaga Hoy, Antonio Méndez, y José Manuel Atencia, responsable informativo de la Ser. No quisieron dejar de dar su último adiós a Aparicio, otros como Luis Vázquez Alfarache, Federico Souvirón o José María Ruiz Povedano.