Al igual que Cortés, llegó un momento de su vida artística en el que, literalmente, quemó sus naves, es decir, sus cuadros. «Tenía que cambiar y dedicarme a otra cosa. Estaba en ello, con la fogata, cuando me llamaron de la galería Seiquer de Madrid y me propusieron una exposición de mis esculturas», cuenta José Seguiri (Málaga, 1954) entre risas.

El artista malagueño, cercano y afable, tiene una casa taller en La Cala del Moral en cuyo jardín con gruesos bambúes pueden encontrarse algunas de sus obras, como en un pequeño bosque de Bomarzo. Su historia es la de una vocación temprana, alentada por la existencia en México de un primo de su abuela, el pintor Juan Eugenio Mingorance, formado artísticamente en Málaga.

Luis, el padre de José Seguiri, fue un pionero del turismo y la hostelería. De su propiedad fueron la moderna cafetería Arizona en la capital y la histórica Posada del Mar, en La Cala. «De chico, mi madre nos peinaba con agua e íbamos a ver los espectáculos que había por la noche, como Los Tres Sudamericanos», recuerda José, que dio los primeros pasos artísticos en la Escuela de Artes y Oficios de Málaga, donde coincidió con pintores como Rafael Alvarado o Paco Aguilar.

El padre, por cierto, se tomó con mucha filosofía la vocación filial, incluso cuando el hijo ingresó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, y no concluyó los estudios. «Yo era un alma inquieta, un terror para mi padre (risas), pero él decía: Bueno, mientras seas honrado...», recuerda José Seguiri con una sonrisa.

Y honradez, pero también ganas y tesón fueron los ingredientes que sazonaron una vocación marcada ante todo por la pintura. «Empecé como pintor y realmente hoy en día digo que soy pintor, aunque el público me conoce como escultor», confiesa. La transición de la pintura a la escultura se produjo casi sin sobresaltos: «Yo hacía figuras con muchos volúmenes, un poco con unos modelados que se salían del plano y me pasé a la escultura».

En 1987 tuvo lugar la decisiva exposición individual en la galería Seiquer de Madrid, la de la previa quema de las naves, y un año más tarde celebró otra importante exposición en el Colegio de Arquitectos de Málaga. Allí contactó con el arquitecto José Oyarzábal, que iba a diseñar la nueva plaza de Uncibay, con lo que se acababa con el aparcamiento descontrolado de coches de este espacio. «Me dijo si haría algo para la plaza, se trataba de hacer varias esculturas de manera que la calle (Granados) se integrara con la plaza», recuerda.

Para la plaza y la calle Granados desarrolló la historia mitológica del cazador Acteón, que sorprende a las ninfas y a Diana en pleno baño (fuente de calle Granados) y como castigo, la diosa le transforma en ciervo y sus propios perros le devoran (en la plaza de Uncibay). El tercer grupo en la plaza, es el del Rapto de Sabina. Esta obra pública, reconoce el autor, fue «un bombazo» y dio mucho impulso a su carrera.

La atracción de José Seguiri por el mundo clásico grecorromano y la mitología, tan presentes en su obra, es algo más, matiza el artista: «Son las raíces, el Mediterráneo. Esa base de la mitología es por ese poso cultural y psicológico que origina. Me gusta mucho la relación con los orígenes». Y para dar fe de ese motor artístico tan mediterráneo, en su casa y en el taller hay multitud de libros e imágenes sobre los clásicos, la cerámica griega o estampas de frescos de Pompeya.

Luego vendrían encargos también emblemáticos como las tres cabezas (Space is a metaphore of time) del Parque de la Paloma, en Benalmádena. «Los encargos públicos son los que me gustan, por la posibilidad de hacer las obras en grande y es muy bonito que lo vea mucha gente. Las cabezas de Benalmádena, por ejemplo, están huecas y los niños se pueden meter por dentro y asomar las manos por los ojos», cuenta.

En su larga lista de obras destacan, entre otras, la Paloma quiromántica, homenaje a Rafael Pérez Estrada en calle La Bolsa, en Málaga; el grupo Lovers in the beach para Oporto o Hércules colocando las columnas, de 2007, que está en el Parlamento de Andalucía en Sevilla.

En la actualidad, acaba de terminar el grupo de Las tres gracias para un jardín privado en Francia y prepara una exposición en Portugal. El artista confiesa que sigue creando sin parar. El noviembre del año pasado, para la última exposición en Málaga (galería JM), quiso adaptarse a la crisis y ofrecer piezas de barro refractario esmaltado y cerámica, que tuvieron muy buena aceptación.

El toque personal de José Seguiri es el reinado de los volúmenes, las figuras rotundas y rollizas. «El volumen siempre me ha parecido más rico, más amplio, sobre todo si están en la calle y tienen que luchar con otros elementos». José Seguiri, siempre afable y creativo, vence a los elementos con su arte.