Málaga cuenta cada año con 700 nuevos casos de cáncer de mama. Una cifra elevada pero que, por fortuna, aumenta cada año su supervivencia gracias a la detección precoz. Un 80% de estas mujeres lo supera.

Los tiempos han cambiado y la enfermedad también. Aunque el cáncer de mama es la primera causa de muerte por patología tumoral en la mujer en todos los países occidentales, la prevención ha permitido incrementar la supervivencia un 30%.

Sin embargo, esta enfermedad, que cada vez cuenta con más expertos e investigaciones en el asunto, aún necesita más estudios que determinen en qué momento de la vida de la paciente surge y cómo detectarla antes de que sea grave. Pero lejos de probetas, ensayos clínicos, células madre y de los investigadores, están los médicos, los enfermeros, los radiólogos. Los profesionales que día a día se enfrentan a la enfermedad, los que ponen nombres y apellidos a la lacra del cáncer, los que dan la mala noticia y los que recetan las sesiones de quimioterapia.

Hace poco más de un año que los hospitales Carlos Haya y Clínico, junto a la Agencia Sanitaria Costa del Sol, pusieron en marcha la Unidad Funcional de Patología Mamaria para el tratamiento integral y multidisciplinar de las mujeres con cáncer de mama residentes en el área de Málaga capital y Costa del Sol. Esta nueva unidad, funcional y multidisciplinar, integra todas las especialidades médicas, quirúrgicas y de diagnóstico implicadas en el proceso asistencial de atención a esta patología. Gracias a esta se aprobó un protocolo de tratamiento en el cáncer de mama que ha permitido agilizar los tiempos. Desde que una mujer es diagnosticada de un tumor maligno y hasta que sale del hospital tras haber sido intervenida no pasa más de un mes. El tiempo se ha reducido notablemente.

En el caso del Materno participan un centenar de profesionales desde que se hace la mamografía y hasta qua la mujer es dada de alta. También participan cuatro plantas del centro sanitario, volcado en los cuidados de esta enfermedad. La responsable de la unidad en el Hospital Materno Infantil de Málaga, la cirujana Marta Ribeiro, admite que los tiempos se han acortado gracias al trabajo en equipo y al carácter humano de los integrantes de la unidad. «Entre tres y 10 días las pacientes tienen su diagnóstico», señala, mientras reconoce que haber reducido los tiempos redunda en la psicología y en la parte emocional de las pacientes que, a la espera del diagnóstico, se hallan sumidas en el miedo y la incertidumbre.

Cuando la prueba evidencia la existencia de un tumor maligno, los radiólogos avisan a los médicos, que ponen en marcha el protocolo para pedir más pruebas que les den más pistas sobre el diagnóstico. Entonces se reúne un comité compuesto por ginecólogos, cirujanos generales y plásticos, oncólogos médicos y radioterápicos y expertos en medicina nuclear para dirimir cuál es el tratamiento más acertado para la dolencia, según las particularidades del cáncer, y también según las características de la paciente. En el 80% de los casos los expertos coinciden en los pasos a seguir, por lo que, una vez concluye la reunión, la fecha de la intervención quirúrgica ya está puesta en el calendario.

El siguiente paso es la consulta. En ella, el profesional cita a la paciente para exponerle el caso, le da día y hora para quirófano y le habla de las posibilidades terapéuticas posteriores. La operación puede durar entre 45 minutos y tres horas, dependiendo de si también se actúa sobre el ganglio centinela, además de en la mama, y también en función de que exista o no reconstrucción del pecho. «Si no la hubiera y si todo va como tiene que ir, esa noche duerme en casa. Si no, puede estar unos tres días hospitalizada», señala Ribeiro, que subraya que en los últimos años ha aumentado la cirugía conservadora de la mama, algo en lo que han profundizado los cirujanos para una mejor recuperación tanto a nivel físico como emocional.

Además, todas las mujeres que padecen cáncer de mama en la provincia tienen la posibilidad de la reconstrucción del pecho. En caso de no ser posible en el propio quirófano el día en que se extirpa el tumor, se hace más adelante.

Una vez la mujer pasa por quirófano, acude a la unidad de hospitalización para recuperarse. Con posterioridad llegarán las sesiones de quimioterapia y radioterapia. En esta etapa la mujer evidencia un gran impacto psicológico, por lo que el personal trata de minimizar con su trato y agilizando los tiempos el sufrimiento y la incertidumbre.

Tanto en el Hospital de Día Quirúrgico como en la Unidad de Hospitalización el personal le da nociones para sobrellevar los tratamientos, prevenir linfedemas y aprender a autoexplorarse las mamas. El supervisor de enfermería de la unidad, Miguel Ángel Sánchez, señala que la cercanía del personal les da seguridad y la sensación de estar cuidadas. En unas semanas, abrirán una consulta de acogida para darles información antes de comenzar las sesiones de quimioterapia pues, como manifiesta el supervisor, en las consultas médicas reciben mucha información y se bloquean. Por eso les repiten la información, para que se familiaricen con ella y todas las respuestas respondan a sus dudas.

Las asociaciones de pacientes también juegan un papel fundamental en el diagnóstico y tratamiento del cáncer de mama. Así, desde la Asociación para la Atención a Mujeres operadas de Cáncer de Mama (Asamma), también se apuesta por explicarles el proceso. «Son uno o dos años malos y eso es importante que lo tengan claro», señala la presidenta de la asociación, Paqui Aguilar que, en colaboración estrecha con la Unidad de Mama, acude a diario a dar su testimonio a las pacientes, a las que les resuelven muchas dudas.

La psicóloga de Asamma, María Victoria Cerezo, señala que ellas les dan nociones para vivir día a día con el cáncer. «Lo que más les preocupa es volver a su vida antes de la enfermedad. Nada mejor que oir la historia de otras mujeres que lo han superado», dice. Una de las voluntarias que más motiva a las pacientes es una que ha hecho varias veces el Camino de Santiago.

Desde Asamma reconocen que la nueva Unidad de Mama ha dado un giro en la vida de estas mujeres, a las que no les da tiempo a asimilar la enfermedad cuando ya han sido operadas, lo que les ayuda en el proceso, largo y duro. Pero la implicación institucional les hace sentirse más acompañadas y seguras ante el difícil trance que van a pasar.