Aunque en las dos últimas décadas el Líbano no ha sufrido graves conflictos civiles, el país sigue expuesto a graves tensiones tanto dentro como fuera de sus fronteras. La Fuerza Provisional de las Naciones Unidas para el Líbano (FPNUL) dirige por lo tanto sus acciones a mitigar los posibles focos de beligerancia y evitar la vuelta a una situación de hostilidad, manteniendo la paz y seguridad en la zona.

Esta misión de paz, restaurada en 2006 tras una incursión fronteriza de Hezbollah sobre Israel, trabaja con los objetivos mencionados, en colaboración con las Fuerzas Armadas Libanesas, con el propósito de facilitar al gobierno libanés que pueda mantener el control del sur del Líbano. Una zona en la que se enfrentan intereses económicos, políticos e incluso religiosos.

El contingente de las Naciones Unidas está formado por aproximadamente dos mil efectivos procedentes de Alemania, Bélgica, Brunei, China, Chipre, Croacia, El Salvador, España, ex República Yugoslava de Macedonia, Francia, Ghana, Grecia, Guatemala, Hungría, India, Indonesia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Malasia, Nepal, Noruega, Polonia, Portugal, Qatar, República de Corea, República de Eslovenia, República Unida de Tanzania, Sierra Leona y Turquía, además de un reducido número de observadores civiles.

Dentro de este grupo y como parte de la Brigada Libre Hidalgo XXI, desplazada desde Zaragoza a Marjayoun con más de 600 efectivos, que durante estos días ya están volviendo a Málaga. Entre ellos se encuentran nueve militares malagueños ilusionados con su misión, para la que se han sometido a una intensa preparación, no solo física sino también psicológica. El entrenamiento que sigue el personal militar antes de una misión internacional en zonas de conflicto es especialmente importante por los riesgos a los que se exponen ya que estas misiones no están exentas de peligro. Desde que el primer contingente español desembarcó en el Líbano, en septiembre de 2006, han fallecido trece soldados, seis de ellos en el atentado terrorista del 24 de junio de 2007 en Jiam.

De edades comprendidas entre los 28 y los 52 años, los malagueños en Marjayoun representan a ámbitos diversos de la jerarquía militar. Aun así, este pequeño grupo mantiene una gran cohesión entre sus nueve miembros. Si el contingente español representa en sí mismo «una gran familia», como les gusta definirse, los malagueños son una prueba de los estrechos lazos que se crean en una misión de este tipo. Así lo expresa el capitán Manuel Manzano Jiménez quien, con más de 16 años de experiencia en la vida militar, atestigua que «la relación entre los soldados es muy especial» lo que les ayuda a sobrellevar la distancia con sus familias, en su caso esposa e hija. Sin duda éste es el aspecto más duro de la misión, tal y como corrobora el comandante Miguel Aranda García, de 51 años y militar desde los 17 años, para quien lo más difícil es «la separación de mi familia (esposa y tres hijos)».

Aunque para la mayoría de los malagueños destacados en el Líbano con el FPNUL no es su primera misión internacional, éste no es el caso del soldado Francisco José García Delgado, quien se integra por primera vez en un contingente fuera de España. Este soldado malagueño de 32 años destaca la importancia de su misión asistiendo al ejército libanés y sabe que su familia «está muy orgullosa del trabajo que realizo». Otros como el capitán Alejandro Rey Gallego, de 37 años y coordinador de la logística del sector, ya son veteranos en acudir a zonas de conflicto tales como Kosovo y Bosnia. Habiendo estado destacado ya en otra ocasión en el Líbano ve el futuro del país «positivo».

El más veterano de este contingente es el teniente coronel Gonzalo Vázquez de Lajudie quien, con 32 años de carrera militar a sus espaldas y varias misiones internacionales en destinos como Bosnia y Líbano, dirige el sistema de administración económica del contingente. El teniente coronel Vázquez Lajudie destaca que «el Líbano podría ser un país muy activo en su actividad comercial, pero por ahora esto es muy difícil». De hecho, los libaneses tienen una merecida fama de ser un pueblo muy trabajador y con mucha destreza en los negocios. Así, antes de la guerra civil (1975-1990) y de la invasión Israelí (1982), Beirut era considerado el centro financiero de Oriente Próximo y el país era comparado con Suiza.

El Líbano es un país de contrastes. En él conviven la opulenta riqueza de unos pocos con la pobreza y el hacinamiento de muchos y la miseria de los campos de refugiados. Aun en este difícil entorno, y a pesar de todas las tensiones externas e internas, se respira tolerancia. Buena prueba de ello es la convivencia de las más de 16 religiones que profesan sus habitantes.

El contingente español colabora en la reconstrucción de infraestructuras en la zona y proporciona apoyo en las actividades deportivas, culturales y educativas de la población civil libanesa, creando estrechos vínculos con ellos que redundan en la seguridad de las tropas.

De la disparidad de recursos presente en la población libanesa hace eco el soldado malagueño Alejandro de Miguel Rodríguez, de 28 años y para quien también ésta es su primera misión. El soldado deja constancia de lo difícil que resulta ver los problemas a las que se enfrenta la población civil en la zona, sobre todo los niños, los primeros que sufren la falta de medios y que en muchas ocasiones no disponen de lo más básico. Resalta por lo tanto el «valor humanitario de la misión».

Por su parte, el comandante Carlos Manuel Mendoza Pérez, jefe del Grupo Táctico y con más de 27 años de carrera militar, confirma que el contacto «cara a cara» con la población local «es muy fácil» y destaca el valor de la acción del contingente en mantener la estabilidad en esta zona conflictiva lo que, sin duda, aporta un apoyo fundamental al proceso de paz.

Otra actividad que desarrollan con interés los militares españoles destinados en la zona es impartir clases de español para la población civil libanesa residente en Marjayoun y alrededores, así como para el personal militar libanés desplegado en la zona.

Más de 400 alumnos por año asisten a estos cursos de español en 12 centros distribuidos en nueve localidades de la zona de acción española, para la que cuentan con la colaboración del Instituto Cervantes de Beirut. En esta actividad está fuertemente involucrado el capitán Rey Gallego, quien imparte clases de español los viernes en el Instituto Cervantes en Beirut e incluso está aprendiendo árabe. Esta vocación docente le lleva también a visitar, cada vez que tiene ocasión en sus visitas a Málaga, su antiguo colegio de los Maristas en la calle Victoria y saludar a sus profesores. Esta vinculación con los maristas la mantiene viva también en el campamento, con la presencia de una foto de su fundador, San Marcelino Champagnat, en la capilla de la brigada.

Los militares malagueños se muestran muy agradecidos por el esfuerzo de sus familias durante el tiempo en que ellos están se servicio en el Líbano y hacen lo posible por mantener un estrecho contacto para hacer más llevadero el trance. Saben que su apoyo es fundamental para que puedan desarrollar este tipo de misión y esperan el momento de volver a estrechar entre sus brazos a padres, hermanos, esposas e hijos. O a su tía de 80 años, como es el caso del teniente coronel Carlos Mendoza Pérez, quien señala de ella: «Es una auténtica malagueña con una vitalidad desbordante» que sigue sus andaduras de cerca.

El Líbano se encuentra frente a retos muy serios, como son mantener un gobierno estable, gestionar los problemas de los refugiados sirios y la grave crisis social y económica que sufre desde hace años, mientras busca soluciones a la fractura, cuando no enfrentamiento, entre musulmanes suníes y chiítas. En este contexto, los nueve malagueños que forman parte del contingente español de las Fuerzas de las Naciones Unidas habrán aportado su compromiso y buen hacer en su labor diaria bajo la luz del sol que luce en Marjayoun, «tan parecida a la de Málaga».