No se cayó del caballo camino de Damasco, en realidad todo ocurrió hace sólo dos años, mientras hacía una presentación en inglés sobre un idioma del que desconocía todo: el esperanto, la lengua creada en 1887 por el oftalmólogo polaco Ludwik Lejzer Zamenhof, con un 40% de raíces latinas y el resto, centroeuropeas. Se calcula que dos millones de personas lo hablan en el mundo.

Hoy Carlos Spínola, profesor de Informática de la Universidad de Málaga, es también profesor de esperanto, una lengua que ya habla con gran fluidez.

«Para mí ha sido una experiencia tan impresionante que me ha enganchado. Ten en cuenta que es una lengua que es de todos, no es la lengua nacional de nadie», confiesa. Y en cuanto a sus progresos, los califica de «increíbles»: «Después de dos años con el esperanto entiendo mucho más que inglés, con el que llevaba toda mi vida».

Carlos Spínola es el profesor de los cursos gratuitos que imparte el Málaga Esperanto Klubo, el grupo de esperanto que en Málaga tiene la Asociación Andaluza de Esperanto. Una clase semanal que todos los martes de 6 a 7.30 ofrece en el colegio de adultos Al Ándalus de Carranque.

«Llevamos con las clases cinco años», explica Ángel Arquillos, funcionario municipal jubilado y presidente de la Asociación Andaluza de Esperanto. Ángel, que ofrece apoyo a la decena de alumnos que asiste a clase, cuenta su caso, todavía más significativo: En 1979, en la Cuesta de Moyano de Madrid, encontró dos tomos de esperanto, los compró «y a los tres meses estaba dando clase a universitarios».

La más joven del aula es Lourdes Ponce, de 24 años, licenciada en Filología Francesa y que también habla inglés y francés. «Yo el esperanto lo conocía por mi tía, que es esperantista, un día vino Carlos, me comentó el curso y me apunté por casualidad». Tras un mes de clase, cree que, de los idiomas que habla, «es el más fácil de todos» y pone algunos ejemplos: «Las reglas gramaticales son tan simples... es que no hay ninguna excepción de nada. Si una palabra termina en o es sustantivo, si termina en a es adjetivo y si termina en i, verbo».

A su lado está Conchi Fernández, cuya experiencia con los idiomas se remonta al francés que estudió en el colegio. «Con el esperanto me entero de las lecciones pero me hace falta mucho vocabulario». A su juicio, una lengua como esta debería extenderse, «porque no es el idioma de ningún país y todos deberíamos estar al mismo nivel: que no sea la lengua materna de ninguno porque ese siempre sale ganando».

Convencido de las bondades del esperanto está también Juan García del Río, que lleva estudiándolo una década. «Había estudiado inglés, francés y alemán y cuando empecé con el esperanto vi que era como un juguete, algo fascinante y muy bonito». También resalta los miles de recursos y posibilidades que ofrece internet.

Mariló Torres, otra alumna, explica que entiende «muchísimo» pero le cuesta hablar. Tras tres años de estudio, ya va «a todos los congresos internacionales», igual que otros alumnos.

Precisamente en mayo, la ciudad de Ronda acogió el 73 congreso nacional y el 18º andaluz, con la asistencia de 150 hablantes de 11 países. En estas citas, cuenta Carlos Spínola, los estudiantes pueden examinarse de esta lengua universal repleta de esperanza.