El escenario político ha cambiado diametralmente en los últimos meses. ¿Qué valoración hace de la irrupción de fenómenos como Podemos?

No creo que sea algo exclusivo de España. Podemos es una manifestación del descontento ciudadano y, en ese sentido, veo natural su aparición. Entre otras cosas, porque la crisis dura mucho. Algunas administraciones han hecho un mal uso de los recursos públicos, a lo que suma la falta de transparencia y que España ha tenido que devaluarse como país. Es normal que ese descontento busque salidas y en tanto que descontento ciudadano tiene, como no podía ser de otro modo, todos mis respetos. Ahora bien, ¿es ése el camino? Podemos es una especie de llamada de atención. Lo que trato por nuestra parte, y es algo de lo que estamos facultados para presumir en estos cuatro años, es en hacer una gestión que no invite al descontento, sino a todo lo contrario, que genere autoestima.

Las encuestas sitúan a Podemos como la principal fuerza política nacional en intención de voto. ¿Ve a Pablo Iglesias como futuro presidente del país?

No creo que Pablo Iglesias pueda concitar la confianza suficiente como para convertirse en presidente del país. De cualquier modo, habría que ver cuáles son sus propuestas, porque de momento lo que se ha difundido suscita más interrogantes que certezas. Podemos, al menos hasta ahora, ha puesto el acento en lo social y en la austeridad. Y ahí no pueden dar lecciones. Como político, y es un hecho comprobable, siempre he puesto especial celo en la contención y en no malgastar el dinero público. Incluido cuando viajaba con el Senado a Madrid.

Los nuevos movimientos reivindican reformas estructurales. ¿Cuál cree que debería ser la prioridad para el cambio en este país?

La clave para mí está en la formación. Se requiere de una vez por todas un gran pacto de Estado en este tema. Si hay desigualdad en educación estamos creando los cimientos para una sólida desigualdad económica y social. Hay mucho por hacer en este campo y todo se puede hacer en el marco del diálogo entre PSOE y PP. Debemos aprender a ser solidarios y buscar la justicia en las oportunidades. Y eso no se consigue cambiando la ley de educación cada cuatro años. La Junta de Andalucía no ha hilado fino tampoco; no se han adoptado medidas eficaces para reducir el fracaso escolar. Finlandia hizo una reforma educativa que planteaba destinar a las mentes más brillantes de sus universidades al ámbito de la educación. Sería interesante que las competencias en primaria fueran de los ayuntamientos.