Es una escena habitual: un chico y una chica cortan su relación sentimental y él, que conoce las claves de sus redes sociales, entra en ellas, roba las fotos y las cuelga, por ejemplo, en una página de contactos, incluyendo el teléfono de su expareja, a la que muchos hombres fríen a llamadas al creer que se dedica, por ejemplo, a la prostitución o simplemente que ofrece sexo. Este tipo de delitos se tipifican como descubrimiento o revelación de secretos y puede acarrear penas muy graves de cárcel para el que los comete.

«Hemos tenido once casos de este tipo en 2014, siete en la Fiscalía y cuatro más en los Juzgados de lo Penal», precisa el fiscal de Delitos Informáticos de Málaga, Jacobo Fernández-Llébrez Castaño, quien indica que en 2013 se dieron dos casos de esta naturaleza frente a los seis de 2012.

«Consejos básicos en este tipo de asuntos es que nunca se den las claves a la pareja, ni de Facebook ni de Twitter, y, por supuesto, que cuando se acabe la relación que se cambien las contraseñas. Además, si se entra a estas plataformas por el portátil, que no se guarde la clave», precisa.

Sobre este particular ya advirtió también la Fiscalía de Violencia de Género de Andalucía, en el sentido de que los acusadores habían detectado que muchas mujeres jóvenes daban las contraseñas de sus redes sociales a sus parejas como señal de amor o confianza, con lo que ese gesto podía preludiar un auténtico calvario para ellas una vez concluida la relación en forma de chantaje con este tipo de imágenes o la publicación de las mismas.

El delito puede ser castigado con penas de prisión de entre uno y cuatro años o, de dos a cinco, si esas imágenes se difunden a terceros. A veces, fue la propia víctima la que envió sus fotos desnuda o provocativa, pero quien las recibe no tiene autorización para publicar las instantáneas y, aun así, lo hace.