­Sonia Gil tiene 41 años y metástasis en el ganglio centinela. El año pasado pasó por un cáncer de mama y ahora se le ha reproducido. Es optimista por naturaleza, pero está enfadada y se siente impotente. El pasado 16 de diciembre empezó a tratarse con radioterapia al concluir la quimioterapia. Debía acabar a mediados de enero, pero lo hará diez días más tarde -por ahora- por la rotura del acelerador lineal en el que la tratan a diario en Carlos Haya.

«En tres semanas se ha roto tres veces. Debería llevar 16 sesiones y llevo sólo ocho», explicó ayer a La Opinión. Ahora duda de la efectividad del tratamiento, pues no se lo ha dado en días seguidos como se lo prescribió el médico, sino que lo ha hecho en días alternos. «Es como un antibiótico. Te lo tienes que tomar todos los días y al completo, ¿y si ahora me hace menos efecto por no habérmelo hecho seguido?», arguye, mientras recuerda las palabras de su oncólogo cuando se lo recetó: «Te lo tienes que poner de lunes a viernes».

«No sé si me estoy dando paseos a Carlos Haya para nada», dice apesadumbrada. Y es que tiene que desplazarse todos los días por fuerza desde el Rincón de la Victoria, aunque le molesta aún más que haya pacientes que vengan desde Melilla y se vuelvan de manos vacías. «Si no pueden comprar una máquina nueva que concierten los servicios con otros hospitales como ocurre con las mamografías», señaló.

Ya ha puesto dos reclamaciones y ha animado a todos los pacientes con los que coincide y que se han visto perjudicados a hacerlo para demostrar que realmente les afecta. «Pero la mayoría lo paga con los técnicos que arreglan la máquina o con los enfermeros. Ellos no tienen la culpa», apuntó.

Esta mujer afirma que si no fuera por estos baches, estaría mucho mejor. «De esta enfermedad he aprendido que para estar bien hay que poner metas. Pero al estar fallando la máquina eso me genera ansiedad, quiero acabar con las sesiones y pasar página, retomar mi vida y poder irme con mi familia», cuenta Sonia Gil, que se había pedido una excedencia y no ha podido irse con su marido a consecuencia de las sesiones. «Y encima se me han retrasado», criticó.