Entre el duelo y el tumulto sólo hay dos nichos de diferencia. La altura que hay entre el segundo y el cuarto nivel de las tumbas del cementerio de Vélez Málaga estuvo a punto de provocar hace unas semanas un altercado que finalmente evitó una importante presencia policial. Todo comenzó el pasado 25 de diciembre, el día de Navidad, tras el fallecimiento en el Hospital Comarcal de la Axarquía del patriarca de un clan gitano. Según fuentes policiales, la familia del difunto ya protagonizó momentos de gran tensión en el centro sanitario que obligaron a la Comisaría de Vélez Málaga a trasladar una patrulla de agentes para calmar los ánimos.

Los problemas, sin embargo, resurgieron un día después en el tanatorio del municipio, adonde acudió la familia para cerrar los trámites del entierro. Según fuentes del Ayuntamiento de Vélez Málaga, fue en ese momento cuando se produjo el choque entre el entorno más próximo del fallecido a causa del nicho que se le asignaba y con el que no estaban de acuerdo. Según las fuentes, las hornacinas se asignan en base a una estricta normativa municipal que impide cambiar la ubicación por las exigencias de los familiares. «Les correspondía uno que se encontraba en la cuarta fila y pedían que se les diese uno en la segunda», explicaron. Los responsables de las instalaciones no cedieron a las presiones, provocando la ira de los miembros del clan. Sólo la mediación del propio Consistorio hizo entrar en razón a los miembros del clan.

Sin embargo, el temor a nuevos incidentes provocó la movilización de la Policía Nacional, sobre todo al conocer el alto mando de la Comisaría Provincial que al entierro iba a acudir un importante número de personas que se iban a desplazar desde la barriada de La Palmilla de la capital hasta el camposanto veleño. Esto llevó a los responsables policiales a enviar un buen numero de agentes para garantizar la paz durante la sepultura y que se respetara el lugar otorgado. Según fuentes policiales, el refuerzo se hizo desde la propia capital, desde donde salieron varios furgones con agentes de la Unidad de Prevención y Reacción (UPR) que vigilaron el cementerio durante la ceremonia que finalmente acabó sin incidentes.