­Tras resultar herido, el cabo Francisco Javier Soria Toledo llegó con vida a la base española Miguel de Cervantes, localizada en Marjayoun, pero poco después falleció como consecuencia de las graves lesiones que le produjo un desafortunado ataque israelí contra Hezbolá. La noticia corrió muy rápido en la misión Libre Hidalgo en la que participaba con Naciones Unidas y luego por el resto del mundo. Sin embargo, donde más cayó como una losa fue en Córdoba, donde tenía su domicilio habitual como miembro de la Brigada de Infantería Mecanizada Guzmán el Bueno X de Cerro Muriano, y en Málaga, su ciudad natal con la que mantenía grandes lazos. Así lo dicen fuentes cercanas al militar, que apuntaban a Huelin como el barrio en el que se crió. Su padre trabajó en la empresa de limpieza Limasa.

Soria ingresó en las Fuerzas Armadas en 2004 y, según la trayectoria facilitada oficialmente por el Ministerio de Defensa, Córdoba siempre fue su destino, donde trabajó en logística hasta que entre 2011 y 2012 completó el curso con el que ascendió a cabo. Igualmente, el Gobierno detalló que esta era su segunda participación en la misión internacional de Naciones Unidas UNIFIL, Fuerza Provisional de Naciones Unidas en Líbano a la que llegó el pasado mes de noviembre.

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, calificó a Soria en el telegrama que envió a su viuda como un «ejemplo de entrega y de servicio a España» al que hay que reconocer «su entrega en el cumplimiento de su misión». «Conozco, por el jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra, la alta cualificación de su marido, su dedicación al Ejército de Tierra, su carrera militar vinculada a la Brigada de Infantería Mecanizada Guzmán el Bueno y su valor en las dos misiones en Líbano», añadió.