­La agitación del agua. Trenzada como un palio del revés. Sujeta a una comunión de figuras anacrónicas, con peces abisales pasando por calaveras de piratas, de nobles aventureros, de pescadores y de templarios. «Nostalgia de las branquias», escribió José Ángel Valente. Especialmente, para los historiadores, que llevan siglos observando cómo la parte más plástica de sus obsesiones se les escapa. El mar, eterno sepulcro azul, habla. Sobre todo, cuando los archivos, ni siquiera en nuevas interpretaciones, pueden aportar ya nada. En el Mediterráneo, en el Atlántico, en el Pacífico, son muchos los trabajos que esperan la llegada de los radares y de las excavaciones para remendar la red lanzada por las especulaciones. Entre ellos, los del naufragio del Beatrice, investigado, entre otros, por Nerea.

El hundimiento de este barco, que transportaba nada menos que el sarcófago de Micerinos, constituye uno de los acontecimientos submarinos de mayor significancia en España. En los últimos años, los archivos han fijado la costa de Murcia como posible lugar del yacimiento. De corroborarse la teoría, el país se enfrentaría a uno de los hallazgos capitales del siglo en cuanto a memoria bajo el agua.

Al igual que la costa de Málaga, el resto de las playas andaluzas también están preñadas de historias y movimientos dramáticos. En las aguas de La Herradura, a pocos kilómetros de Granada, borbotea todavía el que está considerado como el principal yacimiento acuático de España. En ese enclave se hundió una flota al completo, la del Juan de Mendoza, que cayó por las mismas circunstancias meteorológicas que hicieron naufragar al Gneisenau. Una emboscada de viento y lluvia en un paso complicado, lleno de trampas de pedregales.

La reconstrucción de los naufragios deja entrever las diferentes maneras de operar de las administraciones con la cultura subacuática; mientras Gran Bretaña es capaz de recorrer medio mundo para describir el hundimiento de sus barcos, España, por ejemplo, se muestra más abúlica, moviéndose con los tirones de orejas que le propinan sus historiadores. En Francia, la recuperación del cuerpo de Saint-Exupéry, ahogado en Marsella, fue una misión de implicación nacional. El cuaderno de bitácora escrito desde el porvenir hacia el pasado.