Cubero y Labraora, la pareja de mulas que conduce Bernardo, roturan la tierra mientras se abren paso entre las viñas, repletas de hojas doradas. Arar las viñas en otoño no se veía en Moclinejo desde hacía 50 o 60 años (desde entonces se ara en invierno, con la viña ya podada).

Este regreso al pasado ha sido posible gracias al trabajo de la fotógrafa Beatriz Moreno y del enólogo y profesor colaborador de la UNIA Jesús García Gallego, que han documentado durante tres años de tenaz labor todo el ciclo de la viña y luego la transformación en pasas o en vino.

El resultado será un próximo libro y hasta el 28 de febrero, la exposición fotográfica La Moscatel y la Axarquía, un vínculo compartido, que puede verse en el Ateneo y que tiene detrás un duro trabajo de campo, nunca mejor dicho: «Aquí hay muchos amaneceres a las 6.30 de la mañana y atardeceres. El juego de la luz es para mí muy importante, que las fueran luces suaves y cálidas», explica Beatriz Moreno, que además ha tenido que seleccionar 100 fotografías nada menos que de... 7.582.

La fotógrafa y el enólogo malagueños han estado cubriendo todo el ciclo de la viña cada 15 días durante tres años en la zona de Moclinejo, Almáchar y El Borge, tierras cuajadas de arroyos, barrancos y lomas por las que la tracción animal todavía gana la partida a las máquinas: «Las pendientes son tan grandes que las máquinas no entran, la única manera de entrar es con mulos», señala la fotógrafa. «Es imposible andar por allí sin rodar», bromea Jesús García Gallego, que confiesa que la sorpresa más agradable de estos tres años de madrugones ha sido la calidad humana de los viticultores: «Todo esto existe porque muchas personas, desde hace generaciones, trabajan para que esto sea posible, aunque muchas veces sean invisibles».

La Moscatel y la Axarquía rescata y dignifica el papel de estos hombres y mujeres invisibles que realizan un trabajo «hecho a mano importante, duro y difícil», en palabras del enólogo. Por eso, los autores de esta obra quieren recordar a trabajadores como Bernardo; Manolo, alias Cagarando; su hija Tere; Miguel España; Pepe Gámez, de la Unión de Pequeños Agricultores, y en especial a Juan Muñoz, de las bodegas Dimobe de Moclinejo.

Uno de los inmortalizados por las fotos de Beatriz, por cierto, no pudo contener las lágrimas al verse en la exposición del Ateneo. «Decía que estaba acostumbrado a que lo trataran como a la gente del campo», cuenta Jesús García Gallego.

La luz que alborea por las ventanas ilumina la temprana labor de los paseros en un Cortijo de Almáchar; en otra instantánea las viñas brotan de una tierra que es pura roca por la que este arte milenario se abre paso. El enólogo confía en que estas fotos y textos den paso a un libro con idéntico asunto, la uva moscatel en la Axarquía, una manera más de dar fe de esta faceta «antropológica, humana y cultural en la que normalmente no se piensa cuando uno va a beberse una botella de vino», comenta Jesús García Gallego, que señala que le gustaría que el libro pudiera salir a la luz con la colaboración de entidades como la UNIA y la Diputación.

Para el presidente del Ateneo, Diego Rodríguez Vargas, esta exposición es el «complemento perfecto» a la labor de la vocalía de Cultura Alimentaria de la institución, además de una aportación «excepcional». Puede visitarse de lunes a viernes de 11 a 1 y de 6 a 10 de la noche, hasta el 28.