­Marta (nombre ficticio) sufrió mobbing cuando terminó su baja por maternidad. Durante años trabajó para una cadena de tiendas desempeñando distintos puestos de trabajo que la obligaba a viajar semanalmente por todo el país. Cuando se tenía que incorporar, le degradaron de puesto y le enviaron a una tienda a 100 kilómetros de su casa.

Con 31 años se quedó embarazada y hasta las 35 semanas de gestación no dejó de trabajar. Su médico de cabecera le recomendó que lo hiciera porque los cerca de 600 kilómetros que hacía en carretera cada semana ponían en riesgo su salud y la de su bebé. También las 8 horas que estaba de pie en las tiendas y en los escaparates. «Yo nunca les pedí nada sólo, antes de la baja, trabajar las 40 horas que me correspondían y no las cerca de 60 que hacía».

Tres días antes de acabar su baja maternal, recibió la llamada de su jefa. «Me dijo que ya no había hueco para mí en la empresa, que las cosas habían cambiado mucho y que otra persona ocupaba mi puesto», relata la mujer. Le dijeron que si se incorporaba, tenía que hacerlo a un puesto diferente y en otra provincia. «Le recordé que mi hija tenía cinco meses, que no podía estar todo el día en carretera. Entonces me dijo que para estar contenta y la empresa no perder, que me fuera».

Pero Marta no se quedó ahí. Le recordó que ella no se quería ir, que necesitaba su trabajo, por el que «tanto había dado», y le conminó a buscar una solución, pues quería su puesto de área mánager. Un día después, el área de Recursos Humanos le anunció que le habían dado un puesto nuevo como dependienta a una tienda a 100 kilómetros de su domicilio. «Me degradaban, me mandaban lejos y encima con jornada partida. Tendría que hacerme al día 400 kilómetros», relata.

La situación en la que estaba le pasó factura y el médico le dio la baja el día que se incorporaba con el diagnóstico de ansiedad y depresión. No se rindió, y contrató a un abogado con el que ganó dos juicios a la empresa, que fue obligada a readmitirla en su puesto. «Pero no me sentía con fuerzas para volver, ¿cómo iba a trabajar para una gente que no me quería?». Consciente de que su vuelta sería un infierno, su abogado y la marca alcanzaron un acuerdo y logró que le dieran una indemnización por 33 días por año trabajado en lugar de los 20 que pretendían.

Ahora, embarazada por segunda vez, es consciente de que hizo lo adecuado y que no hay que rendirse ante los empresarios. «Les dí su merecido. Ser madre no está reñido con tener un puesto importante. ¿Pude hacerlo cinco años y ahora con una hija ya no estaba capacitada?». Marta se siente un ejemplo para todas las trabajadoras que se sientan acosadas por haber sido madres. «En el juzgado me dijeron que esto estaba a la orden del día, que las mujeres estamos muy desprotegidas. Tenemos cuatro derechos, pero peleemos por ellos», subraya.