Minutos después de que el aviso sonara por la megafonía del Parque Central del Paseo de Martiricos, el cabo Nelson Doblas y el bombero Juan Carlos Benítez las pasaban canutas en la quinta planta de un edificio de Nueva Málaga. Pasadas las cuatro de la tarde, el primero abrazaba por detrás a un hombre que estaba a punto de lanzarse al vacío desde la ventana de su casa. Y el segundo hizo lo mismo con los otros dos para evitar que siguieran escurriéndose hacia el abismo del ojopatio. «Cuando él sintió a mi compañero se dejó ir y yo me agarré a los dos», recuerda Juan Carlos con todo detalle.

No fue fácil llegar hasta el suicida, y mucho menos comunicarse con él. Después de cerrar la vivienda desde el interior, se sentó en la cornisa de la ventana del dormitorio y cerró la corredera desde fuera para no tener la opción de volver al interior del piso. «Solamente podía ir hacia adelante», resume gráficamente el bombero. Descartado el uso del vehículo escala por tratarse de un patio interior, el sargento Jesús Carrasco trataba de persuadir a voces al hombre con la ayuda de un policía nacional desde la ventana de la vivienda que quedaba justo enfrente, pero no respondía, era ajeno a lo que le decían. Con el torso desnudo y las piernas colgando, parecía estar bajo los efectos de una fuerte medicación. Según Benítez, ni siquiera reaccionó a los golpes con los que echaron abajo la puerta, el acceso más rápido para evitar la tragedia, ya que la ventana del piso superior tenía rejas y complicaba un posible descenso con el que sorprender al suicida.

Ya en el dormitorio, el cabo Doblas fue el primero en llegar a la ventana y la abrió. Nada más sentir el contacto, el hombre se entregó a la ley de la gravedad. «Era muy corpulento. Medía cerca de 1,90 podía pesar fácilmente 100 kilos», indica Juan Carlos, que inmediatamente sumó un segundo abrazo que seguía siendo insuficiente. No podían tirar de él. El peso y la estrechez de la ventana, cuyas hojas estaban bloqueadas por los propios bomberos, lo impedían, por lo que un policía rompió las correderas en un intento de facilitarles el trabajo. Tampoco fue suficiente.

En el momento más crítico del rescate, cuando se daba por imposible subir el cuerpo a peso muerto, sus compañeros accedieron a la vivienda inferior y buscaron la ventana que estaba justo debajo del incidente. Cuando llegaron ya veían las piernas del hombre, que seguía escurriéndose poco a poco. El policía que tenían enfrente les dijo que sus compañeros estaban abajo. A medida que se les escapaba, los bomberos Víctor Vera y José María Vázquez lo iban agarrando con la ayuda de unos vecinos hasta introducirlo por completo.

Seis meses después del rescate, el Ayuntamiento de Málaga felicitará hoy a los bomberos que participaron en el servicio con especial mención a Nelson y Juan Carlos. El acto, que cada año se celebra con motivo del patrón de los bomberos, San Juan de Dios, para homenajear a los agentes jubilados, se celebrará en el Museo de Arte Contemporáneo (CAC) a partir de las 19.30 de la tarde, y estará presidido por el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, quien entregará una placa a todos los intervinientes, incluidos los conductores Rafael Antequera (camión escala), Rafael Aguilar (bomba urbana ligera), Antonio Aguilar (ambulancia) y el médico Rafael Sánchez, que atendió al agente que rompió la ventana de varios cortes en una mano.