El sonajero

El barrio del 4 de Diciembre nació tras la riada de ese mismo día de 1958 y fue impulsado por el entonces alcalde, Francisco García Granada. Las aguas barrieron el núcleo chabolista del arroyo del Cuarto -cerca de donde hoy se encuentra el Parque del Norte- y dejaron a decenas de familias sin casa. La magnitud del desastre, como contó Alfonso Vázquez en un Mirando atrás del 6 de diciembre de 2009, obligó a las autoridades municipales a plantear la construcción de 500 viviendas en los terrenos que entonces había a la espalda del antiguo matadero. La avalancha de fango llegó a alcanzar los diez metros de altura. Mientras , las 462 familias se alojaron en la Casa Cuna. La entrega de las primeras viviendas se produjo el 23 de agosto de 1959 y meses después la barriada cambió de nombre en honor al entonces alcalde. Entonces, se trató de un gran proyecto urbanístico que hizo ciudad, pese a que luego la barriada no atravesó buenos momentos. En la Plaza de la Biznaga, eje de la zona, se instaló el famoso Sonajero, la farola que hasta el 59 estuvo en la Plaza de la Constitución. Hace unos años, hubo quien intentó llevársela para venderla como chatarra, pero fue restaurada y colocada de nuevo en ese enclave tras la segunda rehabilitación del barrio, que concluyó en 2012 y que supuso la construcción de 565 VPO, además de una moderna reurbanización de la zona. Hace tres años también se inauguró el moderno mercado de García Grana, en sustitución del primero, también testigo de la evolución del barrio, nacido con esperanza, sumido después en la degradación y, de nuevo, atravesando ahora un momento más esperanzador pese a la crisis. Sin embargo es la carestía económica y el pinchazo de la construcción el que ha colocado al recinto comercial en una mala situación: más de la mitad de los puestos están cerrados, dado que el paro azota la zona -como a la mayor parte de la capita de la Costa del Sol- y hoy las compras no tienen la entidad ni se hacen con la misma alegría a como se efectuaban durante los años del boom. Alrededor del mercado, muchos jóvenes y mayores dan vueltas, juegan al parchís o al dominó con el fin de que pase el día sin más esperanza que aguardar a que la crisis vaya pasando y la recuperación prometida por los miembros del Gobierno pase, de una vez, a la economía real. Los comerciantes hablan de una caída de ventas del 50% o más, y aseguran que viven en pesetas y pagan en euros, lo que se nota mucho. El presidente de los comerciantes, José Manuel Castro, precisa que aquí, al contrario de lo que ocurre en otros mercados de la capital, algunos puestos abren por la tarde, aunque es una barriada peculiar: el panadero sigue llevando el pan a las casas y algunos comercios tienen cartillas para las familias, donde se apunta lo que pagan de más con cada compra para poder adquirir productos más caros a final de año, durante las fiestas navideñas.

Problemas compartidos

Mal de muchos

A este mercado le afectan también los males comunes a todos los recintos comerciales de la ciudad: la crisis del modelo, la carestía económica y el hundimiento del consumo, así como la competencia que le hacen las grandes superficies, muy habituales en todos los rincones de Málaga y en el litoral. Sólo una mejora de la situación evitará mayores problemas.