­Charo Lobato es psicóloga y pedagoga, terapeuta familiar y experta en el tratamiento de niños y adolescentes. Dirige el Centro de Psicología Personal&Mente, ubicado en la Alameda Principal. En esta entrevista, analiza los principales problemas de los jóvenes conflictivos y los intentos desesperados de sus familias por lograr que éstos puedan tener una vida plena y feliz pese a un comienzo que no siempre fue ideal.

En los últimos años hemos visto cómo ha aumentado el acoso escolar. Usted trabaja tanto con víctimas como con supuestos agresores. ¿Cómo se abordan estos casos?

Así es. En los últimos cinco años hemos podido comprobar un aumento considerable de casos relacionados con abuso y acoso escolar. La mayoría de pacientes que recibimos son víctimas de agresiones y acoso escolar, chicos y chicas en edades comprendidas entre los 12 a 18 años que acuden a consulta acompañados por sus padres. Normalmente la voz de alarma suelen ser síntomas relacionados con un cambio brusco en el rendimiento escolar, cambios de humor, apatía, dificultades en la atención, etcétera... También tenemos que señalar que existen casos de chicos y chicas agresores que tras alguna denuncia del colegio o situaciones de conflicto en casa acuden a consulta pero normalmente el motivo de consulta que expresan los padres es otro; en la mayoría de las ocasiones refieren estar desesperados por los comportamientos violentos de su hijo o hija en casa además de un probable consumo de drogas, más concretamente cannabis y abuso de alcohol.

¿Tienen los agresores la percepción de haber hecho algo mal?

Normalmente no. En el comienzo de las sesiones no suele haber conciencia de problema o de haber hecho algo mal. Existe un discurso de culpar a los demás y de no responsabilizarse de sus actos. Con el transcurso de las sesiones de terapia se va alcanzando un nivel mayor en la responsabilidad de su actos.

¿Son recuperables para la sociedad?

Siempre y cuando se realice una intervención temprana, la probabilidad de que este patrón de conductas desaparezca es mayor. Estos comportamientos violentos empeoran con los años si no existe un abordaje adecuado y suelen tener consecuencias negativas para el sujeto en cuestión y para las personas con las que se relaciona.

¿Qué patologías sufren las víctimas del acoso escolar si no tienen ayuda psicológica temprana?

Un estrés como el que se puede generar en el contexto de una situación de acoso o abuso, de una forma continuada y sin abordaje terapéutico, puede general síntomas depresivos (apatía, tristeza, problemas de sueño o alimentación, irritabilidad, bajo rendimiento académico), síntomas disociativos (sensación de irrealidad, confusión), ansiedad generalizada, deterioro considerable de la autoestima, inseguridad, y, en casos de un riesgo elevado donde el abuso haya sido constante y duradero, podríamos empezar a hablar de la aparición de una sintomatología mental grave.

En los últimos años ha habido un auge de jóvenes adictos a las redes sociales. ¿Cómo se tratan estas adicciones?

Como todo, depende del uso que hagamos de ellas. En el caso de menores, es muy importante que los padres y mayores tengan acceso a las aplicaciones y redes sociales a las que se conectan sus hijos así como establecer límites horarios donde puedan utilizarlas y conectarse con sus amigos y compañeros. Un mal uso de las redes en cuanto a abuso del tiempo puede generar en los menores síntomas de estrés, problemas de sueño, irritabilidad, dificultades en la concentración. También es importante hacer hincapié en el control y acceso de los padres en el uso de las distintas aplicaciones y redes sociales a las que se conectan sus hijos y evitar en la medida de lo posible el contacto con perfiles desconocidos o sospechosos. Es importante cuidar el contenido que los menores publican en las redes: fotos, datos personales, etcétera...

Asiste la sociedad con pesimismo a la proliferación de Ni-Nis. ¿Es ésa la antelasa de la delincuencia juvenil? ¿Son tratables?

Cualquier chico o chica puede llegar a convertirse en un Ni-Ni. Se llega a esa situación por multitud de circunstancias: falta de orientación, padres muy permisivos, falta de límites, vínculos afectivos pobres que pueden llevar al desarrollo de un mal autoconcepto o autoestima empobrecida. Si no se interviene con el entorno familiar de estos jóvenes es muy difícil que se pueda conseguir un cambio en su estilo de vida, mejorar los hábitos y actitudes ante las responsabilidades, buscar actividades que les ayuden a sentirse satisfechos, y, por tanto, mejorar su autoestima, etcétera... Es por ello que, en estos casos, es importante trabajar con los jóvenes, pero es muy necesario que los padres y demás familiares se impliquen en su proceso de cambio.

El programa Hermano Mayor tiene un gran éxito de audiencia. ¿Ésa es la manera de resolver conflictos entre padres e hijos? ¿Cómo se abordan? ¿Hay solución?

En este programa podemos observar cómo existe la presencia de un educador que trabaja con la familia y con el menor de manera conjunta. Cuando existen problemas familiares jamás se debe señalar a una sola persona. Por tanto, a la hora de resolver un conflicto con menores y su familia caeríamos en un error si sólo nos centramos en los hijos. Es muy importante explorar en el problema familiar así como en la relación de pareja de los padres. Es muy importante poder evaluar qué está ocurriendo en una familia para poder intervenir de una forma adecuada y eficaz.