­Un barrio nacido del orgullo y mantenido con el trabajo de miles de ciudadanos que no dejan de pensar cómo reflotar sus negocios entre los que destacan tiendas de ropa, de electrónica, ultramarinos. Cruz de Humilladero es un distrito hecho a sí mismo, gracias al buen hacer de sus comerciantes y vecinos, que han conseguido reivindicaciones históricas y donde otras tantas duermen el sueño de los justos.

Más de treinta barrios y cien mil habitantes lo convierten en uno de los dos distritos más poblados de la capital malagueña. Cerca de diez kilómetros cuadrados con grandes centros comerciales como María Zambrano o Larios, centros comerciales abiertos como el que da nombre al distrito, una estación de trenes y otra de autobuses, varios centros de salud, polígonos industriales, campos de fúbtol y un recinto ferial hacen de Cruz de Humilladero el epicentro del comercio -con permiso del Centro Histórico- y del ajetreo constante que supone dar vida a toda una ciudad.

Las primeras referencias históricas del barrio datan de 1600 cuando la zona no era más que una de las antesalas de Málaga. Hoy, la capital de la Costa del Sol no puede eludir la importancia de esta zona, una de las más pobladas por metro cuadrado y fundamental en lo que respecta al sostenimiento de miles de empleos y de barrios humildes que conforman la realidad de la Málaga de 2015.

Aunque las principales reivindicaciones responden a peticiones por barrio, hay dos que son endémicas y consensuadas: necesitan más zonas verdes y más aparcamientos. Desde las pasadas elecciones municipales, los principales titulares que ha acaparado la prensa sobre la Cruz de Humilladero tienen que ver con el uso de la antigua Prisión Provincial, el Cementerio San Rafael, la inauguración del Metro y la conclusión de una parte del Bulevar sobre las vías del tren. Obras -algunas de ellas faraónicas- que han requerido del compromiso de varias administraciones y que, por este motivo más la situación económica, las han ralentizado en el tiempo.

Para visitar Cruz de Humilladero es fundamental acudir a la plaza que le da nombre. Un rotonda que vertebra el tráfico de la ciudad y que es centro neurálgico del comercio. Antonio Vegas lleva doce años al frente de la Asociación de Vecinos La Cooperación. Admite orgulloso que en los últimos años se han hecho avances, pero cree que no han llegado los más importantes y deseados: las zonas verdes. Han pedido al Ayuntamiento en reiteradas ocasiones que reconvierta los terrenos de la antigua fábrica de La Pelusa en zonas verdes. «Hoy es nido de basura y ratas», lamenta el hombre, que asegura que los vecinos han exigido al Ayuntamiento que permute estos 5.000 metros cuadrados, en los que iba a edificar una constructora tras el derribo del histórico edificio que hubieran querido mantener, con terrenos de la zona de Repsol. «Es el único espacio sin construir del barrio, si construyen ahí no nos queda hueco para un árbol», dice. Por eso, le pone un 5 al Ayuntamiento.

Y es que Cruz de Humilladero es una zona «de paso». De ahí las altas cifras de polución y la necesidad de zonas verdes, no sólo para pasear o que jueguen los niños, sino por hacer un favor al medio ambiente.

Luisa Cortés lleva 50 años en el barrio, al que cree que le falta seguridad. Echa de menos parques para los niños, porque no tiene a dónde llevar a su nieta. «Me casé y me vine aquí, llevo toda mi vida, es un barrio muy cómodo, salvo por eso», insiste. De su misma opinión es Diego García. Tiene 36 años y mientras se toma un tentempié en la cafetería del centro de mayores Antonio Martelo insiste en que es necesario incrementar la seguridad. También se refiere a la limpieza. «El barrendero viene dos veces a la semana», critica. Aún así, cree que el principal problema reside en la ya mencionada falta de aparcamientos. De hecho, es uno de los vecinos que se muestra contrario a que peatonalicen calles para consolidar la zona como centro comercial abierto. «No tendríamos donde meter el coche», dice. Y es que la mayoría de los edificios no disponen de garaje, lo que convierte en una aventura cada día la búsqueda de un hueco donde meter el coche.

El propietario de la tienda de moda C. Martín, Cristóbal Martín, piensa todo lo contrario. Cree que si no se apuesta por el comercio, el barrio no sobrevivirá a la crisis. «Pondría los parking públicos a un euro al día. Así quitaríamos tráfico y coches de la doble fila», dice. Por eso, reivindica que se retome el proyecto de peatonalización de las calles Antonio Martero y Alfambra.

La antigua prisión provincial, que tantos quebraderos ha traído a las administraciones y a los colectivos vecinales parece que por fin responderá a sus necesidades. «Esperamos que la abran como centro social y cultural», afirma Juan Campoy, que pone un 6 al Ayuntamiento y que asegura que el cierre de la cárcel no sólo supuso el fin de reivindicaciones vecinales, que temían por su seguridad, sino que también el de numerosos comercios que «vivían» de la cárcel, como cafeterías, un quiosco o una zapatería. El atentado del año 1991 también supuso un antes y un después para la avenida Ortega y Gasset y sus comercios, así como para el histórico barrio de Santa Julia. «Lo pasamos mal. Hubo un motín, mataron a un funcionario. Hubo incluso que proteger el colegio Giner de los Ríos porque volaban las papelinas», recuerda. Su amigo Bernardo López, que lleva 45 años en el barrio, admite que le gustaría que la cárcel acogiera una unidad de estancia diurna. Pasea por el barrio saludando a los vecinos y recuerda con orgullo el verano en el que, con sus propias manos, colgó las pizarras del Ben Gabirol.

José Antonio Cuenca lleva desde 1975 regentando la cafetería Mary Pepa. Critica el nuevo carril bici, que ha quitado aparcamientos y, dice, les ha perjudicado. También pide nuevas medidas para incentivar los negocios de la zona, venidos a menos por la crisis y el paro.

Sólo unos metros más allá se encuentra el resucitado García Grana. Este barrio empieza a resurgir de sus propias cenizas. Ángeles Heredia lleva toda su vida viviendo aquí y ve que la gente cada vez se involucra más. «Tenemos todo lo que hemos pedido, pero necesitamos más limpieza porque a la gente todavía le falta conciencia. Y vemos que los basureros se entretienen un poco», dice la vecina, que le pone una nota a la concejala del distrito de un 8.

Otro de los barrios históricos de Cruz de Humilladero es Carranque. José Antonio Ruiz dirige una asociación alternativa a la histórica, Proyecto Carranque. Es muy crítico con la gestión de la concejalía, a la que da una nota de un cero. Lamenta que una de las principales reivindicaciones vecinales, el uso parcial del mercado, no haya llegado a buen puerto y esté cerrado. «Queremos usarlo como centro social, porque el que hay está cerrado de cara a los vecinos, sólo para algunas asociaciones», critica, al tiempo que recuerda que la falta de iluminación se ha convertido en un mal endémico para este «pueblo». Pide bancos para las personas mayores, moción que apoya Francisca Gómez, vecina histórica que recuerda que en el parque cada vez hay «más drogas y menos niños» y que echa de menos un asiento en el que descansar cuando viene de la compra.

El Real de la Feria es uno de los principales motivos de dolor de cabeza para los vecinos de la Cruz de Humilladero. Soledad Pinto, se mudó hace unos años de aquí sin saber que los días festivos de Málaga le darían tantos problemas. «Es una zona tranquila, pero en agosto no se puede estar», dice la mujer, vecina de Cortijo de Torres. El dependiente de una tienda de mensajería cercana a la zona, que prefiere mantener su anonimato, asiente a este problema. «En feria los vecinos se marchan del barrio», dice el joven, que señala que asisten a la borrachera «de toda Málaga». Pero este barrio, integrado en San Rafael, tiene un problema relacionado con la música y el alcohol que va más allá de la feria: las discotecas. «Además de la inseguridad nos quitan el poco aparcamiento que hay. A mí me han multado por dejarlo mal, es otro de nuestros grandes problemas», señala, al tiempo que puntúa con un 5 la gestión municipal.

Las discotecas del Camino de San Rafael se han convertido en la principal preocupación de José Velasco, que afirma que unos vecinos se van a mudar, entre otros motivos, por no poder soportar el ruido del botellón, la suciedad derivada del mismo y el jaleo que conlleva una discoteca a altas horas de la madrugada. Su hermano, Luis Carlos, vecino de El Duende, admite sentirse «abandonado de la mano de Dios» por el Ayuntamiento en lo que se refiere a la feria y las discotecas. «Rompen coches, mobiliario urbano, se hacen sus necesidades en la calle, no tenemos seguridad. Nos sentimos desangelados y con riesgo de que haya una desgracia», dice el hombre, que critica la apertura de un campo de fúbtol de césped artificial que no les deja descansar por el ruido y por los proyectores de luz.

El tráfico es también uno de los principales quebraderos de cabeza de los vecinos de la zona de San Rafael. Según denuncian, la apertura del Bulevar Adolfo Suárez ha convertido su calle en un ir y venir de coches interminables, por lo que piden pasos de cebra elevados para que los vehículos «no se embalen». También esperan con entusiasmo la conclusión del parque del cementerio, donde ya hay un monolito pero del que esperan mucho más.

Sin duda, la llegada del Metro de Málaga a calle La Unión ha puesto en valor todos los negocios de la zona, aunque muchos perecieran mientras se construía. Francisco Martín regenta la tienda de arreglos de telefonía La Manzana Rota y, aunque pone un 8 a la gestión, pide más inventiva para crear nuevos aparcamientos, pues piensa que se trata del principal problema del que adolece el barrio.

Rotonda El corazón de Cruz de Humilladero

La plaza de Cruz de Humilladero es una de las rotondas que coronan el tráfico de la capital malagueña. En ella confluyen algunas de las vías más importantes de la zona, como el Paseo de los Tilos o la avenida de Ortega y Gasset. Es el corazón de un barrio donde se dan cita una gasolinera, una parroquia, locales comerciales y sucursales bancarias. Ha sido testigo del desarrollo industrial de Málaga y de cómo, poco a poco, los que se consideraban barrios periféricos se han añadido hasta conformar la Málaga que hoy conocemos.