lías Bendodo acertó el viernes a definir al alcalde de Málaga como «cercano, honesto, tenaz y dialogante». Cuatro cualidades para un regidor que en sus quince años de mandato, y con la posibilidad de renovar por cuarta vez la alcaldía, ha ido trabajando, perfeccionando y ajustando hasta construir un personaje público que ahora se llama Paco de la Torre. Si Paco se mira en el espejo verá que de Francisco ya queda poco, al menos en la imagen que proyecta en público o en la que el PP quiere transmitir.

Un hombre cercano

Durante los últimos meses de este mandato municipal se ha especulado (más bien la prensa ha especulado) con la posibilidad de que el alcalde no se presentara a su cuarta reelección debido a su edad y a un cierto comentario que realizó antes del verano pasado de que sólo lo haría si la salud le permitía seguir con su inhumana agenda de trabajo. Dando por bueno que goza de salud física y mental, sorprende que el Partido Popular haya decidido jubilar a Francisco de la Torre como candidato a la alcaldía de Málaga para presentar a Paco de la Torre como candidato unipersonal y sin gaviota. Pero todo tiene una explicación.

Corren nuevos tiempos en política y el alcalde, que procede de otros, tiene la virtud y la disciplina para subirse y adaptarse a los nuevos como se comprueban en sus múltiples perfiles en las redes sociales. Consideran que Francisco denota lejanía y que la marca PP resta más que suma (no hay que ser experto). Se une así a la nueva corriente de marketing político que recorre las sedes de los dos grandes partidos cuyos candidatos huyen de las siglas buscando resaltar perfiles propios para esquivar el peso muerto de sus etiquetas. Si Ciudadanos es Albert Rivera y Podemos Pablo Iglesias, el PP en Málaga es Paco de la Torre. No todos los políticos pueden hacer este viaje con garantías de éxito.

Con este cambio quieren remarcar también el perfil cercano de un alcalde que tuvo que aprender a serlo. La puesta en escena de este político dista hoy mucho de la inseguridad y de la cierta timidez con la que inició su etapa como regidor en 2000. Sometido una severa dieta blanda de besos y abrazos para que aprendiera a relacionarse con la ciudadanía, Francisco ha ido mutando su personalidad hasta llegar a ser Paco, un alcalde a pie de asfalto con jornadas maratonianas de trabajo que igual te inaugura un bordillo en Ciudad Jardín que argumenta con cientos de miles de datos la necesidad de la reforma de la ley local.

Esta cercanía tan trabajada es uno de los réditos electorales que el PP quiere exprimir en una campaña en la que pueden perder la mayoría absoluta que conquistaron en 1999. Aunque no lo reconocen en público y cada convocatoria electoral es distinta, los resultados de las elecciones andaluzas encendieron las alarmas que ya sonaron en las europeas de hace tres años. En 2012, el PP se dejó 32.000 votos respecto a 2009 y se quedó como segunda fuerza tras el PSOE, que perdió menos pero que volvió a ser el partido más votado en la capital, ganando en cinco de los once distritos electorales de la ciudad, y precisamente entre los más poblados. Francisco de la Torre entendió el mensaje y el 16 de junio de 2014 renunció al escaño en el Senado que le mantenía alejado dos o tres días a la semana de esos colectivos sociales a los que había aprendido a acercarse. Aunque una y otra vez repitieron que las elecciones europeas nada tienen que ver con las municipales, De la Torre se dio cuenta que ni la búsqueda en Madrid de inversiones para la ciudad ni su lucha por el municipalismo le darían la oportunidad de revalidar el cargo por cuarta vez. Y se impuso la lógica. El estilo que construyó para ser alcalde le imposibilitaba estar en el atril del Senado y repicando en las cofradías, peñas y asociaciones de vecinos. La política es presencia y más en un alcalde que ni sabe ni quiere delegar trabajo en sus concejales.

El segundo aviso llegó el 22 de marzo de este año en las andaluzas. Pero éste venía con sorpresa. Los resultados extrapolados de las autonómicas harían perder al PP la mayoría absoluta en la capital, erosionada por Ciudadanos que, con sus más de 36.000 votos y un 14% de apoyos cuenta ahora con el factor de recuerdo de voto de cara a las municipales. Los nuevos votantes de Ciudadanos se sienten cómodos en su nueva piel y esto preocupa en el PP. De la Torre, que defiende que son elecciones distintas y recuerda que en las locales prima el factor personal sobre el partido, decidió para esta campaña culminar el viaje iniciado en el año 2000. Y se puso manos a la obra para remarcar su perfil de hombre cercano y alejarse de las siglas de su partido convencido de que aún quedan ciudadanos que quieren ajustar cuentas pendientes con las medidas de Rajoy.

Un hombre honesto

En Málaga pocos ciudadanos dudan de la honradez del alcalde, una cualidad que mantiene casi intacta sobre su persona pero que en sus distintos mandatos municipales se ha visto resquebrajada por su cierta permisividad hacia algunos de sus concejales con comportamientos poco éticos en la contratación de dinero público.

Un hombre tenaz

Hace ya bastantes años decidió hacer de Málaga un destino cultural de primer orden, y lo ha conseguido pese a proyectos fallidos como la candidatura a la Capital Cultural Europea de 2016 o esquivando las críticas de establecer un modelo basado en las franquicias. Hoy saborea los frutos. Un ejemplo de su tenacidad (aumenta con los años) ha sido la gestión del Museo Pompidou. En 2008, en el palco del estadio de La Rosaleda durante el descanso de un España-Francia, le comentó al entonces embajador francés Bruno Delaye: «Señor embajador, esta es la ciudad que aspira a convertirse en una sucursal del Louvre o del Pompidou». El embajador, que no debía conocerlo, no le diría ni que sí ni que no, lo que para el alcalde significaba un amplio campo de trabajo sólo alcance de políticos tenaces cuando no temerarios.

Un hombre dialogante

Demasiado. Los permanentes conflictos en la empresa de basuras Limasa han definido la dimensión y capacidad de diálogo del alcalde para parchear año tras año uno de sus principales quebraderos de cabeza, pero sobre el que no ha despejado la duda de si municipalizará o no un servicio demasiado caro para el estado de la limpieza de la ciudad.

La Junta de Andalucía tambié ha experimentado en sus carnes esta cualidad, pero aquí el alcalde evolucionó del diálogo al monólogo permanente de que el gobierno andaluz maltrata a Málaga. Son tan innumerables los enfrentamientos como las veces que se recurre a la administración autonómica para achacarles problemas de la ciudad o la paralización de proyectos. Es en esta cualidad donde el alcalde más ha depurado su técnica -muchas veces con razón- y ha evolucionado hasta convertirla en un leitmotiv de sus quince años de alcaldía.