Astilleros Mediterráneo conserva el trabajo de un calafate ya jubilado, Rafael Cano, que trazó un sardinal, el desaparecido barco de pesca tradicional de Málaga. Juan Francisco Sánchez confía en que algún día alguien pueda retomar y costear el proyecto. «Cuando Rafael no esté, no quedará nadie que sepa construir este barco con todas sus partes. No sólo se trata de que el barco se parezca a un sardinal para el profano, sino de que tenga todos sus detalles como se construían porque cada uno tenía su función», comenta el constructor de barcos, que explica que «Rafael es el único que lo sabe, no quedan constructores ni quedan pescadores casi que hayan faenado en él».

Astilleros Mediterráneo, cuenta, recibe encargos de clientes de Madrid, Bilbao, Barcelona, Murcia pero también de Francia e Inglaterra. Y curiosamente, en estos 20 años sólo ha tenido un encargo de un cliente malagueño, algo que Juan Francisco lamenta porque le gustaría que fuesen más.

Los astilleros han hecho 20 barcos, a barco por año, un trabajo en el que emplean miles de horas -el último encargo calcula que le llevará de 4.000 a 4.500 horas- Además de estos 20, lo han compaginado con la construcción de embarcaciones más pequeñas.

Y si no han llegado encargos más grandes no ha sido por falta de ganas. Como explica el dueño de los astilleros malagueños, el estar tierra adentro y no junto al mar le ha impedido, por ejemplo, restaurar un barco de 23 metros de eslora de 1898. «Costas te dice que el turismo prima y que no te va dejar un trozo de playa. De acuerdo, pero tampoco te permite un sitio en un puerto comercial». Una situación ilógica, subraya, que sólo pasa en España.