Tras una larga jornada laboral, las agujas del reloj al fin parecen haberse descongelado para llegar a uno de los momentos favoritos de cualquier trabajador: la hora del descanso. Un instante de relax que miembros de la empresa Limasa han querido compartir con jóvenes en situación de riesgo de exclusión social mediante el proyecto «Sembrando Actitud». Se trata de una iniciativa emprendida por la Asociación Arrabal-AID y los agentes dinamizadores de Limasa con la finalidad de aportarles orientación tanto social como laboral.

Mediante este proyecto que finalizó la pasada semana con un acto de clausura, un total de 11 jóvenes con edades comprendidas entre los 18 y los 30 años han disfrutado una hora a la semana durante seis sesiones de la ayuda de un trabajador de Limasa convertido en mentor. De ese modo, los operarios de la empresa de limpieza utilizaban sus 45 minutos de descanso para charlar con estos jóvenes, que ya habían participado anteriormente en distintos programas de orientación laboral y de formación de la Asociación Arrabal-AID.

La finalidad perseguida con este proyecto es clara: enseñarles valores de empatía, responsabilidad, confianza en sí mismos o técnicas para la resolución de conflictos. Para poder encaminar dichas actividades, los mentores han recibido orientación por parte de Sonia González, coordinadora del proyecto.

«La primera vez que fui pensaba que iba a ser un rollazo», señala entre risas John Bryan Giraldo, uno de los jóvenes que ha recibido esta orientación. Bajo la mirada cómplice de Ángel Luis Chavet, su mentor, añade rápidamente: «Ha sido más espontáneo de lo que me pensaba. Yo he salido con más ganas de salir adelante. Me ha enseñado a saber darle la vuelta a las cosas para darme cuenta de que existe otro punto de vista, ver las cosas de otra manera».

«Él mismo me dijo que al principio creía que iba a tener que aguantar a un extraño hablándole durante 45 minutos de asuntos sin importancia, pero sin darnos cuenta se ha creado un vínculo. Ya nos poníamos a hablar y no nos dábamos cuenta ni del tiempo».

Con el eslogan que para ella muestra a la perfección el proyecto -«Toda semilla da su fruto»-, Sonia González señala los cuatro valores fundamentales que se persigue inculcar en los jóvenes: interés, seguridad, atrevimiento y generosidad. «Queríamos provocar cambios sociales», destaca González.

Según la propia coordinadora, todo el mundo tiene historias que contar y que realmente pueden ayudar en diversos aspectos a aquellos con quienes las comparten, solo hace falta una buena herramienta para trasmitirlas.

Relatos como los que han unido a Raquel Molina y Cintia Gutiérrez, dos mujeres que han pasado de desconocidas a imprescindible compañía gracias a los momentos que les ha proporcionado el programa. «Soy muy tímida y hasta que no entro en confianza no me abro a la gente, pero cuando la vi y observé que era tan joven me quedé muy tranquila», destaca Cintia. A esto añade: « Ella me ha ayudado mucho, me ha dado muchos consejos, sé que para lo que necesite ella va a estar ahí».

Estos valores que se desprenden de las palabras de cada uno de los jóvenes participantes reciben el nombre de «semillas», con la idea de implantar en ellos actitudes positivas que incrementen su desarrollo y evolución laboral y social. «Hoy en día a los adolescentes hay que motivarlos con algo que vean que están poniendo en práctica. Esa responsabilidad de desarrollar lo aprendido les hace tener más motivación», explica Raquel Molina, mentora de Cintia.

A pesar de que el proyecto que les relacionaba ha finalizado, sus palabras muestran algo claro: la relación que unió a estos antes desconocidos no acaba con el fin del proyecto.