La aparición de las redes sociales y del WhatsApp vino a hacernos más fáciles las relaciones sociales, de pareja y de trabajo. Pero su mal uso ha propiciado la aparición de casos de dependencia emocional, una patología que hace referencia a una necesidad enfermiza de cuidado y protección que provoca la falta de autonomía y funcionalidad de la persona que la padece. El doble check, el estado, la foto de perfil y la última hora de conexión permiten «espiar» a cualquier persona que esté en la agenda. También sus publicaciones en Facebook, Twitter o Instagram, si existe una amistad previa. Redes que, si se usan bien facilitan el ocio pero que, si se consultan con motivos más allá de estas actividades sociales, pueden generar la aparición de patologías relacionadas con la salud mental.

El presidente de la Sociedad Española de Patología Dual (SEPD), Néstor Szerman, admite que este tipo de problema surge en personas con dificultades en todos los aspectos de su funcionamiento mental: cómo sienten, cómo controlan, cómo perciben y cómo se relacionan.

El perfil de estas personas es el de gente con autoestima baja con sentimientos de vacío y que suelen vivir relaciones complicadas y tormentosas tanto a nivel de pareja como familiar. «Establecen relaciones patológicas, autoagresivas y destructivas que buscan confrontar. Cuando sienten que son contrariadas y que no están lo suficientemente atendidas, reaccionan con conductas destructivas y agresivas», señala el también jefe de servicio de Salud Mental Retiro del Hospital Gregorio Marañón de Madrid.

El psiquiatra señala que se trata de personas muy intensas que establecen controles sobre el resto con una conducta equivalente a la adicción. La dependencia emocional cumple con todos los criterios de cualquier otro tipo de adicción, pero no se trata del deseo por una sustancia, sino por una persona por la que siente una necesidad de contacto irrefrenable y que conlleva a una pérdida de control o modificación de los patrones estables de personalidad. Asimismo, los especialistas en patología dual están avanzando en la búsqueda de conexiones entre la dependencia emocional y otros trastornos de personalidad. La miembro de la SEPD Rosa Fernández señala que muchos estudios muestran cómo la dependencia emocional aparece ligada a ciertos rasgos de personalidad y asociado a sintomatología depresiva y ansiosa que les hace pensar en unos patrones anteriores facilitadores de la aparición del problema. Además, esta clase de dependencia está relacionada también con la violencia machista. «Es un componente frecuente y se aborda en las consultas como las adicciones directamente ligadas a la violencia de género. La intervención trata de distanciar a la persona y enseñar autocontrol en situaciones de riesgo para evitar recaídas», dijo.

La psicóloga sanitaria y sexóloga Mari Ángeles Castillo admite que las visitas a estas consultas se han disparado en los últimos años. «En cuestión de tres años ha variado. Antes se trataba de una dependencia física y ahora es emocional a través de las redes sociales», dice la experta, que asegura que, mientras hace unos años las parejas rompían y esto se superaba en el conocido como «periodo de duelo», ahora no existe porque no se termina de cortar la relación. «Porque siempre existe posibilidad de saber qué es de la otra persona, qué hace en su vida y con quién va», dice la psicóloga, que destaca que esta adicción a una persona supone una pérdida de control, modificar controles de conducta estables e incomunicación.

Por eso, señala que las redes sociales se lo han puesto difícil a los profesionales que tratan a estas personas, porque ahora es más complicado cortar con la situación. «Una de las pautas que damos es que no haya contacto tras una ruptura, lo mejor es la desconexión total si no, no podemos ayudarles», apunta la experta, que señala que suelen recomendar que borren la amistad en las redes sociales o que bloqueen al contacto para evitar tentaciones. Pero muchos lo subsanan tras arrepentirse: «Así no pueden desengancharse», dice. Uno de los puntos positivos de esta dependencia emocional es que quienes la padecen son conscientes. «Saben que es tóxico, pero tras una buena terapia lo consiguen», dice la psicóloga, que admite que, aún así, un 10% no lo logra.

La dependencia emocional a redes sociales y WhatsApp afecta a más mujeres que a hombres y a todas las edades. Mari Ángeles castillo ha visto casos desde los 16 años hasta entrada la madurez. Para la psicóloga, el problema no son las redes sociales, sino el uso que se hace de ellas. «En su justa medida son extraordinarias, pero pueden cambiar el comportamiento de una persona a nivel social o emocional», advierte.

«La palabra correcta es que está existiendo una dificultad añadida en deshabituación de las personas por móvil e internet», dice Castillo, que señala que mientras antes la persecución era física, ahora se hace por estos medios. Es decir, este tipo de personas ha existido siempre, aunque ahora se han multiplicado con las nuevas tecnologías. «Antes era mucho más complicado todo, porque todos no podían acceder a un detective o perseguirlos. El problema es que ahora se usa y abusa», alerta.

Pero, ¿cómo saber si se está rozando esta dependencia? Hay que ser autocrítico. «Son personas incapaces de cortar o de no mirar una hora de conexión o hacer un seguimiento por Facebook, no pueden estar dos días sin mirar». Por eso, recomienda pedir ayuda a la mínima. «Es como una droga».