En el café España de calle Larios, en los bajos del hotel Victoria, el 5 de septiembre de 1896 los malagueños asistieron por vez primera al prodigio del cine, que según la prensa local señalaba «un paso gigantesco para la ciencia». El malagueño Sergio del Río Mapelli y su hija, la profesora Pilar del Río Fernández, han querido indagar en esos primeros pasos del Séptimo Arte y el resultado es el libro Historia del Cine Mudo en Málaga. Desde el kinetógrafo al sonoro, que fue presentado el pasado 15 de abril en el cine Albéniz. Se trata de un trabajo editado por la Fundación Málaga y que tiene detrás muchos años de paciente investigación: «Me ha costado horas y horas, sobre todo en el archivo Díaz de Escovar, leyendo los periódicos de la época», cuenta Sergio del Río.

El libro es una fusión perfecta entre información y un material gráfico único, proporcionado por Sergio del Río, un persona sencilla y afable que entre cosas es un gran coleccionista, aunque reste importancia a lo que conserva. «Soy microbiólogo, cuando me jubilé estaba acostumbrado a trabajar 12 horas diarias y me encontré con que tenía 24 horas libres al día. Menos mal que inventé la cuestión del coleccionismo», explica con una sonrisa.

Con los años, su colección ha ido creciendo, sobre todo en materia de postales ilustradas, de la que tiene un libro sin publicar y folletos publicitarios que le han permitido publicar libros tan hermosos como Un siglo de publicidad farmacéutica (1860-1960), también escrito en colaboración con su hija Pilar y recogido en esta sección en 2011 o Historias gráficas de las diversiones en Málaga durante el siglo XIX.

El motor de esta obra sobre el cine mudo en Málaga ha sido, nuevamente, su colección. «Tenía mucho material y francamente excepcional, muy raro porque es un material hecho en un papel muy malo, con una tipografía tan modesta, que no tiene atractivo para que dure ciento y pico de años».

Buena parte de los prospectos de cine se los debe al afán «por guardar todo» de su bisabuela, una gran aficionada al teatro y una mujer con una cultura superior a la media de la época: «Le gustaban mucho las obras de teatro, versificaba y escribía obras», cuenta.

Una arte que arrancó en el XIX

En el libro aparecen algunos de los cines de la infancia del autor, como el Petit Palais, el Echegaray o el Goya, «que era comodísimo, el más cómodo de Málaga». La primera película que recuerda, por cierto, es Frankestein, que le dejó soñando con el monstruo varias noches y tampoco se olvida de veladas de cine cómico mudo en compañía de Charlot y Buster Keaton y ya con cine sonoro de las películas de Stan Laurel y Oliver Hardy, conocidos en Málaga como El gordo y el menuíllo.

Como destaca, la irrupción del cine entre los malagueños fue impactante en aquel lejano 1896. Levantaba pasiones incluso años después, de hecho, el libro recoge lo sucedido un día de mayo de 1903, cuando se instaló un cinematógrafo en el Paseo del Parque con el anuncio de exhibir «cuadros cinematográficos», pero la proyección prometida no tuvo lugar y en su lugar se escenificaron una suerte de sombras chinescas, así que empezaron las protestas del estafado público, siguieron las agresiones y por último «una lluvia de piedras» sobre «el lienzo» (la pantalla) que obligó a intervenir a la policía.

La Historia del Cine Mudo en Málaga repasa todos los locales que ofrecían películas, desde los cafés cantantes a los cines ambulantes y estables, sin olvidar los teatros que también abrieron sus puertas a esta nueva diversión. Las primeras películas por cierto, como puede verse en los prospectos, «duraban de dos a tres minutos, por eso los programas traían de 10 a 15 peliculillas», cuenta Sergio del Río.

La llegada del cine sonoro tuvo lugar en Málaga en el año 1930. Se produjo en el cine Petit Palais con El Arca de Noé y tan importante invento fue calificado por la prensa como «La maravilla del siglo XX». Y hasta la fecha.