Nada más cerrarse el recuento de votos, el ahora alcalde en funciones, Francisco de la Torre, se plantó ante los medios de comunicación y dijo que el líder de Ciudadanos, Juan Cassá, le había confirmado que pensaba que él debía ser el próximo alcalde de Málaga. El veterano candidato popular había sucumbido a la tentación de hablar con la fuerza del corazón. Pensó que la nueva realidad emanada de las urnas era tal y como se la habían contado los suyos en campaña: una ciudad esperándole ahí fuera, en la que no sería imaginable un alcalde que no estuviera hecho a su imagen y semejanza. O sea, que se llamara Francisco de la Torre. Pronto, el propio Cassá, lejos de formalizar el apoyo, se perdió en el horizonte de las vanidades, que es donde uno se abraza a sí mismo, y puso tierra de por medio. Hasta el punto de confesar que con lo que sueña de verdad, en un futuro no muy lejano, es con ser el primer alcalde asturiano de Málaga. Así, un giro de 180 grados y varios decálogos más tarde, ofrecen la situación del momento en la que se encuentran estancadas las negociaciones por el Ayuntamiento de la capital.

El líder de Ciudadanos en Málaga, poco acostumbrado a los focos de las cámaras, entró en escena como un rebelde después de permanecer dos días refugiado en un tenso silencio que dio lugar a no pocas elucubraciones. Todo resultó un poco raro. Volvió con pocas ganas de hablar, pero con un decálogo marco bajo el brazo. Se lo habían hecho llegar de Barcelona. Él, que insiste en su autonomía, no iba a negociar nada con nadie, hasta que no le devolvieran ese decálogo firmado por escrito. El mismo que habían elaborado a mil kilómetros de aquí. Unas nueve medidas, hechas a prueba aleatoria, para la regeneración democrática. Tan válidas en Málaga como en Avilés. Cassá despachó a los medios, que acudieron en masa y cargados de ilusión por depurarlo políticamente, contestando a todas las preguntas poniendo el citado decálogo de por medio. Como un escudo protector para seguir flotando en la comodidad de la ambigüedad calculada, que es, precisamente, lo que le hace ser el candidato a conquistar. Sobre todo por PP y PSOE. Desde esa rueda de prensa, el candidato de Ciudadanos está en modo autopiloto: «¿Juan, qué hora es?». «Hasta que no me firmes el decálogo no puedo decir nada», sería, con toda seguridad, la respuesta.

Todavía sin saberlo, Ciudadanos iba a abrir la veda de la guerra de decálogos que es, precisamente, en lo que se han convertido en estos momentos las negociaciones por hacerse con la alcaldía de Málaga. Todas las fuerzas políticas con representación institucional en la capital, exceptuando el PP, se han cruzado sus líneas rojas, llaves verdes o medidas para la regeneración democrática de forma mutua. El «y tú más de los decálogos» se ha apoderado de las negociaciones.

Hasta el punto de haberlas transformado, en vez de en un pacto de gobierno, en un pacto del silencio basado en las buenas intenciones: «Yo no te firmo tú decálogo, pero te mando el mío». «No vemos inconveniente en firmar, pero aún no». A mitad de la semana, se ha alcanzado el punto muerto de unas negociaciones que subirán de temperatura, presumiblemente, a partir de hoy mismo. Será la urgencia de los tiempos la encargada de poner a prueba la verdadera capacidad de resistencia de unos documentos que ahora parecen auténticas piedras filosofales del mercadeo.

En el juego de las negociaciones, De la Torre y Bendodo se han repartido las cartas. Ayuntamiento y Diputación respectivamente. El alcalde en funciones tardó apenas 24 horas en llevarse por delante el orgullo de las mayorías absolutas. Dejó claro que no habría inconveniente alguno en cumplir con las exigencias de Ciudadanos. A día de hoy, y después de un viaje de Elías Bendodo a Madrid, todavía no hay decálogo firmado. Sin embargo, a falta de noticias de Génova, el presidente del PP-A, Juanma Moreno, salió ayer a calmar los nervios. «No va ser un problema la firma del documento», dijo. Un preludio de la reunión que se anunció después para hoy mismo entre Bendodo y Cassá. Ambos líderes escenificarán el inicio de las conversaciones en el Hotel Monte Málaga, a las 12.00 horas, donde el PP firmará el documento de mínimos de C´s.

María Gámez, por su parte, sueña con la posibilidad de ganar a Ciudadanos para su causa. Le han dicho que «todo es posible». Sabrán los expertos en mímica, mejor que nadie, lo que significa un abrazo. Porque la candidata socialista tampoco ha ido más lejos y todavía no ha firmado el decálogo de Ciudadanos. En IU ratificarán el decálogo. Zorrilla tiene ganas de hablar, pero dos concejales le dan poco margen. La voz discordante a tantas ganas de lisonjear, la puso Ysabel Torralbo. «La actitud de C´s me parece un poco ridícula», advirtió de que todo corre el riesgo de quedarse en papel mojado.