­Es una mujer hermética que sólo habla en platós de su agrado. De hecho, desde su detención, el 3 de mayo de 2007, hasta su ingreso en la prisión sevillana de Alcalá de Guadaíra el 21 de noviembre de 2014, sólo habló el día de su declaración en el juicio que la llevó dos años a la cárcel por blanquear dinero de su exnovio, el antiguo alcalde de Marbella Julián Muñoz, y en alguna entrevista a programas del corazón, en los que se comparó con la infanta Cristina en el sentido más favorable para ella, claro. No sabía nada de nada del origen de los fondos. Esta semana, tras más de seis meses entre rejas, ha disfrutado de su primer permiso de sólo cuatro días. El lunes salió y ayer, poco antes de la una, volvió al presidio. Aún le queda un año y medio en su residencia carcelaria.

Eso, si a finales de julio no le dan el tercer grado, al que tendría derecho, y que le permitiría tener que ir a prisión únicamente para dormir. El resto del día lo puede pasar por ahí. Claro que, para eso, tendrá que pagar la multa entera que le impuso la Audiencia Provincial de Málaga, una suma que asciende a 1,14 millones de euros y que abona en plazos trimestrales de 210.000 euros. Ya ha pagado una pequeña parte, pero el mes pasado se retrasó aunque se le ha dado más tiempo para reunir ese dinero.

La cantante volvió en el coche de su hermano Agustín, poco antes de la una de la tarde. Fue este familiar el que la recogió el lunes. Ambos venían desde Cantora, tal vez en silencio, tal vez no. A su llegada a la puerta de la cárcel, la cantante, cuenta Efe, se bajó del coche y se dirigió a los seguidores que la esperaban a la entrada de ese infierno que es la privación de libertad. Algunos abrazaban fotografías de la tonadillera, de sus buenos tiempos, cuando el ahora no era tan negro, mucho antes de conocer a Muñoz, el hombre que, por este caso, cumple siete años de prisión. La sevillana les lanzó besos, los saludó con el pulgar hacia arriba, tratando de infundir confianza a sus dolientes fans. Luego, entró tranquilamente a pie al establecimiento penitenciario junto a Agustín. También la esperaban a las puertas del penal decenas de medios escritos, radiofónicos y audiovisuales. Todos querían la imagen del día. Cuando abandonó el penal el pasado lunes, sus seguidores no pararon de gritarle «guapa, guapa».

Lucía en ese instante el pelo recogido en una coleta, una camisa blanca, un bolso del mismo color y un pantalón oscuro. La sensación era de resignación. En alguna de las fotos tomadas en el interior del coche casi se la puede ver sollozando, aunque es cierto que desde su detención siempre parece estar inmersa en ese trance de tristeza que casi nunca, o pocas veces en público, desemboca en un llanto desconsolado.

Estos cuatro días, su primer permiso, los ha pasado recluida en Cantora, una finca en la que se siente bien, siempre rodeada de su círculo íntimo, su guardia pretoriana: allí estaban su madre, doña Ana; su hijo Kiko, la novia de éste, Irene, el nieto de la cantante; su hermano Bernardo, su esposa y su sobrina Isabel. Un chute de cariño familiar para pasar dos meses largos a la sombra a la espera de que su nuevo abogado pida el tercer grado penitenciario, algo que parece estar en su mano, si se toman como futuras reflexiones las que han servido al juez, a la Fiscalía y a la Junta de Tratamiento de la cárcel para dejarla salir cuatro jornadas.

La juez de Vigilancia Penitenciaria número 2 de Sevilla dio su ok al permiso, que fue de dos días menos precisamente porque Pantoja decidió disfrutarlo en otra provincia distinta a la que acoge la cárcel. La togada le impuso la obligación de dormir en la finca gaditana y de comunicarle cualquier traslado a otra provincia.

La magistrada recordó en el auto en el que se concedía el permiso que la interna había cumplido la cuarta parte de la condena -a dos años-, por unos hechos que sucedieron entre 2002 y 2006, su buen comportamiento en el presidio y el trato correcto con sus compañeras y las funcionarias. Asimismo, la fiscal consideró que desde su detención no ha vuelto a delinquir, por lo que no se opuso a que saliera a disfrutar de un permiso.

La Audiencia malagueña, pese a que no suele ser habitual mandar a la cárcel a un preso que delinque por primera vez y es sentenciada a menos de dos años, decidió ejecutar la pena aludiendo a la «ejemplaridad» y a la gravedad de los delitos, que afectaron al Ayuntamiento de Marbella.