­Desde que en 1796 Edward Jenner experimentase en Inglaterra con un niño llamado Phillip una vacuna para combatir la viruela -lo que la convirtió en la primera de la historia- hasta la actualidad, la medicina ha experimentado grandes avances. Ya entonces el científico tuvo que pasar por un rosario de críticas y fue muy cuestionado pese a la buena intención de la idea que, años más tarde, le ha valido numerosos reconocimientos gracias a que ha salvado millones de vidas. Dos siglos después, este gran paso adelante de la historia de la ciencia aún cosecha críticas con los movimientos antivacunas, corrientes de pensamiento integradas por padres que creen que estos preparados son negativos para la salud porque los ven un invento de la industria farmacéutica para lucrarse.

El caso conocido de un niño de seis años de Olot con difteria, enfermedad erradicada en España desde hace 30 años, ha vuelto a reavivar un debate que tiene tanto defensores como detractores. Aunque estos son los menos y España no es uno de los países con más colectivos de este tipo -como ocurre en Francia, Alemania o EEUU- sí es cierto que internet y las redes sociales acogen numerosos artículos y páginas que informan de esta corriente y de los supuestos efectos nocivos de las vacunas lo que, para los expertos, genera alarma y desinforma. Algunas, incluso, las relacionan con el autismo. El coordinador del Comité Asesor de Vacunas de la Asociación de Pediatría (AEP), David Moreno, admite que aunque toda vacuna puede provocar una reacción, si acaso estas se producen son leves y la cifra de graves, excepcionales.

Los motivos que mueven a los antivacuna a tomar la decisión están muy relacionados con las sustancias químicas y antígenos que incluyen los inyectables, por lo que muchos se aventuran a decir «no». La Liga para la Libertad de Vacunación asegura en su página web que «las vacunas incluyen en su composición sustancias utilizadas como conservantes o como agentes de atenuación; algunas de tales sustancias resultan muy tóxicas para algunos individuos debido a que ejercen una poderosa acción alérgena». De hecho, asegura que la vacunación masiva no responde a la situación epidemiológica real. «Cabe suponer pues que hay otros factores que la sostienen, tales como la inercia burocrática de los programas de vacunación y la presión interesada que importantes sectores económicos ejercen sobre la Administración», aseguran. Es más, ayer mismo dijeron que en la vacuna de la difteria que se administra actualmente «están presentes otras vacunas y componentes tóxicos de alta capacidad lesiva para el organismo», como tétanos, tosferina, haemophilus, polio, aluminio, fenoxietanol, trazas de thiomersal o mercurio y polisorbato.

Además, alertaron que entre los efectos adversos de la vacuna figuran la muerte -una por cada dos millones de dosis-, reacciones de hipersensibilidad inmunitaria, lesiones neurológicas, encefalopatía postvacunal, nefropatías o lesiones renales (una por cada 1.000/10.000 dosis administradas). Eso sí, también desearon una rápida recuperación al menor hospitalizado en Olot.

Sin embargo, desde la Sociedad Española de Epidemiología (SEE), Esteve Fernández, afirmó que las vacunas revierten en unos beneficios que son extremadamente mayores que lo que se está previniendo.

En Andalucía, el calendario vacunal previene de hasta 12 enfermedades distintas. Entre esas patologías se encuentran, entre otras, la rubeola, la polio, el sarampión, la hepatitis B, el meningococo C o la difteria. Además, se puede optar a vacunas no obligatorias, como Rotateq -frente al rotavirus- o Prevenar 13 -contra el neumococo y de la que la Junta ya ha mostrado su interés por incluirla en el calendario-.

Los Nobel defienden la vacunación pero no a las farmacéuticas. No lo dudó el premio Nobel de Medicina de 2011, el biólogo francés Jules Hoffmann, cuando fue requerido en Valencia para que opinara sobre el movimiento internacional antivacunación que se agita en todos los países del mundo.

«Es un crimen», dijo el investigador, cuyos estudios sobre inmunología han sentado las bases para comprender el funcionamiento del sistema defensivo del cuerpo humano. El científico aseguró que los tres logros de la humanidad que han permitido alargar la esperanza de vida de los 22 años, que había desde el Neolítico hasta mediados del s. XIX, a los 75 fueron la higiene pública, la vacunación y los antibióticos.

Hoffmann afirmó que las vacunas han salvado 1,5 mil millones de vidas humanas en el mundo. También aceptó el Nobel que algunas, como la de la tuberculosis, generan ocasionalmente algún problema en una persona de cada millón de vacunados, lo que a su entender reporta «beneficios indudables».

Mientras Hoffmann hablaba desde la visión puramente inmunológica, su colega Richard J. Robert, Nobel de Medicina en 1993, arremetió contra las multinacionales farmacéuticas y dijo que «no buscan la cura de enfermedades», sino descubrir medicamentos que tienen que tomar de por vida por enfermos crónicos para aumentar sus ingresos.