­ Son la primera pieza de un puzzle difícil de armar, pero no imposible, la que guía al resto y que permite que el resto del rompecabezas encaje. Los profesionales que componen el equipo Sidi (Servicio de Intervención y Desarrollo Infantil) vinieron a suplir un hueco importante en Málaga, donde allá por el año 2000 había pocos lugares a los que llevar a niños con diversidad funcional o necesidades de apoyo. Compuesto por psicólogos, logopedas y fisioterapeutas han tratado desde entonces a más de 1.800 menores a los que han dado pautas para lograr autonomía, aprender a comunicarse y socializar. En definitiva, dotarles de habilidades para normalizar sus vidas sorteando los obstáculos que puedan encontrar en sus caminos.

En la actualidad, el equipo Sidi sigue a más de 300 niños con dificultades. Algunos acuden para un seguimiento exhaustivo tras padecer sufrimiento fetal en el parto, por haber nacido de manera anticipada y, por tanto, con bajo peso, o por tener alguna diversidad funcional, como Síndrome de Down, Trastorno del Espectro Autista o una parálisis cerebral. También ayudan a niños con fracaso escolar y a chicos con problemas de comportamiento, aunque se centran fundamentalmente en la atención temprana, en la infantil y en la juvenil.

Aunque en el centro tratan a niños de entre 0 y 12 años, los profesionales alertan de que lo mejor es ayudarles en su desarrollo desde que se hace el diagnóstico, pues de este modo las herramientas son más certeras y eficaces. La directora del área de Atención Temprana, Paqui Cañete, asegura que el entorno ha de ser amable para que los niños se sientan cómodos. En sus aulas, donde predominan los colores, los juguetes y las sonrisas, trabajan con sistemas orientativos de comunicación, donde se aplican para implantar estrategias comunicativas que no necesariamente incluyan el lenguaje verbal.

Los más pequeños vienen derivados del Servicio de Neonatología de los hospitales donde han nacido y, los mayores, de su pediatra, aunque siempre llegan padres que piden una respuesta ante las posibles deficiencias en el desarrollo de sus hijos. El equipo Sidi, tras estudiar pormenorizadamente y de manera individual a cada niño, hace una hipótesis de diagnóstico y un plan de trabajo para la intervención. «Lo pasamos mal cuando tenemos que dar un diagnóstico, es muy difícil y no todo el mundo lo vive igual. Hay un duelo, pero la experiencia nos ha enseñado que muchas familias, al saber qué ocurre, de algún modo descansan», explica. Y es que el diagnóstico temprano hace que todos se coordinen y que los niños avancen. Gracias a eso, los profesionales perciben una evolución y un desarrollo más adecuado.

La familia de Carmen Torres, de cuatro años y que padece el Síndrome de Vacterl y una parálisis cerebral, fue una de esas familias que llegaron al centro buscando una respuesta. Al día siguiente de nacer junto a su hermano Pablo, la pequeña presentó problemas y estuvo hospitalizada hasta los 8 meses. Su familia creía que su afectación y su falta de desarrollo se debía a haber estado tanto en el hospital, pero una conocida le dijo que visitara Sidi. «Fue duro saber que tenía parálisis», cuenta su madre, Carmen, que admite que ha tenido que dejar de trabajar para dedicarse a su hija, que no puede andar, masticar ni hablar. Recogen tapones, venden muñecas, lo que sea para recaudar fondos. Y es que esta pequeña va a numerosas actividades, «cuando es más pequeño es cuando más absorbe. Hay que luchar». Ahora temen la llegada de los seis años, cuando dejarán de subvencionarle todo.

Igual le ocurre a Inmaculada, la madre de Arturo. Su hijo tiene Trastorno del Espectro Autista. Se lo diagnosticaron a los dos años y medio -ahora tiene 4-. «Lo veo fenómeno desde que viene a Sidi. De no tener mirada, contacto visual, lenguaje funcional, interacción o empatía, a conseguirlo. Es una actitud de trabajo y aceptación».